Desgrabación completa de la homilía de monseñor Fabriciano Sigampa, arzobispo de Resistencia, en la Eucaristía celebrada en el Salón Obligado de la Casa de Gobierno del Chaco (10 diciembre 2010)
Is. 48, 17-19; Sal. 1, 1-4. 6; Mt. 11, 16-19)
¡Buenos días a todos y a cada uno! Para mí es una primicia celebrar la Eucaristía aquí, en un ambiente fresco, con la gente desayunada, así están despiertos, y podremos celebrar la misa en honor de la Virgen.
En estos días hemos estado celebrando en varios lugares, a aquella que es madre, tanto en Margarita Belén como en la Virgen de la Laguna de Mesón de Fierro -no lo vi ni al mesón ni sabía que era de fierro-, pero estaba la virgen allí y lo que importó mucho es la multitud de jovencitos, chicos adolescentes, que fueron caminando desde localidades vecinas. Estaban tirados en el piso. Entonces, cuando pasé y los vi cansados, molidos, tirados; y para probar si era cierto, con el pie le toco el pie de uno de ellos, quien gritó “Ay Monseñor, que duele”. Entonces dije “la carne es débil pero el espíritu es fuerte”. Vinieron hasta aquí desafiando el tiempo, sin importar las distancias, el calor, la tierra y todo lo demás. Por eso esa homilía fue dirigida en gran parte para ellos.
Y que dicen los textos de hoy, que nos vienen muy bien. En el libro de Isaías es Dios quien nos habla, “tu redentor, el Santo”, así lo define a Dios, como redentor nuestro, como santo, Él instruye para tu provecho, te guía por el camino, es decir nos da una conducta para vivir, para proceder. Pero también el texto dice lo contrario. Pareciera que el hombre no escuchó la voz de Dios ni la Palabra de Dios y por eso no atiende. ¿Y cuáles son las consecuencias de esta falta de atención, de no prestar atención a Dios? La falta de prosperidad –dice-, la falta de justicia, también la escasa descendencia. Hoy es muy cierto esto, estas tres palabras dichas hace seiscientos años antes de Cristo y hoy puede verse. La falta prosperidad, nos falta justicia, y no tenemos descendencia porque nosotros mismos la estamos liquidando. Seiscientos años antes de Cristo se decía esto. Por eso los textos siempre son para hoy, y consecuencia de todo esto, quedarse sin futuro, extirpados –dice-, es decir sin estirpe, sin descendencia, esta es la gravedad.
Decíamos el día 8, allá en Barranqueras, si todos los que estamos presentes, incluido el gobernador y el obispo, si nuestras madres nos hubieran abortado no estaríamos aquí, y todo otro proyecto no existiría aquí y esa es la gravedad. Yo creo que se maneja con mucha liviandad este tema. Fíjense como Dios nos recuerda, “extirpados”, sin estirpe, sin descendencia. Esto es un tema que habrá que revisarlo. Es más, las que son mamás saben bien que el hijo es una prolongación de ella misma, por eso duele a una madre cuando pierde a un hijo, pues es una parte de ella, es una prolongación de su vida la que se pierde. Pero no se lo quiere mirar así. Fíjense, muchas mujeres no lo ven así, se ponen como víctimas, no se habla de un niño muerto y tampoco se tiene en cuenta al varón, al hombre; se focaliza solamente en la mujer, en los otros no se tiene en cuenta nada. Y eso es lo grave. Y en el texto tiene consecuencias nefastas, borrados de la presencia de Dios, eso es lo más grave, borrados de la presencia de Dios.
