"Juan estaba vestido con una piel de camello y un cinturón de cuero, y se alimentaba con langostas y miel silvestre. Y predicaba, diciendo:" (Mc 3,6)

14 de febrero de 2011

Mons. Cargnello: la austeridad y el testimonio de los sacerdotes


Homilía de monseñor Mario Cargnello, arzobispo de Salta en la misa de ordenación sacerdotal (11 de febrero de 2011, Memoria de Nuestra Señora de Lourdes)

Is 66,10-14; Sal. Jd 13, 18-19; 1 Pe 4, 7b-11; Jn 2,1-11


I

La celebración litúrgica de Nuestra Señora de Lourdes nos invita a la alegría. En efecto, la primera lectura, tomada del final del libro de Isaías (cap. 66), nos animaba:

¡Alégrense con Jerusalén y regocíjense a causa de ella, todos los que la aman!... Como un hombre es consolado por su madre, así yo los consolare a ustedes y ustedes serán consolados en Jerusalén"

Maria, icono el más perfecto de la Iglesia que camina hacia la consumación es fuente y prenda de alegría y de consuelo.

En esta Casa del Señor y de Maria, corazón de Salta, nos encontramos para beber en la fuente inagotable de la alegría. Queremos que nuestra alegría sea completa (cfr. 1 Jn. 1,4).
"Participar en la vida de Dios, Trinidad de Amor, es alegría completa. Y comunicar la alegría que se produce en el encuentro con la Persona de Cristo, Palabra de Dios presente en medio de nosotros, es un don y una tarea imprescindible para la Iglesia ".

Maria es la mater laetitiae, la madre de la alegría. Es la mujer feliz por excelencia, porque tiene fe, porque ha creído y en esta fe ha acogido en su seno al Verbo de Dios para entregarlo al mundo.
Con ella nos hemos reunido para profesar, celebrar y vivir la Eucaristía en la que el Deus Trinitas, que en sí mismo es amor y por ello la fuente inagotable de la alegría, se une plenamente a nuestra condición humana, dándose plena y gratuitamente.

La generosidad de Dios Padre, quiere desbordarse esta tarde porque al resplandecer en el corazón de la Iglesia aquí reunida, en su sobreabundancia, por la unción del Espíritu Santo, ha de sellar con un carácter especial, a estos tres hermanos nuestros, a Mario, Luis y Marcelo, y los configurara con Cristo sacerdote, de suerte que puedan obrar como en persona de Cristo Cabeza".

Que sea completa nuestra alegría. La Palabra de Dios puede convertir en signos vivientes de Jesús, cabeza de su Iglesia, a nuestros hermanos. Que sea completa nuestra alegría, Dios sigue estando con su Iglesia y, a través de ella, con toda la humanidad. Si, Dios es fiel a su Palabra. ¿Cómo no alegrarnos?

II

Dijimos que Maria es fuente también de consuelo.
En el Nuevo Testamento el consuela se da mediante agentes humanos, pero sólo es verdadero consuelo en cuanto viene de Dios. Dios es el "Dios de todo consuelo" (2 Cor 1,3) que hace que el compartir los sufrimientos sea un compartir el consuelo (1,5ss). El consuelo se deriva de la salvación presente y se encuentra a la luz de la liberación futura. Está ligado a la salvación y a la esperanza (Rom 15,4). Dios abre de par en par, por medio de su Palabra, la puerta oscura del tiempo, del futuro. Por eso, quien tiene esperanza vive de otra manera, ha sido consolado, se le ha dado una vida nueva.

Queridos Mario, Luis y Marcelo. Cuando fueron bautizados, a la pregunta del celebrante ¿que piden a la Iglesia de Dios para ustedes?, sus padres respondieron: La fe, la vida. Hoy la Iglesia acepta todo el camino de preparación que ustedes transcurrieron y aceptándolo como una pregunta presentada en la propuesta del Señor Rector del Seminario, acaba de decir: “Con la ayuda de Dios y de nuestro Salvador Jesucristo, elegimos a estos hermanos nuestros para el Orden presbiteral”. La Iglesia , en nombre de Jesús, acepta el pedido de ustedes. La incorporación al orden presbiteral los hará participar de la autoridad con que Cristo mismo edifica, santifica y gobierna a su cuerpo, que es la Iglesia. Por el ministerio de ustedes se consumará el sacrificio espiritual de los fieles en la Eucaristía en unión con el sacrificio de Cristo que Él ofrecerá por las manos de ustedes, hasta que venga. Por eso ustedes, en la liturgia que presidirán traerán el futuro definitivo al presente, al instante que muda y en el cual vivimos y serán con su vida y con su ministerio, signo de esperanza y por ello, hombres del consuelo. La fe y la vida recibidas en el bautismo se convertirán en ustedes en fuente de esperanza y de consuela para la fe y la vida de tantos hombres y mujeres que recibirán el servicio de su ministerio sacerdotal.

