"Juan estaba vestido con una piel de camello y un cinturón de cuero, y se alimentaba con langostas y miel silvestre. Y predicaba, diciendo:" (Mc 3,6)

21 de abril de 2011

El sacerdote debe ser un hombre de profunda oración


Homilía de monseñor Luis H. Villalba, arzobispo de Tucumán, en la Misa Crismal
(21 de abril de 2011)


Queridos sacerdotes:

1. Hoy, Jueves Santo, toda la Iglesia se congrega espiritualmente en el Cenáculo donde Jesús se reunió con los Apóstoles para la Última Cena. Fue allí que nacimos como sacerdotes. Hemos nacido de la Eucaristía. No hay Eucaristía sin sacerdocio, como no existe sacerdocio sin Eucaristía. La Eucaristía y el Sacerdocio son un regalo de Dios.
Saludo cordialmente a todos los sacerdotes, de modo especial a los sacerdotes enfermos que no nos han podido acompañar. Doy la bienvenida a los sacerdotes que se incorporan a nuestro presbiterio, no sólo para colaborar en la pastoral diocesana, sino para acrecentar la fraternidad sacerdotal.
Entre tantas riquezas contenidas en el discurso de despedida, encontramos la Oración de Jesús por sí mismo, por sus discípulos, por todos los que creen en él (cf. Jn. 17,1-26).
Si contemplamos a Jesús en oración, es para comprender cómo nuestro sacerdocio debe estar profundamente enraizado en la oración. Sabemos que el sacerdocio sacramental es una participación especial en el sacerdocio de Cristo. No existe sin él ni fuera de él. No se desarrolla y no da frutos sin enraizarse en él. “Separados de mí, nada pueden hacer” (Jn. 15,5).  La oración es el modo concreto de enraizarnos en Jesús y en su misterio pascual.
Hoy vamos a meditar sobre la oración en nuestra vida sacerdotal. Para vivir nuestro sacerdocio, hace falta la oración.
El sacerdote debe ser un hombre de oración y contemplación.
La oración es tarea esencial del sacerdote. Los Apóstoles instituyen a los diáconos para dedicarse a la oración y al ministerio de la Palabra. “De esta manera, podremos dedicarnos a la oración y al ministerio de la Palabra” (Hech. 6, 4).
Dios es lo primero, lo más importante. La oración despierta el sentido de Dios, que es necesario para que las cosas alcancen su verdadera dimensión.
La oración es el medio necesario para renovar nuestro encuentro personal y para crecer en la amistad con el Señor.
La oración forma parte de nuestra caridad pastoral. La fecundidad del apostolado viene de la oración.
La oración da alegría, serenidad, equilibrio, libertad interior, firmeza y suavidad. Debemos dar espacio y tiempo a la oración. Debemos buscar lugares y momentos de oración.
 ¿Cómo organizamos nuestro día? ¿Le damos lugar a la oración?

2. Jesús reza. Debemos inspirarnos en Jesús orante. Jesús concedía largo tiempo a la oración, a pesar de que el trabajo apostólico lo apremiaba. Es tanto el trabajo, es tanta la gente que acudía a Él, “que ni siquiera podían comer” (Mc. 3,20).
La oración forma parte de su ministerio apostólico.

a. La oración de Jesús
Jesús pasaba la noche en oración: “En esos días Jesús se retiró a una montaña para orar, y pasó toda la noche en oración con Dios” (Lc. 6,12).
Se retira a lugares desiertos para orar: “Pero Él se retiraba a lugares desiertos para orar” (Lc. 5,16).
En otras oportunidades reza en comunidad: “Tomó a Pedro, Juan y Santiago, y subió a la montaña para orar” ( Lc. 9,28).

b. Jesús reza en los momentos más importantes de su vida
Al entrar a este mundo: “Cristo, al entrar en el mundo, dijo: Tu no has querido sacrificio ni oblación; en cambio, me has dado un cuerpo (…) Entonces dije: yo vengo –como está escrito está escrito de mí en el libro de la Ley- para hacer, Dios, tu voluntad” (Heb. 10,5-7).
Al prepararse para su misión: “En seguida el Espíritu Santo lo llevó al desierto” (Mc. 1,12).
Es bautizado cuando estaba en oración: “Todo el pueblo se hacía bautizar, y también fue bautizado Jesús. Y mientras estaba orando, se abrió el cielo y el Espíritu Santo descendió sobre Él en forma corporal, como una paloma” (Lc. 3,21-22).
Jesús reza antes de la elección de los Doce:  “En esos días, Jesús se retiró a una montaña para orar, y pasó toda la noche en oración con Dios. Cuando se hizo de día, llamó a sus discípulos, a los que dio el nombre de apóstoles” (Lc. 6, 12).
Jesús reza en la multiplicación de los panes: “Jesús tomó los cinco panes y los dos pescados y levantando los ojos al cielo, pronunció sobre ellos la bendición, los partió y los fue entregando a sus discípulos para que lo sirvieran a la multitud” (Lc. 9,16).
Jesús reza antes de enseñar el Padrenuestro:   “Un día, Jesús estaba orando en cierto lugar, y cuando terminó, uno de sus discípulos le dijo: Señor, enséñanos a orar, así como Juan enseñó a sus discípulos”  (Lc. 11, 1)
Jesús reza en la resurrección de Lázaro: “Entonces levantaron la piedra, y Jesús, levantando los ojos al cielo, dijo: Padre, te doy gracias porque me oíste. Yo sé que siempre me oyes, pero lo he dicho por esta gente que me rodea, para que crean que tú me has enviado” (Jn. 11,41-42).
Jesús reza en el Cenáculo: la oración sacerdotal.
Jesús reza antes de la Pasión: “Y adelantándose un poco, cayó con el rostro en tierra, orando” (Mt. 26,29).
Jesús reza en la cruz: “Dios mío, Dios mío, ¿Por qué me has abandonado” (Mc. 15,34).
Jesús muere rezando: “Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu. Y diciendo esto expiró” (Lc. 23,46).