Por eso al avanzar con la lectura del Salmo 1, vemos que es un cántico de la relación del hombre con Dios. Y por eso el sentido profundo de la Antífona del mismo que lo repetimos para que eso vaya haciéndose carne en el oído y en el corazón nuestro: “El que te sigue, Señor, tendrá la luz de la vida”. Cosa que necesitamos todos. Y por eso el salmo empieza con una bienaventuranza: ¡Feliz!, sí, ¡Feliz! ¿Y quién es feliz? Lo dice por la negativa primero, después lo dice por la vía positiva. “¡Feliz el hombre que no sigue el consejo de los malvados, feliz el hombre que no se detiene en el camino de los pecadores y no se sienta en la reunión de los impíos”, es decir Feliz el hombre que no está en eso.
Pero también es feliz aquel que se complace en la ley del Señor, es decir en la voluntad de expresar de esa ley, que la medita, que la tiene en cuenta, que la asume como criterio personal, que vive de esa ley que es la voluntad de Dios. Y la consecuencia de esto, ¿cuál es? Lo dice con una imagen linda y que es fácil para nosotros de comprenderla: el árbol plantado junto al agua. El agua, sabemos todos, que es signo de vida; cuando nos falta agua en el Chaco se seca la cosecha, se mueren los animales y por tanto nos vemos privados, el agua siempre ha sido signo de vida. Y también de muerte cuando no hay agua o cuando viene demasiada agua y nos barre a todos, como hace algunos días veíamos en algunos países.
Por eso el árbol produce el fruto que no se marchita; nosotros sí nos marchitamos, yo por lo menos; aparecen las arrugas como signo de vejez, empieza el motor a no querer marchar como siempre, las piernas ya empiezan a tener ciertas dificultades para desplazarnos, y eso es verdad, y tenemos que asumirlos. Ese árbol plantado es cada uno de nosotros, estamos plantados junto al árbol, sino, no producimos frutos, y nos marchitamos. Y sobre todo la conclusión que saca el texto, para nosotros y para todo hombre, “Todo lo que hagan, les saldrá bien”. Esto es importante, lo que hagamos, que nos salga bien.
El Chaco necesita de los chaqueños, de todos los chaqueños. Todos los chaqueños, me incluyo yo, aunque tenga tonada no chaqueña, pero estoy en el Chaco, quiero al Chaco, me gusta el Chaco. Y lo que no me gusta es lo que le falta al Chaco. Y lo que le falta al Chaco lo tenemos que poner nosotros, cada uno donde está, con el trabajo que hace todos los días, así estoy haciendo el Chaco, estoy haciendo crecer el Chaco, estoy mejorando el Chaco. El Chaco es mío, es la viña que Dios me ha puesto para trabajar. Y entonces, cuando trabajo en lo que es mío, lo hago bien. Cuando trabajo en lo ajeno no me importa mucho.
Por eso Dios nos llama siempre a trabajar en su viña. Y para mí la viña es ésta, hoy, el Chaco, es la viña del Señor, y nosotros somos obreros de esa viña, cada uno tendrá que poner lo mejor que tiene, para que la viña sea linda, para que pueda decir “esta es mi viña”, es la viña que la cultivan mis hijos, y la han hecho hermosa, porque mis hijos se preocupan de dar lo mejor que tienen para que la viña sea linda. y la han hecho hermosa, por el trabajo de todos los días.” Porque se preocupa por mi viña, porque esa viña a ellos les pertenece. Nosotros somos herederos de esa viña.
Yo noto cuando no sentimos la pertenencia. Debe ser feo, muy feo para mí, no sentirme parte de mi familia, sentirme extraño. Y creo que el sentido de pertenencia hace mucho bien. Yo pertenezco a este papá, a esta mamá, a estos hermanos, a los que vinieron antes de mí y a los vendrán después de mí. El sentido de pertenencia. Yo pertenezco a la familia, pertenezco a esta ciudad, pertenezco a esta provincia, pertenezco a este país, pertenezco a este mundo. Sentido de pertenencia. Y cuando uno tiene sentido de pertenencia, cuida mucho a quien pertenecemos. Lo primero que cuidamos es la familia; yo quiero que mi familia sea siempre sea buena, la mejor, porque soy de esa familia, vivo en esa familia, cuido de esa familia, doy lo mejor para mi familia.
