"Juan estaba vestido con una piel de camello y un cinturón de cuero, y se alimentaba con langostas y miel silvestre. Y predicaba, diciendo:" (Mc 3,6)

5 de noviembre de 2010

Mons. Romanin: Jesús se ha hecho Pan para ser partido, compartido, comido para darnos su misma vida divina

Homilía de monseñor Juan Carlos Romanin, obispo de Río Gallegos e la misa celebrada con personas que participan de la Adoración Perpetua (Parroquia Sagrada Familia, Ushuaia, 29 de octubre de 2010)

Queridos hermanos todos:

Estoy muy contento de poder compartir con ustedes esta Santa Misa. Escuchar los testimonios y ver cómo Dios los va acompañando en esta iniciativa de poder adorarlo a lo largo de todos los días de cada una de las semanas del año, me hace muy feliz como padre y como obispo de ustedes. ¡Gracias P. Marcelo y gracias a todos ustedes por este regalo que nos hacen a toda la Diócesis! Dios los premie en abundancia.

 
1. Jesús Eucaristía

Parece una fábula y, en cambio, es la verdad. Dios se ha hecho pan en Cristo. ¡Dios viene a nosotros oculto en un pedazo de pan! La Eucaristía no es una cosa extraña: es la cosa más lógica del mundo, es la historia del amor más grande que se haya vivido en esta tierra por un hombre llamado Jesús.

Cuando miramos ese pan, cuando lo tenemos en nuestras manos, miramos y tenemos la pasión y muerte de Jesús por toda la humanidad. Ese pan y ese vino, “sangre derramada”, son la conmemoración de su muerte por nosotros. Son la proclamación de su resurrección, de la vida nueva que ya tenemos en nosotros. “Este es el pan bajado del cielo, no como el que comieron nuestros padres y murieron. El que come este pan vivirá eternamente.” (Jn 6, 57-58)

Jesús se ha hecho pan para ser partido, para ser compartido, comido. Se ha hecho nuestra comida para darnos vida, su misma vida divina. Nació en Belén, que en hebreo quiere decir “casa de pan”, y cuando comenzó a predicar a la multitud reveló que el Padre lo había mandado al mundo como “pan vivo bajado del cielo”, como “pan de vida”.

Por eso, en la adoración eucarística, recordamos la actuación de Jesús cuando comía con los excluidos e impuros, con los pobres y pecadores. Allí, recordamos la multiplicación de los panes y los peces en la que hubo pan para todos. Allí, entendemos que el pueblo de la nueva alianza es una fraternidad sin exclusiones. Allí, entendemos que los últimos  tienen los primeros puestos. Allí, en la presencia eucarística, entendemos que es el Señor quien nos constituye en una nueva familia, en la nueva fraternidad.

Al recibirlo, al adorarlo, su vida circula entre nosotros. Su amor misericordioso se prolonga a través de cada uno de nosotros.

2. Capilla de adoración

Ya la tienen construida y es hermosa! Les deseo que sea espacio sagrado de amistad y de alianza. Que sea el lugar donde se reúnen los discípulos con el Maestro. Estoy convencido que es allí donde nace una nueva comunidad.

Tenemos necesidad de un “discipulado eucarístico”, de ser discípulos y misioneros de la Eucaristía, no sólo en la dimensión piadosa, sino también, como expresión del amor donado, del sacrificio y de la cruz, del amor martirial en lo cotidiano. La Capilla del Santísimo es escuela de oración y de servicio para los que quieren ser verdaderos discípulos y misioneros de Jesús. Jesús Eucaristía desde ese lugar, fortalece la comunidad de los discípulos, y es, para la parroquia, una escuela de vida cristiana. Ayuda a crecer en santidad y a robustecer nuestra espiritualidad de comunión.