c. Jesús reza por sus intenciones
“Padre ha llegado la hora: glorifica a tu Hijo” (Jn. 17,1).
“Padre, si quieres, aleja de mi esta cáliz. Pero no se haga mi voluntad, sino la tuya” (Lc. 22,42).

d. Jesús ora por los demás
Jesús reza por Pedro: “Pero yo he rogado por ti, para que no te falte la fe” (Lc. 22,32).
Jesús reza por los Apóstoles: “Yo ruego por ellos: no ruego por el mundo, sino por los que me diste, porque son tuyos” (Jn. 17,20).
Jesús reza por todos nosotros: “No ruego solamente por ellos, sino también por los que, gracias a su palabra creerán en mí” (Jn. 17,20).
Jesús reza por los enemigos: “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen” (Lc. 23,34).

3. Como Jesús, el sacerdote debe rezar siempre y en circunstancias especiales.
Debe rezar, como lo hacía Jesús, por sus necesidades. Como a Jesús, la oración nos prepara para la cruz.
También debe rezar en las tentaciones, en las dificultades, como hizo Jesús. La oración nos fortalece.
Como Jesús, debemos orar no sólo por nuestras necesidades, sino también por los demás, por nuestras comunidades.
“Este es el que ama a sus hermanos, el que reza mucho por su pueblo”, así meditamos en el responsorio breve de las vísperas del oficio de pastores.
Es en verdad labor pastoral, predicar la Palabra de Dios a tiempo y destiempo, como dice San Pablo a Timoteo (2 Tim. 4,2); es también misión apostólica caminar tras la oveja perdida, como lo enseña Jesús. Pero con esto no se agota el ministerio sacerdotal: Jesús con su ejemplo y con su palabra nos enseña que además, y sobre todo, debemos orar para realizar en plenitud nuestro ministerio. Y no hemos de considerar la oración como el factor menos importante, puesto que el fruto de nuestro trabajo ha de llover del cielo: “Ni el que planta ni el que riega valen algo, sino Dios, que da el incremento” ((1 Cor. 3, 7).
Para evangelizar es necesario orar. Toda la Iglesia camina en ese ritmo. El Concilio enseña que “la Iglesia ora y trabaja para que todo el mundo se integre al Pueblo de Dios” (LG17).
La vida de Pastor incluye la oración por su pueblo. Orar por su pueblo es un compromiso fundamental del sacerdote. El rezo de las Horas es poner en práctica esa dimensión de caridad pastoral. En la ordenación diaconal se nos preguntó si estábamos dispuestos a celebrar la liturgia de las Horas por la Iglesia, más aún, por todo el mundo. Es un servicio a Dios, a la Iglesia y al mundo.
Santificando la jornada con el rezo de las Horas, el sacerdote realiza una notable labor pastoral. Es la oración oficialmente establecida por la Iglesia como elemento sustantivo del apostolado. Por eso, dentro del trabajo pastoral debe estar programado el rezo de las Horas (PO 13).
No es íntegro nuestro servicio al pueblo sino rezamos por él. La gente nos pide que recemos por ellos, nos confían sus necesidades. El pueblo simple intuye que la oración del sacerdote es escuchada por Dios. “Usted está más cerca de Dios”, nos dicen. Intuyen nuestra función mediadora.
La oración fecunda nuestra oración apostólica. Oramos por la Iglesia, por nuestras comunidades, por las intenciones y problemas que nos preocupan, por las vocaciones sacerdotales, como también por las necesidades de todo el mundo: la evangelización, las misiones, la paz, la justicia, la reconciliación.
La oración tendrá que ser, en nuestras vidas sacerdotales uno de los momentos más sublimes de la vida apostólica. Es una parte de nuestra vida que es completamente apostólica. Se incorpora de tal modo a nuestra vida que llega a ser una necesidad vital. Cuando falta se produce un desequilibrio que reclama una reacción inmediata.
Vivimos en plenitud nuestro sacerdocio cuando oramos en unión con Cristo por nuestros fieles.

