Reflexión semanal de monseñor Héctor Aguer, arzobispo de La Plata, en el programa “Claves para un mundo mejor” (23 de julio de 2011)
Hoy quiero ofrecerles una pequeña catequesis sobre un tema fundamental para la vida cristiana: nuestra relación con la Palabra de Dios. Si uno enuncia las cosas así, se puede pensar rápidamente: se trata de ver cómo los cristianos, los creyentes, leemos la Biblia; cómo nos alimentamos de ella, cómo crecemos en la fe gracias a una lectura orante de la Palabra de Dios.
Esta interpretación es válida, pero la relación del cristiano con la Palabra de Dios no se reduce simplemente a la lectura de la Biblia; hay que encontrar, en todo caso, un contexto mucho más amplio para que esa lectura de la Biblia sea efectivamente fructuosa.
En primer lugar, pongamos la atención en esto: ¿quién es la Palabra de Dios? No solamente qué es la Palabra de Dios, sino quién es. Si leemos el Evangelio de San Juan desde el principio, aparece claro que Cristo es la Palabra de Dios, el Verbo como allí se lo llama. Logos se dice en griego. Cristo es el Pensamiento, la Razón y la Palabra de Dios, es el Verbo eterno, el Verbo que con el Padre y el Espíritu Santo es un solo Dios desde toda la eternidad.
Dios nos habla en su Verbo que es su Hijo. Nos habla en su Hijo, especialmente en la Encarnación del Hijo, es decir en Jesucristo, verdadero Dios y verdadero Hombre. Nos habla en la vida de Cristo, en sus milagros y sobre todo en su enseñanza tal como la encontramos escrita en los Evangelios.
La Iglesia nos enseña que toda la Escritura del Antiguo Testamento estaba preparando la revelación del Nuevo Testamento es toda ella una gran profecía de Cristo. Y luego los escritos de los Apóstoles que completan el Nuevo Testamento con los Evangelios son una interpretación, una explicación, una profundización de la enseñanza de Jesús, que nos llega de una manera vital, viva, a través de la predicación apostólica. Por eso podemos decir que nosotros recibimos la Palabra de Dios por medio de la predicación de la Iglesia.
Cuando Usted va a Misa el domingo y escucha la lectura bíblica, allí esa lectura bíblica tiene un valor especial. Va acompañada de una gracia de Dios que busca el asentimiento de su corazón. Y cuando el sacerdote la explica, si la explica bien, como corresponde, de acuerdo a la tradición y al magisterio de la Iglesia, allí la Palabra de Dios es actualizada para usted, le es dicha. Debemos leer la Sagrada Escritura como expresión de la propia fe buscando allí a Cristo, buscando que esa palabra se haga actual para nosotros y para eso, leerla en el espíritu con que ha sido puesta por escrito.
Los Padres de la Iglesia hacían una comparación muy bella entre la escritura bíblica y el Verbo encarnado. Decían: así como el Verbo eterno de Dios se hizo carne, se hizo hombre en Jesucristo, así también la Palabra eterna de Dios se hace libro en la Sagrada Escritura.
Pero entonces uno no lee la Escritura como si fuera un documento histórico, arqueológico, que nos cuenta cosas del pasado. Tampoco necesitamos en nuestra lectura personal los tecnicismos del exégeta. Al leer la Biblia con espíritu de fe nos insertamos en la corriente viva de la tradición de la Iglesia y nos dejamos guiar por su magisterio, que interpreta auténticamente la Sagrada Escritura...
En la lectura bíblica, practicada en las condiciones descritas, se realiza el encuentro con Dios en Jesucristo y nuestra fe es alimentada por su palabra.
Mons. Héctor Aguer, arzobispo de La Plata
Fuente: AICA
A quien se le hace caso, a Mons.Aguer o al Video
ResponderEliminarprecedente???. Yo tengo mi posicion formada y la
he puesto de manifiesto muchas veces aqui. Mi
pregunta va a la Direccion del blog...en bien de
los lectores, que desde ya, son muchos mas, que los audaces que dejamos nuestros Comentarios...!
Etelvina
Creo que tanto lo que dice Aguer como la parodia del video son ciertas ambas, la Palabra de Dios es Cristo y la Biblia contiene la Palabra de Dios porque también hay errores por eso la Biblia no es Dios y no fue redactada palabra por palabra a loquitos emocionales sino a hombres de Dios de verdad
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