Sentido de pertenencia al Chaco. Si cada uno de nosotros dijera “el Chaco es nuestro, somos del Chaco, pertenecemos al Chaco, lo queremos cada vez mejor”.
Porque a veces veo que se pelean entre intendentes, concejales y otros, peleando tontamente. Y pierden el tiempo peleando, en vez de juntarse para hacer las cosas bien nos peleamos. El otro día un intendente dijo una cosa interesante, se dio cuenta. Y pidió perdón públicamente. Los hombres nos equivocamos, es verdad. Y las mujeres también. Lo grave es cuando no reconozco que me equivoqué, y peleo creyendo que no estoy equivocado. Hay que ser humilde y decir me equivoqué.
El otro día me dijo una señora, Monseñor aquí tiene una pala, ¿y para qué? –le pregunté- Para que saque la pata donde la metió. Fue astuta la mujer, elegantemente me hace ver el error por la metida de pata.
Hay que reconocer, y este hombre lo hizo, pidió perdón por sus errores, reconocer y pedir perdón y ser perdonado y a seguir adelante. Pero cuando uno es terco, no reconoce y entonces no estamos unidos, nos cavamos la fosa. En la Biblia cavar la fosa –vemos en muchos salmos- es hacer un pozo para que otro se caiga, cuanto más profundo mejor. Y si hacemos caer a alguien sentimos gozo de verlo caído, en vez de ayudarlo que no se caiga y no se levante. Estas mezquindades las tenemos que superar. Yo digo, si todos nosotros nos pusiésemos de acuerdo Chaco sería otra cosa, no nos gastaríamos en peleas, internas, callejeras, y otras yerbas. Si alguien hizo un puente, yo lo felicito; y le pongo barandas si no lo tiene para evitar que alguien se caiga en vez de criticarle innecesariamente; esto último indica mezquindad. Tengo que trabajar por el bien de todos. Yo dije cuando acá el asfalto es más necesario que el pan de cada día; en La Rioja si lloviera 40 días con las 40 noches como dice el Evangelio, no hay barro. ¿Saben por qué? Porque no hay tierra, todo es piedra, y ésta no se disuelve con el agua, así que llueva lo que llueva yo voy por el camino sin problemas. Acá cuando llueve me entierro hasta el ojo, y cuando no llueve peor, porque el vidrio se me llena de tierra y no veo nada y me llevo por delante el caballo por el camino que yo voy. Entonces el asfalto acá debe bendecirse porque me permite circular mejor, por eso me alegra saber que se inaugura al menos diez cuadras de asfalto en los pueblos, porque ¿qué es? Es una inversión en un pueblo, el gobierno ha invertido en algo que queda pues no se lo va a llevar a la tumba, quedará esa obra para el pueblo. Arreglar la plaza, que es el orgullo del pueblo, tenemos que bendecirlo también; se arregló el templo, Bendito sea Dios.
Todo lo bueno hay que bendecirlo, toda la obra, la inversión buena que estamos haciendo está bien.
Porque a veces somos mezquinos, celosos, lo ha hecho el otro y yo me pongo mal. No. Alegrémonos de lo bueno que ha hecho el otro, aplaudamos lo bueno que es.
Porque tarde o temprano sale eso. Y los pueblos tienen que progresar, debemos progresar, crecer cada vez más.
Por eso el planteo del Evangelio, cuando lo leí no entendía mucho la cosa. Y son actitudes. Fíjese, viene el Bautista, exigente como él solo, exige conversión del corazón y lo rechazan. No queremos la conversión. Viene Jesús, condescendiente, se acerca, come con los otros, está al lado de los pecadores, lo critican, no sirve. Come con los pecadores, está con ellos, es amigo de los pecadores. Y Él dice: “Yo vine por los pecadores no para los sanos, vine por los pecadores no por los justos”. Ninguna de las dos actitudes conforma el corazón humano. Ni la exigencia ni la condescendencia. Esos son criterios y tenía razón la Antífona de hoy, “El que te sigue, Señor, tendrá la luz de la vida”, lo que necesitamos todos, incluido el obispo. Necesito la luz de la vida para conducirme por el buen camino y a ayudarnos a conducirnos por el buen camino.
