Serie
de pequeños comentarios en el Año de la Fe por FM Parroquial 105.1. Comentario
N° 2: María, parte I
María
Pues María, que por su íntima participación en la
historia de la salvación reúne en sí y refleja en cierto modo las supremas
verdades de la fe, cuando es anunciada y venerada, atrae a los creyentes a su
Hijo, a su sacrificio y al amor del Padre. La Iglesia, a su vez, glorificando a
Cristo, se hace más semejante a su excelso Modelo, progresando continuamente en
la fe, en la esperanza y en la caridad y buscando y obedeciendo en todo la
voluntad divina. Por eso también la Iglesia, en su labor apostólica, se fija
con razón en aquella que engendró a Cristo, concebido del Espíritu Santo y
nacido de la Virgen, para que también nazca y crezca por medio de la Iglesia en
las almas de los fieles. La Virgen fue en su vida ejemplo de aquel amor
maternal con que es necesario que estén animados todos aquellos que, en la
misión apostólica de la Iglesia, cooperan a la regeneración de los hombres. (Concilio
Ecuménico Vaticano II, Lumen Gentium 65).
El
Concilio Vaticano II en Lumen Gentium cap. VIII (arts. 52-69, especialmente
52-65) superó la disyuntiva sobre una mariología Cristo-típica vs. una
mariología eclesio-típica. Otro ejemplo de cómo la Iglesia ha ido superando las
dicotomías o antinomias, en el comentario anterior hablamos de algunas
antinomias como:
fe
vs. razón
Dios
Uno vs. Dios Trino
gracia
vs. libertad
Jesucristo
Dios vs. Jesucristo hombre
Porque
la Doctrina de la Fe no es un River vs. Boca ni un Peñarol vs. Nacional ni un
Colo Colo vs. La U, ni un Alianza vs. Universitario, ni un Cerro Porteño vs.
Olimpia. Simplemente, porque la Iglesia no es una liga de equipos de fútbol.
La
mariología también debió superar la antinomia de contemplar a María en el
contexto de la obra redentora de Cristo vs. contemplar a María como la criatura
más importante del Cuerpo de Cristo. El concilio cambiaba el enfoque (qué
importante es estar abiertos a cambiar algunos enfoques para no ser como los
fariseos que no aceptaron la novedad de Jesucristo), ahora se parte de una
perspectiva teocéntrica trinitaria y cristocéntrica: Así, María es tanto
miembro de la Iglesia como también tipo y modelo de la Iglesia como primera
criatura redimida.
Principales
enunciados dogmáticos básicos sobre María[1]:
1)
María ha concebido y dado a luz al Hijo eterno de Dios sine virile semine (sin cooperación sexual de un varón) en virtud
de la acción del Espíritu. (DH 61, 150, 368, 503, 533, 572, 1337, 1880, LG 52)
Queriendo Dios, infinitamente sabio y misericordioso, llevar
a cabo la redención del mundo, «al llegar la plenitud de los tiempos, envió a
su Hijo, nacido de mujer, ... para que recibiésemos la adopción de hijos» (Ga 4, 4-5). «El cual, por nosotros
los hombres y por nuestra salvación, descendió de los cielos y por obra del
Espíritu Santo se encarnó de la Virgen María». Este misterio divino de la
salvación nos es revelado y se continúa en la Iglesia, que fue fundada por el
Señor como cuerpo suyo, y en la que los fieles, unidos a Cristo Cabeza y en
comunión con todos sus santos, deben venerar también la memoria «en primer
lugar de la gloriosa siempre Virgen María, Madre de nuestro Dios y Señor
Jesucristo» (Lumen
Gentium 52)
A
la afirmación de la virginidad antes del parto (virginitas ante partum) se le
añade la doctrina de la virginidad en el parto (virginitas in partu) y de la
virginidad después del parto (virginitas post partum) (DH 294, 427, 502-504).
2)
En virtud de la unión hipostática y de la comunicación de idiomas en
Jesucristo, María recibe el título de madre de Dios (deipara, theotokos) (DH
251).
3)
María fue preservada, desde el primer instante de su existencia en el seno de
su madre y en virtud de una gracia singular, del pecado original (DH 2803). De
donde sigue su santidad personal, la preservación frente a la concupiscencia y
la liberación del pecado (DH 1573).
4)
Cumplida su vida terrena, María alcanzó, en virtud de la gracia de Cristo, la
consumación plena de su existencia humana y fue asumida (aceptada) en la gloria
celeste de Dios (DH 3903).
5)
En el contexto de la praxis eclesial del culto a los santos (cultus duliae),
puede también venerarse a María e invocar su intercesión (cultus hyperduliae),
pero no es un acto necesario para la salvación porque aquí no se media la
gracia santificante, ni se la obtiene de nuevo, ni se la especifica (cf. DH
1600-1613) pero es un "elemento útil y constitutivo" de la piedad
cristiana (DH 600-603, 1821-25). El culto de veneración a María es obligatorio
para los clérigos (CDC 276 inc. 2, 5°).
6)
María en cuanto miembro de la Iglesia es paradigma del creyente, adornada de la
gracia y modelo de la comunidad de fe de la Iglesia (LG 53).
Preparado
por Mauricio Shara con la siguiente bibliografía:
Gerhard
Ludwig Müller, "Dogmática. Teoría y práctica de la teología",
Barcelona, Herder, 2009, 482-483.
Henrich
Denzinger - Peter Hünermann, "El Magisterio de la Iglesia".
Concilio
Ecuménico Vaticano II, Constitución dogmática sobre la Iglesia "Lumen
gentium".
[1]
Gerhard Ludwig Müller, "Dogmática. Teoría y práctica de la teología",
Barcelona, Herder, 2009, 482-483
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