Mensaje de monseñor Carlos Humberto Malfa, obispo de Chascomús, para la Navidad 2010
Que los cielos derramen al rocío; que las nubes hagan llover al Justo, que se abra la tierra dormida de nuestro corazón frío y cerrado y germine allí nuestro Dios… Ven pronto, Señor, ¡Ven Salvador! (del himno gregoriano Rorate Coeli).
1. La Navidad es la iniciativa amorosa y la respuesta de Dios a la necesidad de salvación de la humanidad, “tanto amó Dios al mundo que les dio a su Hijo único… para que el mundo se salve por Él” (Jn. 3, 16-17). Navidad es la manifestación y presencia de este amor de Dios manifestado en Jesús, el Emanuel, el Dios con nosotros, el Dios que nos salva asumiendo nuestra entera humanidad.
San Gregorio Nacianceno (330-390) nos anuncia e invita a celebrar la verdad de la Navidad: “Cristo ha descendido del cielo: ¡Salgamos a su encuentro! Cristo ha nacido: ¡Glorifiquémoslo! Cristo está en la tierra: ¡Exaltémoslo! Cristo se ha encarnado: ¡Alegrémonos!”
Esta verdad del amor de Dios encuentre eco en todos nosotros, pienso en quienes han abandonado la fe o ésta se ha debilitado o confundido, en quienes se han alejado de la Madre Iglesia, en los que buscan el sentido de la vida, el Señor nos dice a todos: “Estoy a la puerta llamando: si alguien oye y me abre, entraré y comeremos juntos” (Ap. 3, 20). Y será Navidad por el encuentro renovado con Cristo.
“Encontraron a María, a José y al Niño acostado en el pesebre” (Lc. 2, 16).
2. Jesús nace en una familia pobre y perseguida, trabajadora y creyente, llena del amor de Dios. Navidad es Dios que nace en una familia. Cuando el siervo de Dios Pablo VI, fue como peregrino a Tierra Santa expresó: “Que Nazaret nos enseñe el significado de la familia, su comunión de amor, su sencilla y austera belleza, su carácter sagrado e inviolable, lo dulce e irreemplazable que es su pedagogía y lo fundamental e incomparable que es su función en el plano social”. Aquí está la cuna de la civilización del amor y de la paz, la fuente del futuro con esperanza para la humanidad, la familia transmisora de amor y de vida, de fe y virtudes sociales.
“Un niño nos ha nacido, un hijo se nos ha dado” (Jn. 9, 6); “En la Palabra estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres” (Jn. 1,4); “La vida se manifestó y nosotros la hemos visto” (1Jn. 1,2).
3. La Navidad es el Evangelio de la salvación y la dignidad humana. Nos llama a contemplar con estupor el milagro y el misterio de la vida, a descubrir y maravillarnos por este don lleno de gratuidad y belleza. No solo al creyente, también todo hombre y mujer que busca el bien y la verdad reconoce una “huella” indeleble en el sagrario de su conciencia y de su corazón acerca del valor sagrado de la vida humana. ¿Podemos hacer depender de decisiones políticas o consensos sociales el derecho a nacer de la vida inocente? ¡Cuánto brilla aquí la misión dignificante e irreemplazable de la mujer, su honda capacidad de compasión para asumir desde el amor el dolor y la esperanza de los otros, su fortaleza, intuición y creatividad en el cuidado entrañable de la vida y la niñez!
Acoger la vida concebida, dar tiempo al enfermo incurable, acompañar con paciencia al anciano, sus expresiones de un amor que dignifica al que lo da y al que lo recibe.
En la carta de Adviento les sugerí y reitero ahora, la lectura de la Encíclica de Juan Pablo II “El Evangelio de la Vida” (Evangelium Vitae) que dice: “¡Respeta, defiende, ama y sirve a la vida, a toda vida humana! ¡Sólo siguiendo este camino encontrarás justicia, desarrollo, libertad verdadera, paz y felicidad! (E.V. 5).
“El pueblo que andaba en tinieblas vio una gran luz” (Isaías 9,1).
“La luz brilló en las tinieblas y las tinieblas no la comprendieron” (Jn. 1, 5).
4. A la luz de la vida de Jesús se opusieron las tinieblas de la cruel violencia encarnada por Herodes y sus seguidores de todos los tiempos “que atentaban contra la vida del Niño” (Mt. 2, 19) imagen de todas las violencias: aborto, desnutrición, abandono, exclusión, abuso y pornografía infantil, niños de la calle, tortura, droga, trabajo infantil, migración, desarraigo… La Navidad nos llama también al cuidado de la inocencia de los niños, a devolverles la dignidad.
La luz de Belén nos sigue iluminando para transformar todas esas situaciones, no sólo a los seguidores de Jesús sino también a tantos hombres y mujeres que creen en la fuerza del amor y trabajan con alegría en la esperanza de hacer de la infancia la época feliz que el niño merece.
Jesús ama a los niños con predilección: “Dejen que los niños se acerquen a mí porque de ellos es el Reino de los cielos” (Mc. 10, 14). No solo los toma en sus brazos y los bendice y los compara con el Reino de Dios sino que también se identifica con ellos: “el que a ellos recibe, a mí me recibe” (Mc. 9, 37) y de Él es también la gravísima advertencia: “pobre el que escandalizare a uno solo de estos pequeños” (Mc. 9, 42).
Queridos hermanos y hermanas: encarnemos la Navidad en la alegría y la fortaleza de la familia, la dignidad de la vida humana, el cuidado de los niños.
¡Feliz Navidad!
Mons. Carlos Humberto Malfa, obispo de Chascomús
Fuente: AICA
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