¿Cómo no alegrarnos, queridos hermanos todos, por semejante don del Señor? Consolémonos mutuamente, ciertos, seguros del amor de Dios que hoy se nos hace especialmente tangible en el don del sacerdocio ministerial.

III

Ustedes, queridos Mario, Luis y Marcelo, son los primeros depositarios de semejante don. Recuerden lo que la primera carta de Pedro (cap 4) nos enseño:

“Pongan al servicio de los demás los dones que han recibido, como buenos administradores de la multiforme gracia de Dios, El que ha recibido el don de la Palabra , que la enseñe como Palabra de Dios. El que ejerce un ministerio, que lo  haga como quien recibe de Dios ese poder, para que Dios sea glorificado en todas las cosas, por Jesucristo.

Pongan al servicio de los demás los dones que han recibido, como buenos administradores de la multiforme gracia de Dios. El don del sacerdocio nos ha sido dado para ponerlo al servicio de los demás. Pensar nuestro sacerdocio como fuente de pretendidos buenos reconocimientos o de status sociales es un error grave. Nosotros debemos reconocer la grandeza del don para cuidarlo con nuestro cotidiano crecer en la santidad que nos es dada por el Espíritu de santidad invocado en la oración consecratoria. La dignidad sacerdotal es un honor y en la misma medida es un onus, una carga, un compromiso. Si no estamos dispuestos a tomar en serio esto desvirtuamos la fuerza del don que procediendo del Padre se hace servicio en Cristo y nos pide la vida para seguir lavando los pies a los hermanos todos los días en todas nuestras actitudes. Cuanto el don recibido nos identifica más con Cristo, tanta mayor es la exigencia de ascender con El a la Cruz para resucitar en el servicio. Aquí se plantea un camino exigente y gozoso de maduración continua de nuestra vida humana y sacerdotal. El sacerdocio no es auto referencial. El sacerdocio nos pone en relación con Dios y con los hermanos, con la Iglesia y con la humanidad. Somos de Cristo para los hermanos y en esto se nos va la vida y encontramos la alegría convirtiéndonos en hombres del consuelo.

IV

“El que ha recibido el don de la Palabra, que la enseñe como Palabra de Dios". Dios habla y viene al encuentro del hombre de muy diversos modos, dándose a conocer en el dialogo. Cuando se refiere a la Revelación, el dialogo comporta el primado de la Palabra de Dios dirigida al hombre. El misterio de la Alianza expresa esta relación entre Dios que llama con su Palabra y el hombre que responde, siendo claramente consciente de que no se trata de un encuentro entre dos que están al mismo nivel. Tanto la antigua como la nueva Alianza son puro don de Dios que, mediante este don de su amor, supera toda distancia y nos convierte en sus “partners”, llevando a cabo así el misterio nupcial de amor entre Cristo y la Iglesia. Cada hombre se presenta como el destinatario de la Palabra , interpelado y "amado a entrar en este dialogo de amor mediante su respuesta libre. Dios nos ha hecho a cada uno capaces de escuchar y responder a la Palabra divina. Hemos sido creados y vivimos en la Palabra, ella nos revela que somos hijos y hermanos y es Cristo, Palabra divina quien nos conforma y nos transforma.

En esa corriente viva de la Palabra de Dios que nace en el Padre y a Él regresa esta su Iglesia y estamos nosotros, sacerdotes, ministros de la Palabra de Dios, ungidos y enviados para anunciar a todos el Evangelio del Reino, llamando a cada hombre a la obediencia de la fe y conduciendo a los creyentes a un conocimiento y comunión cada vez más profunda del misterio de Dios. Revelado y comunicado a nosotros en Cristo, Por eso nosotros, sacerdotes debemos cultivar una gran familiaridad personal con la Palabra de Dios. Nuestras palabras, decisiones y actitudes deben convertirse en transparencia, anuncio y testimonio del Evangelio. Como enseña Benito XVI citando a Juan Pablo II: “solamente permaneciendo en la Palabra, el sacerdote será perfecto discípulo del Señor; conocerá la verdad y será verdaderamente libre”. Nuestra inmersión en la Palabra de Dios nos sumerge en Dios, nos santifica en la Verdad, nos pone dentro del único sacerdote de la Nueva Alianza , Jesucristo. ¡Qué tarea la nuestra, que responsabilidad! Pero, al mismo tiempo, que gozo!

V

"El que ejerce un ministerio, que lo haga como quien recibe de Dios ese poder, para que Dios sea glorificado en todas las cosas, por Jesucristo." Enseña el Concilio Vaticano II que "los presbíteros son consagrados por Dios... a fin de que, hechos de manera especial participes del sacerdocio de Cristo, obren en la celebración del sacrificio como ministros de Aquel que en la liturgia ejerce constantemente, por obra del Espíritu Santo, su oficio sacerdotal a favor nuestro". La liturgia es el ámbito privilegiado en el que Dios nos habla en nuestra vida. La Palabra de Dios, expuesta continuamente en la liturgia, es siempre viva y eficaz por el poder del Espíritu Santo, y manifiesta el amor operante del Padre, amor indeficiente en su eficacia para con los hombres. Es necesario, por lo tanto, que nosotros los sacerdotes, advirtamos esta fuerza operante de la Palabra en la liturgia que presidimos y desde la que servimos a los fieles.

