Texto del micro radial de monseñor José María Arancedo, arzobispo de Santa Fe de la Vera Cruz, emitido por LT 9 (16 de octubre de 2010)
Durante el mes de octubre dedicado a la Familia ocupa un lugar destacado el Día de la Madre. No es casual esta relación celebrativa. En ambos casos se da una relación única e irrepetible respecto al don de la vida. Es cierto, podemos distinguir la maternidad de la familia. Lamentablemente, en muchos casos, la madre asume en soledad esta doble misión. Es el mismo ámbito de la vida naciente el que reclama de su complementación, por ser el modo ideal en que debe vivirse y educarse. La vida no sólo reconoce su origen en esta complementariedad del hombre y la mujer, sino que su crecimiento tiene, en esa doble presencia la forma ideal de su desarrollo. Es la misma vida la que necesita de la presencia de esta riqueza.
Para ellas la maternidad es expresión de amor y entrega. Pero no es justo, sin embargo, que nos quedemos sólo en palabras de admiración y afecto, sino que es importante reconocer la maternidad a nivel de sociedad. Esto conlleva una política que acompañe e implemente condiciones que hagan de la misión de ser madre una realidad valorada en el desarrollo social de la comunidad. No tengamos temor de hablar de la maternidad como una vocación propia de la mujer. Ello no niega otras funciones o roles de la mujer, que ciertamente la enriquecen y nos enriquecen como sociedad. Creo, por ello, que considerar a la maternidad como un valor, incluso un ideal en la vida de la mujer, es signo de una cultura madura y responsable. Es más, creo que es la mejor noticia para ir creando un futuro en un nivel más humano y espiritual.
Esto debe estar presente, de modo especial, en la necesaria educación sexual que se debe impartir en las escuelas desde los niveles iniciales. Ser madre, ser mujer, no es sólo una cuestión biológica, aunque tenga en ello su fundamento natural, sino un camino, un llegar a ser mujer y madre. La aptitud y disposición física, como la apertura psicológica y espiritual del hombre y de la mujer deben ser iluminadas y acompañadas en el desarrollo significativo de su identidad sexual. Estos temas, lejos de todo planteo ideológico o de mera confrontación, requieren a nivel de padres, docentes, como de las mismas autoridades educativas, de una serena reflexión y respeto, porque hacen a cuestiones que tienen profundas raíces en el campo antropológico, cultural como religioso. No se puede arrogar el Estado un derecho que no le corresponde primariamente. No es el Estado el sujeto de los derechos, sino la persona humana en su dignidad y libertad.
Como todo hijo agradecido y deudor del cariño y formación de una madre, quiero unir en este día mi oración a la de ustedes, queridos hermanos, para recordarlas y pedir a Dios por ellas. Reciban de su Obispo junto a mi afecto y oraciones, mi bendición en el Señor y Nuestra Madre de Guadalupe.
Mons. José María Arancedo, arzobispo de Santa Fe de la Vera Cruz
Fuente: AICA
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