"Juan estaba vestido con una piel de camello y un cinturón de cuero, y se alimentaba con langostas y miel silvestre. Y predicaba, diciendo:" (Mc 3,6)

31 de mayo de 2010

Mons. Carmelo Giaquinta en homilía profética: "El cuco de la discriminación y el determinismo biológico"


Homilía de monseñor Carmelo Juan Giaquinta, arzobispo emérito de Resistencia y profesor emérito activo de la Facultad de Teología de la Pontificia Universidad Católica Argentina (UCA), para la homilía de la Santísima Trinidad.
Jn 16,12-15

I. NECESIDAD DEL ESPÍRITU PARA COMPRENDER EL EVANGELIO

1. Escuchamos recién a Jesús que dice a los discípulos: “Todavía tengo muchas cosas que decirles, pero ustedes no las pueden comprender ahora. Cuando venga el Espíritu de la Verdad, él los introducirá en toda la verdad…, y les anunciará lo que irá sucediendo” (Jn 16,12-13).

No se trata de que Jesús, el Maestro, no hubiese tenido tiempo para explicar el último tema de un programa previsto para desarrollar en clase. O que los discípulos no estuviesen preparados para rendir examen de lo enseñado por él. Se trata de la comprensión siempre nueva del Evangelio que los discípulos de Jesús necesitamos adquirir a través de la historia, hasta que él vuelva, para responder al momento presente que nos toca vivir y dar testimonio de él. Pues, si bien el hombre es fundamentalmente el mismo, no son las mismas las circunstancias que vivía en la Galilea de Jesús, o en Corinto cuando evangelizaba el apóstol Pablo, o en la época del renacimiento, o las que vivimos en el siglo XXI. Hoy necesitamos de un conocimiento profundizado del Evangelio, y no sólo con la mente, sino con el corazón. Cosa que sólo podemos adquirir por el Espíritu de Jesús, que él nos envía desde el Padre. Por ello, agrega: “Él recibirá de lo mío y se lo anunciará a ustedes. Todo lo que es del Padre es mío. Por eso les digo: recibirá de lo mío y se lo mostrará a ustedes” (v.14). (AICA).


II. JESÚS REVELA QUE EN DIOS, EL ÚNICO, HAY DISTINCIÓN DE PERSONAS Y COMUNIÓN ENTRE ELLAS.

2. Jesús, al señalarse junto con el Espíritu y con el Padre, nos introduce en el misterio de un Dios desconocido hasta entonces, apenas vislumbrado en el Antiguo Testamento.
El descubrimiento del Dios único, que el pueblo judío hizo en los inicios de su liberación de la esclavitud de Egipto, abrió una perspectiva totalmente nueva en las relaciones del hombre con la divinidad. El Dios de Israel no es como los otros dioses que tienen nombre como las demás cosas. Su nombre es único: “Yo soy” (Ex 3,14). Los otros dioses son sólo una ficción: “Tienen boca, pero no hablan, tienen ojos, pero no ven” (Sal 115,5). Dios es uno solo, pero no como lo es un artículo único que queda en el negocio para la venta: “Tengo uno solo”. Ni es único como puede serlo una piedra preciosa, que se halla en el tesoro de algún reino. Dios es uno solo, porque todo Dios está en él. Y fuera de él no existe nada, salvo que él lo cree para su gloria y felicidad de la criatura.

3. A partir de este descubrimiento, Jesús da un paso más: revela que Dios, el único, no está sólo. Él es vida y comunión de pensamiento y de amor. Y, por tanto, en él hay distinción de personas, que se comunican entrañablemente. Dios es el origen de todo: el Padre. Él se piensa a sí mismo: el Lógos, la Palabra o Verbo, totalmente semejante a él, por lo cual con razón se lo llama el Hijo Unigénito. Él también ama a su Hijo Único con amor infinito: el Espíritu de amor. Y con él ama a todas las cosas hechas por éste, y las anima para alcanzar su plenitud.

III. LA CREACIÓN, UNA Y MÚLTIPLE, HABLA DE DIOS UNO Y TRINO

4. En la revelación de Jesucristo: la unicidad de Dios no se opone a la distinción de las personas divinas y a la comunión de las mismas. De allí que, la mente humana, iluminada por la fe, descubre un vestigio del Dios uno y trino en el cosmos, no importa las infinitas galaxias que lo compongan, ni cuán diferentes sean las creaturas que lo habiten. La distinción y multiplicidad de los seres, en vez de contraponerlos unos a otros, reafirman la armonía de la creación, hecha simultáneamente de unidad y de diversidad. Ninguna criatura se siente discriminada por no ser como las otras. Al contrario, es feliz de ser lo que es, y se une a ellas, y con ellas entona un solo canto de alabanza al Creador: “Todas las obras del Señor, bendigan al Señor, alábenlo y ensálcenlo por los siglos…” (Daniel 3,37).

5. Donde la unidad, la diversidad y la comunión de las creaturas visibles alcanzan su máxima expresión es en el varón y en la mujer, que provocan el mutuo éxtasis y la mutua unión. El autor del Génesis lo expresó con lenguaje poético inigualable: “Luego con la costilla que había sacado del hombre, el Señor Dios formó una mujer y se la presentó al hombre. El hombre exclamó: "¡Esta sí que es hueso de mis huesos y carne de mi carne!”. Y el autor comenta: “Por eso el hombre deja a su padre y a su madre y se une a su mujer, y los dos llegan a ser una sola carne” (Gen 2,22-24).

