"Juan estaba vestido con una piel de camello y un cinturón de cuero, y se alimentaba con langostas y miel silvestre. Y predicaba, diciendo:" (Mc 3,6)

30 de diciembre de 2010

Las villas de emergencia porteñas están superpobladas por hermanos latinoamericanos

Mons. Casaretto

Texto completo del artículo


Los argentinos, en las semanas previas a la Navidad, hemos vivido momentos de mucha tensión: muertes, ocupación de tierras, lucha de pobres contra pobres, actitudes de rechazo a nuestros hermanos de países limítrofes. Situaciones que generan una incertidumbre hacia el futuro. Estos hechos interpelan nuestras propias vidas. Como cristiano y sacerdote, dirijo en primer lugar mi mirada hacia Jesús y la Navidad nos recuerda que El mismo vivió situaciones parecidas.

Leemos en el Evangelio de San Lucas que "María dio a luz a su hijo primogénito, lo envolvió en pañales y lo acostó en un pesebre porque no había lugar para ellos en el albergue" (Lc. 27). María y José llegaron, como tantos provincianos, a una ciudad desconocida que los recibió en sus márgenes. Se alojaron en un pesebre rodeado de pastores que eran las personas más pobres de su tiempo. También nos dicen los evangelios que al poco tiempo de nacer, María y José tuvieron que huir a Egipto y vivir en esa tierra como extranjeros (Mt. 2,14).

En estos días se ha puesto muy de manifiesto la situación de tantos hermanos provenientes del interior o de otros países de América que pueblan nuestras villas de emergencia. A pesar de que tenemos las puertas abiertas para recibir a todos los hombres y mujeres de buena voluntad, no hemos generado los contextos dignos para albergarlos. Como vemos, ya el niño Jesús conoció la situación de todos estos hermanos nuestros. Conoció la marginación y la condición de exiliado.

Una mirada cristiana tiene que encontrar el rostro de Jesús en ellos. El mismo dijo que cada vez que asistamos a uno de nuestros hermanos más pobres, lo estamos asistiendo a El. Por eso, esta situación es una fuerte apelación a nuestras conciencias. No podemos tener respuestas superficiales que contradicen lo que, como Nación, hemos asumido en nuestra Constitución. Si tenemos las puertas abiertas, debemos generar contextos que faciliten la integración de los hermanos que quieren vivir entre nosotros.

Estos hechos manifiestan que la pobreza y la exclusión social se han instalado estructuralmente entre nosotros y constituyen un núcleo duro, fruto de la negación del problema y de imprevisiones a lo largo de muchos años. Todas las explicaciones parciales, como por ejemplo que nuestros hermanos que ocuparon terrenos fueron manipulados, o que actuó el "punterismo" político, o que se trata de usar a los pobres para negocios inicuos (narcotráfico, alquileres ilegales), no son suficientes. Si no existiera un núcleo duro de pobreza, estas ocupaciones serían imposibles de canalizar. La realidad es que todas estas personas están viviendo en una situación de mucha indignidad y por eso es lógico que busquen contextos que les permitan vivir mejor.

Las soluciones no se hicieron presentes hasta que no se pudo concretar algún acuerdo entre la Nación y la ciudad. Hace ya mucho tiempo que desde las iglesias y credos, y desde muchas fuerzas vivas de nuestra sociedad, venimos pregonando la necesidad de acuerdos profundos entre la dirigencia, que permitan canalizar políticas de Estado permanentes. Lo que ha pasado es un ejemplo de que el camino para encontrar soluciones pasa por el acuerdo, el encuentro y la comunión.

El hacinamiento unido a la proliferación del juego y de la droga es un cóctel que debemos desactivar. Muchas veces los argentinos nos preocupamos sólo cuando los problemas golpean a nuestra propia puerta. Lo que ha pasado en Villa Soldati nos dice a las claras que la gran salida pasa por una serie de políticas relativas a la educación, la vivienda, el régimen laboral, la política migratoria, entre otras. No vamos a tener la seguridad que ansiamos hasta que no logremos políticas que hagan posible un estado de legalidad.

Merece una especial preocupación por parte de todos nosotros encontrar los canales para perseguir el narcotráfico. La droga es uno de nuestros peores enemigos. Si no enfrentamos con fuerza esta problemática difícilmente podamos encarar con seriedad la erradicación de la pobreza.

Volvemos al principio. La Navidad nos habla de un Dios que trajo la salvación desde muy abajo. El, desde el corazón y la vida de tanto hermanos sufrientes, cuestiona la inequidad que se ha instalado entre nosotros con diferencias abismales entre quienes viven en contextos de exclusión y los que de uno u otro modo podemos responder eficazmente a las necesidades que nos permiten vivir como personas.

El único camino posible para vencer esa tendencia, tan instalada entre nosotros, de enfrentarnos acrecentando nuestra fragmentación, es el que está signado por el ejercicio del diálogo, la comunión y la voluntad de generar encuentros y consensos.

Fuente: AICA

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