4. Pero además de ser hombre de oración, el sacerdote, como Jesús, debe ser maestro de oración. Debemos enseñar a rezar a nuestros fieles. Ellos también nos dicen a nosotros: “Enséñanos a orar”.
Hay un ansia de oración, aun en medio del secularismo.
Nuestras comunidades deben ser espacios de oración: “Todos se reunían asiduamente para escuchar la enseñanza de los Apóstoles y participar de la vida en común, en la fracción del pan y en las oraciones” (Hech. 2, 42).
Debemos fomentar la oración comunitaria: con el Pueblo de Dios, con los jóvenes.
Debemos tener encuentros de oración, y no sólo reunirnos para planificar y organizar la pastoral.
Jesús nos invita a rezar en comunidad y nos asegura su presencia: “También les aseguro que si dos de ustedes se unen en la tierra para pedir algo, mi Padre que está en los cielos se lo concederá. Porque donde dos o tres estén reunidos en mi Nombre,  yo estoy presente en medio de ellos”( Mt. 18, 19-20). Entonces la oración comunitaria, hecha con fe, es el lugar de la presencia del Señor. Hay una estrecha relación entre oración y comunidad. La oración es una fuerza que hace construir la comunidad y, por otra parte, una verdadera comunidad cristiana tiene necesidad de encontrarse en la oración.
 ¿Mi comunidad es una comunidad orante? ¿Se promueve en mi comunidad la oración en común, de jóvenes, de familias?
Queridos sacerdotes: tenemos necesidad de oración, de oración profunda.
Les recuerdo algo en la vida de Juan Pablo II que siempre me impresionó.
Juan Pablo II inauguró su pontificado el domingo 22 de octubre por la mañana, con una solemne celebración en la Plaza de San Pedro. Por la tarde, fuera de programa, fue en peregrinación al Santuario de Nuestra Señora de las Gracias que está a 1.200 metros de altura y a unos 40 km. de Roma. Allí el Papa estuvo un rato en oración. Al salir se dirigió a la gente que se había reunido y les dijo que durante sus viajes a Roma visitaba con frecuencia ese lugar y que ahora quiso volver para orar “porque la oración es la primera tarea y como el primer anuncio del Papa, del mismo modo que es el primer requisito de su servicio a la iglesia y al mundo” (L´Osservatore  Romano, 5/11/1978, pág. 1).

Termino agradeciendo a  todos los sacerdotes, diocesanos y religiosos, a los párrocos, a los vicarios, a los sacerdotes comprometidos en diferentes ministerios: colegios, hospitales, capellanías. Gracias por su amor a  Jesús y entrega a sus hermanos.
Oremos por los sacerdotes enfermos. Cuidemos a nuestros sacerdotes ancianos, como signo de nuestra fraternidad sacerdotal.
Recemos por las vocaciones sacerdotales y pidamos por nuestro seminario.
A todos los sacerdotes les deseo manifestar mi reconocimiento, mi estima y amor.
Que la santísima Virgen María, Madre de los sacerdotes, los proteja y ruegue por cada uno de ustedes.

Mons. Luis H. Villalba, arzobispo de Tucumán

Fuente: AICA

2 comentarios:

  1. Anónimo21.4.11

    ESTO ES MUY CIERTO, EL SACERDOTE DEBE SER UN TESTIGO DE CRISTO CON SU VIDA. DE QUE SIRVE UN CURA QUE TIENE DOBLE VIDA??? ESAS FALLAS GARRAFALES VIENEN PORQUE FALTA ORACION O LA ORACION YA NO LES DICE NADA. MEJOR ES DEJAR EL SACERDOCIO Y CASARSE QUE TENER TERRORIFICO ANTITESTIMONIO. ESTAS CUESTIONES NO SE APAGAN PERSIGUIENDO VIENTOS DE MURMURACIONES, ES MEDIOCRE. ESTAS COSAS SE APAGAN DEJANDO EL PECADO.

    ResponderEliminar
  2. Anónimo22.4.11

    UN MARAVILLOSO EJEMPLO LO TUVIMOS EN JUAN PABLO II, QUIEN ERA UN HOMBRE DE CONSTANTE Y PROFUNDA ORACION.

    ETELVINA

    ResponderEliminar

Diálogo significa que hay más de una razón para exponer, una conversación entre dos o más personas que manifiestan sus ideas y afectos, también puede ser una discusión. El diálogo nos enriquece, por lo tanto: ¡bienvenida y bienvenido a dejar tu comentario en miel y langostas!

(Por favor, no publicidades ni SPAM)

Visita el Blog desarrollo biblico

Blog desarrollo bíblico


Llamá al (011) 4956-2399 y comunicate con nosotros

"Cómo interpretar la Biblia"

Auspiciado por el Departamento de Pastoral Bíblica Junta Catequística Arquidiocesana de Buenos Aires.