Desde allí Jesús nos sigue invitando a recorrer con Él el camino de los discípulos de Emaús. Se nos hace presente en medio nuestro como “compañero de camino”, comparte los acontecimientos de la vida, escucha con atención nuestros relatos, nos ayuda a entender lo sucedido, se queda con nosotros y se da a conocer. Es el Dios de la Vida que, en la Capilla del Santísimo, nos dice una vez más: “¡Levántate y come, porque todavía te queda mucho por andar!” (1 Rey 19,7)

3. Nosotros, adoradores

Somos sagrarios vivientes, felices de tener entre nosotros, y en nosotros, la presencia real del mismo Jesús. Pero no somos solamente guardianes de sagrarios, sino también responsables del proyecto eucarístico de la Última Cena: “ámense los unos a los otros…” Estamos llamados a ser servidores, a ser espacios sagrados, en relaciones fraternas y libres. Jesús se nos revela como el Maestro de amor y comunión. En la Última Cena nos enseñó a lavarnos los pies los unos a los otros. Para entender y asimilar esto, hay que dilatar el corazón a la medida del corazón de Jesús. Reconocer su presencia siempre nueva y amar a cada prójimo como lo ama Dios.

Jesús Eucaristía y el amor al prójimo

“Así como basta una sola hostia consagrada de los millones de hostias que hay en la tierra para alimentarnos de Dios, para adorarlo y amarlo, del mismo modo basta un hermano, el que Dios pone a tu lado, para adorar y amar al Jesús que está vivo en cada prójimo y prolongar así cada una de nuestras Eucaristía.” (Chiara Lubich)

La Eucaristía está íntimamente unida a la caridad. La comunión con Cristo exige “la comunión” con los hermanos. “La Eucaristía ha sido instituida para que nos convirtamos en hermanos… para que de extraños, dispersos e indiferentes los unos de los otros, nos volvamos uno, iguales y amigos.” (Pablo VI). Es imposible separar el Cuerpo sacramental de Cristo de su Cuerpo “total”, del que nosotros y toda la humanidad formamos parte.

La Eucaristía es una comida que nos compromete. El amor fraterno es la prueba de la autenticidad de nuestras Eucaristías y de nuestros momentos de adoración. Ante el Santísimo Sacramento asumimos el compromiso de “hacernos pan”, de “ponernos al lado del otro”. Donde hay pan compartido allí está Dios. Sin la caridad, la Eucaristía será siempre un culto vacío. Y la caridad sin la Eucaristía, se reducirá a una pura filantropía o acción social.

Hace unos meses, el Papa Benedicto XVI en su viaje a Malta, le decía a los jóvenes: “hemos de socorrer al pobre, al débil, al marginado. Tenemos que preocuparnos especialmente por los que pasan momentos de dificultad. Debemos atender a los discapacitados y hacer todo lo posible para promover la dignidad y la calidad de vida en todos los que precisan ayuda. Debemos prestar atención a las necesidades de los inmigrantes, de quienes están en situación de prostitución, tráfico y trata de personas y de quienes buscan asilo en nuestra tierra. Tender una mano amiga a creyentes y no creyentes. Es nuestra vocación del amor que hemos recibido…” (18 abril 2010)

Y el Santo Padre continua diciendo: “Este proceder cristiano tiene su fundamento en la muerte y en la resurrección de Jesús, que se hace presente cada vez que celebramos la Misa, en la que ofrece a todos la vida en abundancia.” (idem) En cada momento y espacio de adoración renovamos el compromiso de amarnos los unos a los otros como Jesús nos ha amado.

5. Con María, mujer eucarística

Hoy recordamos el cumpleaños de Mons. Eugenio Peyru, fundador de esta comunidad parroquial. Que él, entusiasta de la adoración eucarística, nos acompañe, desde el cielo, en la realización de su sueño de pastor. Que la Santísima Virgen María, mujer eucarística en toda su vida, nos enseñe a caminar por nuestras calles como verdaderos sagrarios vivientes, felices de llevar en nosotros la presencia real del mismo Jesús. Y que Ella nos enseñe a descubrirlo oculto en la Eucaristía y en el rostro de cada persona que vive con nosotros.

Mons. Juan Carlos Romanin, sdb, obispo de Río Gallegos
Fuente: AICA


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