"Juan estaba vestido con una piel de camello y un cinturón de cuero, y se alimentaba con langostas y miel silvestre. Y predicaba, diciendo:" (Mc 3,6)

16 de abril de 2011

Domingo de Ramos en la Pasión del Señor



Procesión: Mateo 21, 1-11
Lecturas: Isaías 50, 4-7; Salmo 21, 8-9. 17-18ª. 19-20. 23-24 (notación griega); Filipenses 2, 6-11; Mateo 26, 3-5. 14 – 27, 66

Este es el Domingo en el cual la gran puerta del la Semana Santa se abre de frente a la vida de cada cristiano. Hoy, el tiempo se hace verdaderamente más breve y el discípulo está llamado a seguir con paso más firme al Señor Jesús que entra en Jerusalén.

La identificación con los discípulos de Cristo puede ciertamente ayudarnos a comprender lo que la liturgia del día nos invita a contemplar. Ellos, como los habitantes de la ciudad santa, habían sido testigos de los milagros que Jesús había cumplido en los días precedentes y de como Aquel que de meses seguían con interés había de hecho resucitado un hombre de entre los muertos, Lázaro de Betania. Si en un tiempo, al escuchar el propósito de Jesús de dirigirse a Jerusalén, habían sentido temor y desconcierto, ahora, a guiar sus pasos era la euforia que perdía el sentimiento del la gente, sorprendida por el cumplimiento de las promesas reveladas por los profetas.

Pero como acabamos de escuchar, el clima,  está destinado a cambiar rápidamente y, el titulo mesiánico de «Hijo de David» (Mt 21,9) –a pesar de revelarse en su personalidad real: «Rey de los Judíos» (Mt 27,29-37) – se convierte en motivo de burla por parte de los soldados.

Sin embargo, el Señor Jesús, hasta en la hora de la agonía más atroz , mientras fue abandonado por todos, no sede a  la tentación de “apartar de Él” el cáliz que el Padre desea que Él beba. De hecho, es precisamente en aquel momento que se manifiesta lo que el profeta Isaías había pre anunciado a través de uno de los cuatro poemas del siervo, propuesto en la primera lectura: en esto surge por lo tanto, el estilo que cada uno de nosotros debería de asumir: «Cada mañana, él despierta mi oído para que yo escuche» (Is 50,4). El “escuchar” para los pueblos semitas  no es diferente del “seguir”; y es precisamente el tema del “seguimiento” a ser como el hilo rojo que enlaza todos los textos de la Sagrada Escritura que hoy hemos escuchado: un seguimiento que cuando no es negado como en el caso de los discípulos que «lo abandonaron y escaparon» (Mt. 26,56), es signo inequívoco del amor de Dios Padre, única posibilidad para amar verdaderamente a los hermanos.

Es sólo a través del “seguimiento de Cristo” que se actúa nuestra redención: la vida del Señor Jesús ha sido toda definida por la escucha de la voluntad del Padre. No nos debe sorprender, por lo tanto, si la Iglesia nos propone también uno de los textos más antiguos que hablan de Jesús, un pasaje de la carta a los Filipenses que en seis versículos logra diseñar de frente a nosotros la vida de Cristo a través del camino de la obediencia.

No existe otra posibilidad, para nosotros, si no aquella de entrar en la contemplación de estos días de Pasión a través del “seguimiento de Cristo”: vivamos estos días buscando su presencia en las llagas de nuestra historia –en el trabajo, con la familia, con los amigos- ; sigámoslo por los caminos de Jerusalén, teniendo cuidado de regresar a Él  cada vez que, durante esta semana nos demos cuenta de haberlo traicionado, abandonado, perdido de vista; subamos con Él hasta el Calvario y pidámosle que,  Su abandono total a la muerte de cruz, nos permita reconocerlo como Aquel que es el único que puede cambiar nuestra vida,  así como hizo el Centurión que antes se había burlado de Él: «verdaderamente éste era  Hijo de Dios» (Mt 27,54)

Fuente: Congregatio pro Clericis

1 comentario:

  1. Anónimo17.4.11

    BATE LAS PALMAS...!
    JESUS, EN UN BURRO MONTADO
    EN JERUSALEN HACE SU ENTRADA
    NO APARTES DE EL TU MIRADA,
    TE BUSCA, MAS TODAVIA
    NO TE HA ENCONTRADO.!
    MEDITA EN ESTO ESTA SEMANA SANTA, DEJATE ENCON-
    TRAR POR EL Y TE GARANTIZO, CAMBIARA TU VIDA.
    ETELVINA

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