"Juan estaba vestido con una piel de camello y un cinturón de cuero, y se alimentaba con langostas y miel silvestre. Y predicaba, diciendo:" (Mc 3,6)

20 de diciembre de 2010

Mons. Romanín: la Palabra de Dios nos alienta a construir una sociedad sobre las bases sólidas de la justicia y de la paz

Homilía de monseñor Juan Carlos Romanin, obispo de Río Gallegos, en la celebración de acción de gracias por el 125º aniversario de la Ciudad de Río Gallegos (19 de diciembre de 2010)

Queridos hermanos todos:

Como Iglesia que peregrina en estas tierras patagónicas nos unimos en la oración para dar gracias a Dios por la vida de los habitantes que nos precedieron, la vida de quienes habitamos el presente y la vida de las nuevas generaciones y las por venir de quienes somos responsables en nuestra querida ciudad de Río Gallegos, capital de la Provincia de Santa Cruz.
Queremos asumir la compleja “herencia cultural” de nuestro pueblo en una perspectiva histórica, humana y cristiana. Aceptamos este desafío defendiendo y asumiendo los valores auténticos y verdaderos que están grabados en nuestra propia existencia, en cada uno de los sectores e instituciones, ayudándonos a buscar la verdad, a gozar de la fraternidad y de la belleza.

 
Reconocemos que todo tiene su fundamento en el valor absoluto de Dios, el Bien Supremo, “el Camino, la Verdad y la Vida.”, que se hizo hombre para “anunciar la liberación a los cautivos y dar la libertad a los oprimidos, y proclamar un año de gracia del Señor.” (Lc. 4, 18-20)

La Palabra de Dios, desde el salmo 84, nos anima a mirar nuestra historia con ojos de esperanza y nos alienta a construir una sociedad sobre las bases sólidas de la justicia y de la paz: Voy a escuchar lo que dice el Señor:
“Dios anuncia la paz
a su pueblo y a sus amigos
y a los que se convierten de corazón.” (Salmo 84)
Río Gallegos hoy también tiene necesidad de escuchar al Señor. Dios quiere anunciarle su mensaje de paz, porque aquí tiene a su pueblo y a sus amigos. Nosotros nos ayudamos a convertirnos de corazón para poder generar entre todos tiempos nuevos y fecundos.
Esta ciudad nació y se conformó con la intrepidez y la decisión hecha esperanza de muchos. Hoy quizás nos vemos agobiados por dificultades y problemas que aparecen y nos hablan de un futuro incierto, sin expectativas de salida, sin esperanza lúcida y creíble, o de silencios que hablan más fuerte que las mismas palabras.

En el trato personal, en el “uno a uno”, en el caminar las calles, se escucha el deseo de encontrar las puertas abiertas para poder realizar ilusiones y sueños, compartiendo indistintamente maneras diversas de pensar, incluso a nivel político o religioso.

En nuestra ciudad capital, hay muchas heridas de ayer y otras más recientes que necesitan sanarse. Es impostergable seguir construyendo una convivencia serena y fraterna, que tome su fuerza del bagaje moral de nuestro pueblo, dándonos confianza para comprometer nuestra vida en garantizar justicia y dignidad para todos, respeto y deseos de reconciliación sin resentimientos.
La resolución pacífica de los conflictos, el vivir en democracia y el defender y desarrollar los derechos humanos, son los desafíos urgentes que tenemos por delante en estos días.

El reconocimiento de Dios, Señor de la Historia, como lo hicieron nuestros antecesores, es la garantía y la base sobre la que se construye nuestra sociedad. La invocación a Dios como Padre nos ayuda a respetarnos y a reconocernos como hermanos.

Es por eso que hoy los invito a reafirmar el derecho primario a la vida, como a la integridad física y moral de toda persona. A recuperar la vigencia y el sentido de los valores morales como fundamento de la convivencia social. A trabajar por la dignidad humana, para erradicar la pobreza y promover el desarrollo integral.

Renovemos el compromiso por el bien común y el fortalecimiento del Estado y las Instituciones de la democracia. Como hemos afirmado tantas veces, sólo el diálogo sincero es el camino que nos aleja del enfrentamiento y de la violencia. El compromiso de la Iglesia con el diálogo nace de la fe en Jesucristo y en la verdad del Evangelio. Esto nos obliga a priorizarlo en todos los órdenes de nuestra convivencia.

En la Navidad del Bicentenario recemos al Niño Jesús que nació en una familia pobre y sin lugar entre las casas de Belén.
A su vez, como Iglesia católica de Río Gallegos, que nació el 10 de abril de 1961, queremos aportar lo mejor de nuestros ideales, proyectos y, en este año cincuentenario, lo más valioso de nosotros mismos, bajo la acción fecunda del Espíritu Santo.

Pidamos a la Virgen de Luján, patrona de nuestra ciudad, que siempre nos acompañó a lo largo de nuestra historia, que continúe con su intercesión permanente ante Dios Padre. Cuide a cada una de nuestras familias. Haga de Río Gallegos un lugar digno donde todos los que vivimos aquí podamos compartir días felices, llenos de la presencia siempre nueva de Dios. Presencia que, en tiempos de Navidad nos recuerda que en ese pesebre nació, para cada uno de nosotros, la posibilidad más divina: que no es otra que la de ser profunda y entrañablemente humanos.
Amén. Que así sea.

Mons. Juan Carlos Romanin, sdb, obispo de Río Gallegos

Fuente: AICA

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