"Juan estaba vestido con una piel de camello y un cinturón de cuero, y se alimentaba con langostas y miel silvestre. Y predicaba, diciendo:" (Mc 3,6)

19 de noviembre de 2010

Mons. Mollaghan: desde la Cruz, Jesucristo nos mira y ama; no nos quita nada y nos da todo


Homilía de monseñor José Luis Mollaghan, arzobispo de Rosario en la misa de acción de gracias por los 100 años de Pueblo Andino (Iglesia San Juan Bautista, 16 de noviembre de 2010)

1. Celebramos un aniversario centenario. Y por ello los felicito por este feliz acontecimiento. Agradezco personalmente al Señor Jefe comunal, a las autoridades de la Provincia y de la región; a las instituciones civiles y a las fuerzas de seguridad, a la Iglesia, donde estamos reunidos para celebrar este día.
¿ Porqué damos gracias  al cabo de estos cien años de historia?. En la visión cristiana cada jubileo personal o institucional —el 25° aniversario del matrimonio, llamado «de plata», o el 50°, denominado «de oro», o el 60°, «de diamante»— constituye un particular año de gracia para la persona que lo celebra, generalmente unido a los sacramentos cristianos. Pero también se aplica a una institución o comunidad que lo celebra, “al centenario o al milenio de fundación de una ciudad o de un municipio” (Juan Pablo II, NMA, nº 15). Todos estos jubileos personales o comunitarios tienen un papel importante y significativo en la vida de los individuos y de las comunidades.
Nuestra acción  de gracias, entonces, mira a  nuestra tierra, a nuestras familias, a nuestra fe y cultura, al pasado y al futuro, marcado por la esperanza. Por todo aquello que nos movió a vivir formando parte de esta sociedad. Esta cultura de la vida, de la familia, del trabajo, enriquecida por los valores cristianos se extiende  a todos, como de hechos en nuestros pueblos, enriquecidos por las diversas colectividades, que con sus familias, costumbres y con su vida religiosa,  han ido integrando nuestra nación. Así han formado una cultura, que se manifiesta en los valores que vive, y en la razón profunda de su existencia.
Queremos socialmente crecer siempre en la unidad; que debe darse por una disposición interior que busque con sinceridad el bien común, que consiste en un conjunto de condiciones de la vida social que hacen posible a las asociaciones y a cada uno de sus miembros el logro más pleno  de su propia vida. Lo hacemos justamente en medio de otro aniversario muy importante  que es el Bicentenario de  la Patria.

2. Queremos una comunidad  solidaria, que procure realmente el bienestar de todos, sin despreciar ni excluir a nadie. La enseñanza de Jesús sobre las bienaventuranzas que leímos en el Evangelio, es una fuente de inspiración para nuestro comportamiento con los demás; y de este modo la vida cristiana que nos mueve,  se debe expresar no solo  en las virtudes personales, sino también en las virtudes sociales y políticas" (Benedicto XVI, 13. V.2007).
Bienaventurados los limpios de corazón, Bienaventurados los mansos de corazón, Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, bienaventurados los misericordiosos…Cada bienaventuranza de Jesús, nos muestra el camino de la verdadera felicidad, que no está en última instancia definitivamente aquí, sino en el cielo. 
También lo es, en esta ocasión, como acabamos de escuchar en la Carta de san Pablo, la enseñanza sobre la Cruz en la que siempre nos gloriamos. En Jesucristo Dios no sólo habla al hombre, sino que lo busca. La Encarnación del Hijo de Dios testimonia que Dios busca al hombre. ¿Por qué lo busca? Porque ama al hombre, que  se había alejado de El (cfr. NMA, 6.7). El hombre ha dejado de amar, de perdonar, de mirar a su hermano: El hombre ha dejado  de mirar a Dios.
Por eso esta celebración es una ocasión propicia para bendecir la nueva cruz de la Iglesia, al cumplirse los cien años del querido pueblo de Andino. Porque justamente  desde la cruz, Jesucristo nos mira y nos ama; no nos quita nada, ni libertad, ni derechos; sino que al contrario nos da todo, y nos recuerda su entrega por nosotros.
En la cruz, ante todo,  encontramos siempre de nuevo la expresión de perdón  que  Jesús tiene ante aquella mujer del Evangelio: “el que esté libre de pecado, que tire la primera piedra”,   para devolver la dignidad a quien la había perdido, para redimir al que obró mal, para enseñarnos el lenguaje del   perdón.
El perdón de Dios es el lado más novedoso y contundente del amor cristiano. Y este perdón está en la cruz, en la que Jesucristo perdonó a todos. Dio la vida por nosotros. Y de este modo le ofrece a la humanidad un lenguaje nuevo: ámense unos a otros; inclusive a sus enemigos.
El posible que el  mensaje del amor y del perdón desde la cruz,  pueda  resultar pesado para una sociedad, o para una cultura que respiran rencor o resentimiento. Para éstas, tal vez sea más fácil darle acceso a la revancha,  o a la reacción que responde agresivamente a la agresión. Pero en cambio, si se busca una vida más humana y fraterna, el símbolo del perdón en cambio, toca lo más profundo del corazón, confunde a quien no quiere dejar un lugar para la bondad, y le hace levantar su mirada  hacia Dios, rico en misericordia.
Jesús desde la cruz nos enseña a todos, nos manifiesta  que dió su vida por nosotros, con un lenguaje que llega a lo profundo de la fe, pero que también  transciende la creencia personal y se transforma en un símbolo de amor para todos, personalmente  y para nuestra sociedad. Por eso el símbolo del amor está presente, no sólo en la capilla o en la iglesia, sino también  donde  mucho lo necesitamos: en la escuela, en el geriátrico, en el hospital, en el en los lugares de recreación, en la cárcel, y allí donde se busca ejercer la justicia.
Que esta celebración del centésimo aniversario del Pueblo de Andino, con la protección de la Santísima Virgen,  nos encuentre más cerca de Dios  y de nuestros hermanos; porque Él es la realidad fundante, que nos permite conocer y amar y celebrar  la vida; el Dios que vino a nosotros; y que nos abre un camino de esperanza.

Mons. José Luis Mollaghan, arzobispo de Rosario

Fuente: AICA

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