El Santo Padre ha iniciado hoy, en la audiencia general, una nueva serie de catequesis sobre la oración en el libro de los Hechos de los Apóstoles y en las Cartas de san Pablo. La figura orante de María, según aparece en el libro de los Hechos -cuando espera junto a los apóstoles la venida del Espíritu Santo-, ha centrado la reflexión del Pontífice. Benedicto XVI ha explicado a los más de diez mil peregrinos reunidos en la Plaza de San Pedro que “con María inicia la vida terrena de Jesús, y con ella comienzan también los primeros pasos de la Iglesia. (…) Ella siguió con discreción todo el camino de su Hijo durante la vida pública hasta los pies de la cruz, y ahora acompaña, con una oración silenciosa, el camino de la Iglesia”.
Las etapas del itinerario de María desde la casa de Nazareth hasta el cenáculo de Jerusalén “están marcadas por la capacidad de mantener un perseverante clima de recogimiento para meditar todos los acontecimientos en el silencio de su corazón, ante Dios. La presencia de la Madre de Dios con los once, después de la Ascensión, (…) asume un valioso significado, porque con ellos la Virgen comparte lo más precioso: la memoria viva de Jesús en la oración”.
Después de la Ascensión de Jesús al cielo, los apóstoles se reúnen con María para esperar junto a ella el don del Espíritu Santo, sin el cual no se puede testimoniar a Cristo. “Ella, que ya lo ha recibido para generar al Verbo encarnado, comparte con toda la Iglesia la espera del mismo don. (…) Si no hay Iglesia sin Pentecostés, tampoco hay Pentecostés sin la Madre de Jesús, porque ella ha vivido de modo único lo que la Iglesia experimenta cada día bajo la acción del Espíritu Santo”.
El Papa recordó que el Concilio Vaticano II ha subrayado esta relación especial entre la Virgen y la Iglesia en la Constitución dogmática “Lumen gentium”: “Vemos los apóstoles antes del día de Pentecostés 'perseverantes con un solo corazón en la oración, con las mujeres y María la madre de Jesús' (Hechos 1,14) (…) El lugar privilegiado de María es la Iglesia, en la que es reconocida como (…) figura y excelentísimo modelo de fe y caridad”.
Por eso, “venerar a la Madre de Jesús en la Iglesia significa aprender de ella a ser comunidad que reza; ésta es una de las notas esenciales de la primera descripción de la comunidad cristiana delineada en los Hechos de los Apóstoles”.
Sin embargo, a menudo nuestra oración “está dictada por situaciones de dificultad, por problemas personales que llevan a dirigirse al Señor en busca de luz, confortación y ayuda. María invita a abrir las dimensiones de la oración, a dirigirse a Dios no solamente en momentos de necesidad y no sólo pidiendo por uno mismo, sino de modo unánime, asiduo, fiel, “con un corazón solo y una sola alma'”.
Benedicto XVI señaló también que “la Madre de Jesús ha sido colocada por el Señor en los momentos decisivos de la historia de la salvación, y ha sabido responder siempre con plena disponibilidad, fruto de una relación profunda con Dios madurada en la oración asidua e intensa. (…) Entre la Ascensión y Pentecostés, ella se encuentra 'con' y 'en' la Iglesia, en oración. Madre de Dios y Madre de la Iglesia, María ejerce su maternidad hasta el final de la historia”.
Como conclusión, el Papa afirmó que “María nos enseña la necesidad de la oración y nos indica que sólo con un lazo constante, íntimo, lleno de amor, con su Hijo podemos salir de 'nuestra casa' con valor para (…) anunciar en todas partes al Señor Jesús, salvador del mundo”.
Fuente. VIS - Vatican Information Service
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