Por eso hoy celebramos ¿a quién? A la que se mantuvo por el buen camino. A la Virgen. Para mí es la viña que dio un hermoso fruto: la viña cultivada por Dios. Por eso la crea libre y sin mancha de pecado; de la carne purísima de ella, es una mujer única, excepcional, no hay dos en el mundo. Porque Dios la crea y la destina para lo que Él quiere. ¿Y qué quiere el Padre? En ese seno purísimo poner nada más ni nada menos que a su Hijo. Por eso tiene que ver mucho con la Eucaristía. A veces, como estamos acostumbrados no lo pensamos mucho. Cuando Cristo ofrece su Cuerpo y su Sangre, no pensamos de dónde sacó todo eso. Del seno de su Madre. ¿Acaso la Virgen no le dio la carne, su sangre, el calcio que de Ella se desprende para formar los huesos del Señor? Cuando yo recibo el Cuerpo y la Sangre de Jesús estoy recibiendo lo que Dios y la Virgen han hecho. Este es un gran misterio. Él ofrece lo que es suyo, su Cuerpo, ofrece su vida. Por eso cuando desangramos al animal lo matamos. Entonces la deuda también es con la Virgen. A veces decimos que Dios hace, pero también Él hace a través de…, para que su Hijo llegue al mundo Dios tiene que crear una mujer, y esa es la Virgen, sin mancha de pecado. Por eso Cristo nace sin pecado alguno. Él no tuvo pecado porque su madre tampoco lo tuvo. Ese es el misterio donde estamos metidos todos nosotros. Y ese misterio lo vamos a vivir en profundidad ahora en la Navidad.
Le he preguntado a un chico el otro día, ¿por qué sabes cuándo es la Navidad? Me respondió: “por la heladera Monseñor”. ¿Y por qué en la heladera? –le dije-. ¿Acaso allí están la Virgen, el Niño y San José? No, por las sidras y el pan dulce. Hemos borrado los signos. El chico ha visto sólo botellas y panes. No ha visto la imagen, de José, de la Virgen y el Niño. En el fondo le privamos al chico de ver la familia. Nosotros diríamos la Sagrada Familia. No ve la familia constituida por la mujer y por el varón, y por el hijo. Esa es la familia. Y Dios quiso la familia, quiso nacer en una familia, y por eso crea Él la familia, pues la familia ha sido creada por Dios. Por eso el sacramento del hombre y de la mujer, los dos deciden y ofrecen su decisión a la Iglesia, para que por medio del sacramento, de estas dos personas que son distintas, varón y mujer, aún siendo distintos están llamados a la unidad, los dos serán uno. ¿Y cómo se concretará esta unidad? En el hijo. ¿Qué es el hijo? Es parte de papá y de mamá. Somos todos frutos de mi papá y de mi mamá. ¿O no? Yo soy la síntesis de ellos dos, del amor del padre y de la madre. Ese es el origen nuestro, ese es el misterio nuestro. Por eso toda otra cosa que atente contra la familia estoy destruyéndome y destruyendo nuestra paz. Esa debe ser la defensa de la vida, tanto de la mujer, del varón, como de ese niño que nace de ese varón y de esa mujer. Somos síntesis de ello. El Hijo de Dios viene del Padre y nace de una madre. Camino elegido por Dios. Por tanto si Dios lo elige está obrando lo mejor para nosotros. Nosotros no podemos ni debemos elegir otro camino que no sea el señalado por Dios, porque Dios lo eligió con sabiduría y lo elige para el bien, para la realización nuestra. Por eso la Navidad es la expresión de la familia como Dios la quiere, y por eso se simboliza en esa mujer especial, única e irrepetible, que es María, y en ese hombre, varón justo, elegido por Dios y puesto para cuidar de esa mujer y de ese niño, que no es suyo, pues es hijo de Dios, pero puesto a cuidar de esa criatura.
