Este mediodía se presentó en la Oficina de Prensa de la Santa Sede el Mensaje del Santo Padre para la XLIV Jornada Mundial de la Paz (1 de enero de 2011), sobre el tema: “La libertad religiosa, camino para la paz”. Participaron en la rueda de prensa: el cardenal Peter Kodwo Appiah Turkson, el obispo Mario Toso, S.D.B., monseñor Anthony Frontiero y Tommaso Di Ruzza, respectivamente presidente, secretario y oficiales del Pontificio Consejo Justicia y Paz.
El cardenal Turkson explicó que el mensaje de este año comienza “con una referencia al ataque contra los cristianos en Irak, y a continuación presenta el sentido de la libertad religiosa y las diversas maneras en que éste modela la paz y sus experiencias. Sigue con una reflexión sobre la paz como don de Dios y al mismo tiempo obra de los hombres y mujeres de buena voluntad, y, sobre todo, de los creyentes”.
“La libertad religiosa –dijo- es el tema del Mensaje del Papa para la Jornada Mundial de la Paz no sólo porque ese tema es esencial a la doctrina social católica, sino también porque la vida de la libertad religiosa -una vocación básica del ser humano y un derecho fundamental, inalienable y universal, y clave para la paz- sigue siendo objeto de amenazas: por parte del secularismo agresivo, que es intolerante a Dios y a cualquier forma de expresión de la religión; del fundamentalismo religioso, de la politización de la religión y de la imposición de religiones de estado; del nacimiento de un relativismo cultural y religioso que se está haciendo cada vez más presente e insistente en nuestros días”.
El purpurado puso de relieve que el Santo Padre, en su mensaje, “ve a la salvaguardia de la libertad religiosa en nuestro mundo multicultural, multirreligioso y secularizado como una de las maneras de salvaguardar la paz”.
Tras recordar que “una de las tareas importantes que nuestro mundo se fijó después de la II Guerra Mundial fue la formulación, aprobación y promulgación de la Declaración Universal de los Derechos Humanos (diciembre 1948), el cardenal subrayó que Benedicto XVI elogió la Declaración, pero al mismo tiempo mostró su preocupación “por el aumento de los casos de negación de la universalidad de estos derechos en nombre de diferentes puntos de vista culturales, políticos, sociales e incluso religiosos”.
“La libertad religiosa –continuó- no es un derecho concedido por el Estado”, sino que deriva “de la ley natural y de la dignidad de la persona, que están enraizadas en la creación. Al contrario, el Estado y las otras instituciones públicas, como recuerda Benedicto XVI, tienen que reconocerlo como intrínseco a la persona humana, como elemento indispensable para su integridad y la paz”.
El presidente de Justicia y Paz señaló que “la libertad religiosa es un deber de la autoridad pública; (…) no es un derecho ilimitado. (…) Se refiere principalmente a la libertad del hombre para expresar su ser “capax Dei”: su libertad para responder a la verdad de su naturaleza en cuanto creado por Dios y creado para la vida con Dios, sin coerción o impedimentos. Es aquí donde el hombre encuentra su paz y se convierte en instrumento de paz”.
“La libertad religiosa –continuó- no implica que todas las religiones son iguales. Tampoco es un motivo para el relativismo religioso o el indiferentismo. La libertad religiosa es compatible con la defensa de la propia identidad religiosa contra el relativismo, el sincretismo y el fundamentalismo: todas las formas de abuso de la libertad religiosa”.
Tras hacer hincapié en que “la libertad religiosa no se limita al libre ejercicio del culto”, señaló que “existe una dimensión pública, que otorga a los creyentes la oportunidad de contribuir en la construcción del orden social”.
“Negar el derecho a profesar la propia religión en público y el derecho a trabajar para que las verdades de la fe inspiren también la vida pública, tiene consecuencias negativas sobre el verdadero desarrollo”.
El cardenal Turkson destacó que “el ejercicio del derecho a la libertad religiosa como un camino hacia la paz implica el reconocimiento de la armonía que debe existir entre las dos áreas y formas de vida: privado y público, individuo y comunidad, persona y sociedad. (…) En consecuencia, el desarrollo y el ejercicio de la libertad religiosa es también la tarea de la propia comunidad”.
Refiriéndose posteriormente a relación entre libertad religiosa y Estado, afirmó que “aunque la libertad religiosa no es establecida por el Estado, éste sin embargo tiene que reconocerla como intrínseca a la persona humana y a sus expresiones públicas y comunitarias. Este reconocimiento de la libertad religiosa y el respeto de la dignidad innata de cada persona también implica el principio de la responsabilidad de protección por parte de la comunidad, la sociedad y el Estado”.
“Los llamamientos de la Iglesia a la libertad religiosa no se basan en una simple solicitud de reciprocidad por parte de una comunidad de creyentes dispuesta a respetar los derechos de otras comunidades a condición de que respeten los derechos de los propios miembros. Al contrario, los llamamientos a la libertad religiosa se basan en la dignidad de las personas. Respetamos los derechos de los demás porque es lo correcto; no a cambio de su equivalente o por un favor concedido. Al mismo tiempo, cuando otros sufren persecución a causa de su fe y práctica religiosa, les ofrecemos la compasión y la solidaridad”.
El cardenal Turkson terminó poniendo de relieve que “todo anuncio del Evangelio (…) es un esfuerzo por despertar la libertad (libertad religiosa) del hombre por desear y abrazar la verdad del Evangelio. Esta verdad del Evangelio, sin embargo, es única, porque es la verdad que salva. (…) La evangelización y el desarrollo de la labor misionera, por tanto, no se contradicen ni se oponen al sentido de la libertad religiosa”.
El obispo Mario Toso afirmó que con este mensaje Benedicto XVI invita, en particular, “a profundizar en la verdad del derecho a la libertad religiosa, o sea sus implicaciones antropológicas, éticas, jurídicas, políticas, civiles y religiosas”. “Más allá de la mera tolerancia -subrayó el prelado- la libertad religiosa es la médula de toda moralidad y libertad, del respeto recíproco, de la paz”.
En el texto, además se critican de igual modo “el fanatismo, el fundamentalismo y el laicismo porque ignoran la esencia de la libertad religiosa que es búsqueda, libre y comunitaria, de la verdad transcendental”.
“Para la Iglesia -terminó el obispo-, el diálogo entre los seguidores de las diversas religiones constituye un estímulo importante para colaborar con todas las comunidades religiosas en la promoción de la paz. Así, en un mundo globalizado, que se caracteriza por sociedades cada vez más multiétnicas y multiconfesionales, las grandes religiones pueden constituir no un problema sino un recurso, un factor crucial de unidad y concordia”.
Fuente: VIS - Vatican Information Service
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