Poco antes de las 17.00, Benedicto XVI llegó al Hogar Paz y Alegría, donde seis hermanas misioneras de la Caridad de Madre Teresa de Calcuta cuidan de decenas de niños abandonados o enfermos, y aseguran alimentos a otros niños de la zona que padecen malnutrición. El Papa fue acogido por los niños con cantos y bailes. Tras rezar con ellos y bendecirlos, visitó el Hogar, y seguidamente se dirigió en su compañía a la vecina parroquia de Santa Rita. Allí le esperaban unos 800 niños de la ciudad con sus acompañantes. El coro de la Infancia Misionera animó el encuentro, que inició con la adoración del Santísimo Sacramento. Después del saludo del obispo de Porto-Novo, Mons. René-Marie Ehouzou, y de dos niños, el Santo Padre dirigió unas palabras en francés a los pequeños:
“Os saludo con gran alegría. Gracias porque los que habéis venido sois muy numerosos. Dios nuestro Padre nos ha convocado alrededor de su Hijo y nuestro hermano Jesús (…), que nos quiere tanto y está verdaderamente presente en los sagrarios de todas las iglesias del mundo, de vuestros barrios y parroquias. Os invito a visitarlo con frecuencia para manifestarle vuestro amor”.
“Algunos de vosotros habéis hecho ya la primera comunión, otros os estáis preparando para hacerla. (…) Cuando comulgo, Jesús viene a habitar dentro de mí. Tengo que recibirlo con amor y escucharlo con atención. En lo más profundo del corazón, le puedo decir, por ejemplo: ‘Jesús, yo sé que tú me amas. Dame tu amor para que te ame y ame a los demás con tu amor. Te confío mis alegrías, mis penas y mi futuro’. Queridos niños, no dudéis en hablar de Jesús a los demás. Es un tesoro que hay que saber compartir con generosidad”.
“La oración (…) es un grito de amor dirigido a Dios nuestro Padre, con el deseo de imitar a Jesús nuestro Hermano. (…) Como Jesús, yo también puedo encontrar cada día un lugar tranquilo para recogerme delante de una cruz o una imagen sagrada para hablar a Jesús y escucharlo. También puedo usar el Evangelio. Después me fijo con el corazón en un pasaje que me ha impresionado y me que guiará durante la jornada. Quedarme así por un rato con Jesús le permite darme su amor, su luz y su vida. Y estoy llamado, por mi parte, a dar este amor que recibo en la oración a mis padres, mis amigos, a todos los que me rodean, incluso a los que no me quieren o a los que yo no quiero tanto. (…) Pedid también a vuestros padres que recen con vosotros”.
“Mirad, saco un rosario de mi bolsillo. (…) Tal vez ya sabéis rezar esta oración; si no es así, pedid a vuestros padres que os enseñen. Cada uno de vosotros recibirá un rosario al terminar nuestro encuentro. Cuando lo tengáis en vuestras manos, podréis rezar (…) por todas las intenciones importantes. Y ahora, antes de que os bendiga con gran afecto, recemos juntos un Ave María por los niños de todo el mundo, especialmente por los que sufren a causa de la enfermedad, el hambre y la guerra”.
Después de la bendición final, el Santo Padre se trasladó en automóvil a la Nunciatura Apostólica de Cotonou para mantener un encuentro con los obispos de Benín.
“Algunos de vosotros habéis hecho ya la primera comunión, otros os estáis preparando para hacerla. (…) Cuando comulgo, Jesús viene a habitar dentro de mí. Tengo que recibirlo con amor y escucharlo con atención. En lo más profundo del corazón, le puedo decir, por ejemplo: ‘Jesús, yo sé que tú me amas. Dame tu amor para que te ame y ame a los demás con tu amor. Te confío mis alegrías, mis penas y mi futuro’. Queridos niños, no dudéis en hablar de Jesús a los demás. Es un tesoro que hay que saber compartir con generosidad”.
“La oración (…) es un grito de amor dirigido a Dios nuestro Padre, con el deseo de imitar a Jesús nuestro Hermano. (…) Como Jesús, yo también puedo encontrar cada día un lugar tranquilo para recogerme delante de una cruz o una imagen sagrada para hablar a Jesús y escucharlo. También puedo usar el Evangelio. Después me fijo con el corazón en un pasaje que me ha impresionado y me que guiará durante la jornada. Quedarme así por un rato con Jesús le permite darme su amor, su luz y su vida. Y estoy llamado, por mi parte, a dar este amor que recibo en la oración a mis padres, mis amigos, a todos los que me rodean, incluso a los que no me quieren o a los que yo no quiero tanto. (…) Pedid también a vuestros padres que recen con vosotros”.
“Mirad, saco un rosario de mi bolsillo. (…) Tal vez ya sabéis rezar esta oración; si no es así, pedid a vuestros padres que os enseñen. Cada uno de vosotros recibirá un rosario al terminar nuestro encuentro. Cuando lo tengáis en vuestras manos, podréis rezar (…) por todas las intenciones importantes. Y ahora, antes de que os bendiga con gran afecto, recemos juntos un Ave María por los niños de todo el mundo, especialmente por los que sufren a causa de la enfermedad, el hambre y la guerra”.
Después de la bendición final, el Santo Padre se trasladó en automóvil a la Nunciatura Apostólica de Cotonou para mantener un encuentro con los obispos de Benín.
Fuente: VIS - Vatican Information Service
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