Por eso la importancia de la Navidad, la importancia que tiene esta fiesta. Yo les recomiendo a los que usan esas tecnologías que tienen en sus casas, busquen la carta del Papa Juan Pablo II, preciosa, que la escribe a los niños. Fíjense, el Papa escribiéndoles a los chicos. Y ustedes y yo alguna vez hemos sido niños. Busquen esta carta en Internet, “Carta de Juan Pablo II a los Niños”, y léanla ustedes como si fueran niños. A mí me hizo mucho bien ya de viejo, leerla y releerla, porque se trata de una catequesis que hace el Santo Padre a partir de una experiencia de él como niño. Y dice que él perdió su mamá cuando tenía diez años. Allí dice a los chicos: “vamos a preparar el nacimiento del Niño Dios”. Preparar, tomar en serio, hacer algo para preparar el nacimiento. Y desde esa experiencia, del nacimiento del Hijo de Dios en las familias, lo va llevando con una catequesis hasta la Semana Santa, y pasada ésta, los lleva hasta la Fiesta de la Ascensión del Señor a los cielos, cuando Cristo vuelve a la casa del Padre. Es una catequesis hermosa, que sería hermoso para todos los que somos grandes y recordamos nuestra infancia, podemos tomar ese texto que nos hará mucho bien, sentirnos niños otra vez frente al Niño. Por eso yo he pedido mucho que lo lean a las catequistas de distintos lugares, y lo están haciendo caso, al menos al pedido del obispo.
Les digo en las comunidades, vos que cantás hermosamente, y vos que tocás muy bien la guitarra, vayan y me buscan todos los villancicos y le enseñan a los más chicos. Porque estos van a aprender, porque la mente la tienen limpia, no tienen pecado grave y aprenderán lo que le enseñen. Y qué hermoso que el chico de pequeñito le cante al Niño Dios. Un niño cantándole a otro niño. Esa va a ser la enseñanza que le va a quedar para siempre. Y no el gordo panzón como el obispo vestido de rojo, regalando cosas. Porque eso lo inventaron los que quieren vender. Es verdad que San Nicolás es el patrono de los niños, pero no es un “mercanchifle”. No es un mercanchifle. Por eso el Santa Claus para los alemanes, Nicolaus, luego lo achicaron a “Claus”, los otros lo usaron para vender. Por eso es un gordo lleno de repartiendo cosas, pero no reparte el amor. Reparte cosas. El chico no quiere que le demos cosas. Obsérvenlo. Yo que no tengo chicos ni nietos, pero lo veo y los quiero. Ustedes vean que le regalan un juguete, lo usa un rato y luego no le interesa más. En cambio le queda para siempre el cariño del papá y de la mamá, eso lo va a recordar durante toda su vida. El gesto del papá que hizo con el chico, el gesto de la mamá, no lo olvidará nunca. El mejor regalo que ustedes pueden hacerle al niño es el amor.