El Cuerpo entregado y la Sangre derramada en la Eucaristía son el Cuerpo y la Sangre santísimos del Señor, pero deben ser también nuestros cuerpos dados en cada instante con el sudor de una sangre que se derrama en el servicio, en la vida virtuosa, testimonial, gozosa. ¡Cuánto debe mover nuestra piedad celebrar la Eucaristía y cada uno de los sacramentos! ¡Qué cuidadosos debemos ser en el respeto de lo que la Iglesia nos pide para celebrarlos! ¡Qué impulso hemos de recibir en cada Eucaristía para que la vida sea coherente con ella en el servicio y en la entrega! Un autor espiritual decía que el sacerdote es un hombre comido. ¡Cuánto debemos crecer cada día en este espíritu de entrega, sobre todo a los más pobres, a los que no tienen voz, a los enfermos, a los necesitados!

VI

En la proclamación del Evangelio hemos escuchado el relato de las bodas de Caná, Juan (cap 2) nos decía:

Y la madre de Jesús estaba allí... Y como faltaba vino, la madre de Jesús le dijo: “No tienen vino” Jesús le respondió: “Mujer, ¿qué tenemos que ver nosotros? Mi hora no ha llegado todavía”. Pero su madre dijo a los sirvientes: “Hagan todo lo que  Él les diga”.

María quiere acompañar a su Hijo quien regala a su Iglesia tres nuevos sacerdotes, tres nuevos presbíteros. Incorporados al ser mismo de Jesús, cabeza de la Iglesia , los sacerdotes debemos ser testigos de la alegría de las bodas del Señor con su Iglesia. Testigos y servidores. El sacerdocio es la fuente de un ministerio que debe ser alegría para los hermanos.

El testimonio de una vida célibe, libre, totalmente entregada a todos, sin particularismos que redujeran nuestra oblación es, debe ser, la garantía del amor de Dios para cualquiera que se acerque a nosotros. Vivan su celibato sin miedo, sin menosprecios, sin frustraciones, en plenitud de amor a Dios y al prójimo. El celibato no nos hace menos hombres, al contrario, plenifica la dimensión esponsal y la paternidad de un hombre como sucedió con el Señor Jesús y aprendiendo en la escuela de la Virgen.

El testimonio de una vida austera, cuidadosa de los bienes de la Iglesia, transparente, no interesada en el confort sino radical en el servicio nos capacitara para generar espacios de verdadera libertad a nuestro alrededor, nos hará sensibles a las necesidades de todos, nos hará testigos de la esperanza.

Vivir el sacerdocio desde la conciencia de nuestra pertenencia a un presbiterio, a una Iglesia particular, a esta Iglesia de Salta, nos permitirá vivir la obediencia como desarrollo de nuestra libertad, sin falsos complejos, sin alimentar ambiciones que nos llevan a competir, a aislarnos.

Crecer cada día en la madurez sacerdotal en la oración fiel, en el cumplimiento estricto y delicado de nuestro deber, nos permitirá ser felices mas allá de las cruces y de los sinsabores.

Y así, escuchando de labios de Nuestra Señora del Milagro el “hagan lo que Él les diga”, aceleraremos nuestro ir a Jesús, el Señor del Milagro, el Señor bello, el Buen Pastor, que quiere, a través nuestro, seguir dando la vida por sus ovejas, para que la alegría de todos sea completa. Amén.

Mons. Mario Cargnello, arzobispo de Salta

Fuente: AICA

1 comentario:

  1. Anónimo14.2.11

    HERMOSA LA HOMILIA DE MONS.CARGNELLO...TODOS LOS
    SACERDOTES DEBERIAN SER ASI, "SANTOS COMO EL PADRE ES SANTO" Y FIELES TESTIMONIOS DE SU VOCACION Y DE LA PALABRA UN DIA EMPENIADA...!

    ETELVINA

    ResponderEliminar

Diálogo significa que hay más de una razón para exponer, una conversación entre dos o más personas que manifiestan sus ideas y afectos, también puede ser una discusión. El diálogo nos enriquece, por lo tanto: ¡bienvenida y bienvenido a dejar tu comentario en miel y langostas!

(Por favor, no publicidades ni SPAM)

Visita el Blog desarrollo biblico

Blog desarrollo bíblico


Llamá al (011) 4956-2399 y comunicate con nosotros

"Cómo interpretar la Biblia"

Auspiciado por el Departamento de Pastoral Bíblica Junta Catequística Arquidiocesana de Buenos Aires.