IV. EL CUCO DE LA PALABRA “DISCRIMINACIÓN”

6. En el curso de pocos años, en la Argentina se ha formado un cuco con la palabra “discriminación”. Y se la blande como una espada en defensa de supuestos derechos. Los medios, que actúan muchas veces emotivamente sin capacidad de crítica, fomentan tal cuco. Y la gente se asusta. Usar mal la palabra “discriminación” es un acto irracional. Y esto, de parte de los que la emplean mal, de quienes fomentan su uso equivocado o se dejan amedrentar por ella.

7. “Discriminación” viene del latín “discernere”, que significa: separar, discernir, distinguir. De allí, el pasivo: “discretum”, “lo discernido”, como también “decretum”, “lo decretado”. Indica un acto de la inteligencia. De allí viene “discrimen”, “discriminare”. En su traslado al español y en su evolución posterior, la palabra, además de los significados antedichos, vino a significar también “dar trato de inferioridad a una persona o colectividad por motivos raciales, religiosos, políticos, etc”. De allí que se puede hablar de “discriminar el trigo de la paja” Y esa sería una discriminación conforme al sentido común. Y se puede discriminar mal a las personas por no atender debidamente a su condición. Un médico, que lo sea en serio, prodiga un trato igual y a la vez diferenciado a la mujer y al varón. Igual, pues reconoce en ellos la común dignidad humana. Trato diferenciado, pues reconoce su diversidad psicológica y somática. A la mujer la trata como mujer, y al varón como varón. Esta no es ninguna discriminación negativa. En cambio, sí lo sería, y el médico cometería un grave atropello, si teniendo en cuenta sólo la común dignidad, no tuviese en cuenta también la diversidad de ambos. Una dama es siempre una dama. Un caballero es siempre un caballero. Del reconocimiento de la común dignidad y de la peculiar diversidad, surge el trato distinguido, respetuoso, que cada paciente merece.

V. LA DISCRIMINACIÓN DE LA FAMILIA: ¿A PUNTO DE SER LEY?

8. Pero hoy, con frecuencia, se confunde aserrín con pan rayado. Por reaccionar, quizá con razón, contra un tipo de discriminación, se comete otra no menos grave. Reaccionando contra la discriminación que los gays han sufrido en nuestra sociedad, en vez de defender la dignidad que tienen como seres humanos, y asegurar los derechos que les correspondan, se pretende discriminar a todas las familias formadas desde los orígenes de la humanidad por un varón y una mujer, y arrebatarles el derecho que es propio y exclusivo de ellos de unirse en familia.

9. Es llamativo que gente inteligente, en especial de los medios y de la política, e incluso algunos clérigos, sea tan poco reflexiva. Se deje impresionar por el cuco de la discriminación. Y no adviertan el grave daño que infligirían a la Nación si despojasen a la familia de un derecho que le es propio y exclusivo. ¿Será el despojo de éste derecho a la familia argentina, el homenaje que los legisladores argentinos darán a la Nación en el Bicentenario?

VI. EL NUEVO CUCO DEL “DETERMINISMO BIOLÓGICO”

10. Durante la reciente discusión en el Congreso de la Nación ha asomado un nuevo cuco. Se ha escuchado a Diputados reaccionar contra “el determinismo biológico”, y aplaudir fervorosamente un proyecto de ley que suprima el derecho propio y exclusivo del matrimonio formado por el varón y la mujer. No cabe duda que arengar contra el “determinismo biológico” suena bien, y es capaz de arrancar aplausos. Pero no por ello deja de ser insensato, así los que aplauden sea gente culta. ¿Acaso es una fatalidad ser mujer? ¿O ser varón? ¿No es acaso un don maravilloso de la naturaleza para que podamos entrar en profunda comunión, formar familia, y así dar consistencia a la sociedad humana?

¿Por qué no arengar también contra el determinismo matemático? ¿Sería tan horroroso que dos más dos sean siempre cuatro? ¿O acaso pronto votaremos contra el determinismo geométrico, por ejemplo en favor de la cuadratura del círculo? ¿Sería tan horroroso que el círculo fuese siempre un círculo y el cuadrado un cuadrado?

VII. A LOS LEGISLADORES ARGENTINOS

11. ¡Legisladores argentinos! Pongan un poco de inteligencia en las discusiones que hacen. En especial cuando tratan de un bien fundamentalísimo como es el matrimonio formado por una mujer y un varón. El pueblo los votó a Ustedes y financia sus dietas en la esperanza de que lo respetarán y procurarán de veras el bien común.

VIII. A LOS FIELES LAICOS CATÓLICOS

12. He recibido una clarificación, con ocasión de mi mensaje del domingo 6º de Pascua, donde hablaba del mutismo del laicado católico. Y la acepto gustoso, en la medida en que algunas entidades de prestigio se han pronunciado con claridad. No obstante, insisto, ¿las entidades laicales de base no tienen nada que decir sobre este asunto? Me refiero especialmente a las uniones de padres de colegios católicos, a los consejos provinciales de educación católica, a las universidades católicas que no se hubiesen pronunciado todavía.

13. Y como yo me encuentro con Ustedes, queridos feligreses de la parroquia San Juan María Vianney, me gustaría conocer cómo se han pronunciado en cuanto laicos y ciudadanos de la Argentina. El silencio puede ser un pronunciamiento. El comentario a tal silencio lo hace Jesús: “Lo que yo les digo en la oscuridad, repítanlo en pleno día… Al que me reconozca abiertamente ante los hombres, yo lo reconoceré ante mi Padre que está en el cielo. Pero yo renegaré ante mi Padre que está en el cielo de aquel que reniegue de mí ante los hombres” (Mt 10,27.32-33).

Mons. Carmelo Juan Giaquinta, arzobispo emérito de Resistencia

Fuente: AICA - Agencia Informativa Católica Argentina

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