Como le digo al niño que Dios lo quiere si no tiene la experiencia del amor del padre, no va entender nunca. Lo privamos de la capacidad de ver. Hace pocos días en uno de los barrios más pobres de nuestra ciudad celebraba la misa. Antes de finalizar me aparece un niño, chiquitito, rubiecito. Vino con la mamadera en la mano cuando yo estaba sentado esperando el momento para rezar la oración final de esa Eucaristía. Viene el chico después de dar unas vueltas y se mete delante de mí, mirando para el lado de la gente, a pesar de que nunca me había visto. Entonces tocándolo le pregunto ¿cómo te llamas? Antonio –me respondió. ¿Y cuántos años tienes Antoñito? Dos. ¿Y qué estás haciendo ahora? Estoy tomando la mamadera –me contestó. A pesar de que era para él un extraño me contestó las tres preguntas que le había hecho. Y me dije: éste es más inteligente que el obispo. Y pensé: ¿por qué no le enseñamos la fe ahora? ¿Cuándo le vamos a enseñar? Cuando esté más grande, dicen. Cuando sea más grande otros vivos le habrán enseñado otras cosas y entonces tendremos que arrancar lo malo que sembraron en él. Ya es tarde. Antes que otros siembren debemos sembrar nosotros, sino me puedo embromar, pues el Evangelio dice: si quieres arrancar la siembra mala corrés el riesgo de arrancar las plantas buenas. Por eso hay que cuidar que nadie siembre nada malo en el corazón del chico. Porque ellos son inteligentes, no nos pensemos tontos, ellos están de vuelta, me ganan en rapidez, no tiene miedo, se pone en medio de un hombre que no ha visto nunca. Y habla conmigo y me contesta lo que le pregunto. Ese es el chico de hoy. Entonces tomémosle en serio. A mí me dolió mucho que las mismas mamás los mandaron a jugar. Yo dije, no vine a jugar sino a celebrar la misa. Y los llame a todos, junto a mí les dije: todo lo que yo haga ustedes también lo hacen. Si yo levanto las manos ustedes también; si yo rezo, ustedes también. Porque los mandan a jugar y termina en peleas, y de allí viene llorando llamando a la madre. Así, estando en la misa todos participan sin pelear. Y así pasó. Al verlos allí gozo de la presencia de los niños, porque digo ¿qué era este niño cuando tenía días, meses, un año, o aún antes, cuando empieza a tomar forma en el seno de la mamá. Y cuando tiene un par de días, una semanita, ese niño pequeñito, me alegro mucho. Ahora la tecnología permite ver algunas cosas y bien. Hasta puede verse pequeñito, guardado en el seno de la madre. De un video pude ver una cosa que se mueve al poco tiempo. Y le pregunto al doctor que me estaba mostrando, ¿qué es eso que late? Y es el corazón –me dijo- qué maravilla cuando empieza la vida, y me miraba pensando entonces pensaba cómo comienza nuestra vida con ese pequeño corazón que latirá hasta que me muera. Ese es el misterio de la vida que tenemos que pensar.
El día de la Virgen en Barranqueras le dije a las mujeres: ustedes que saben cuando están embarazadas o no, pongan la mano en la panza que las voy a bendecir. De igual manera, estando en Santa Fe, una madre embarazada me pidió que bendiga a la nueva criatura que llevaba ya unos meses. Le dí la bendición, ¿Y saben lo que me dijo esta mamá? Monseñor, apenas usted tocó mi panza la criatura saltó dentro mío. Y claro, no lo vemos, pero el niño o la niña ya está ahí. Y esto no es obra del obispo, es obra de la Gracia. Gracia que hace saltar de alegría a los que confían en Dios. Y lo dice el Evangelio de Lucas, cuando la Virgen visita a Isabel. ¿Acaso no saltaba de alegría el niño en el seno de esa madre? Por eso la bendición del niño, de ese misterio que está allí.
Yo amo mucho esta vida, y por ello he hecho hacer un póster para esta Navidad. En fondo rojo, como la sangre de Cristo. El Niño, es el centro de la vida. Y el chiquito dice “Gracias mami, por dejarme nacer”. El Niño diciendo gracias mamá porque me dejaste nacer. Ese es el mensaje que quería darle a ustedes en este día que han tenido la gentileza de invitar para esta celebración anticipada de la Navidad.
Mons. Frabriciano Sigampa, arzobispo de Resistencia
Fuente: AICA
Solo inspirado por el Esp. Sto. Mons. Sigampa
ResponderEliminarpudo hablar asi. Paso por todos los temas, dejando muy en claro, la defensa de la vida.
Ya llega, ya vien el Dios de la Vida, la Luz
del mundo...!
ETELVINA