"Juan estaba vestido con una piel de camello y un cinturón de cuero, y se alimentaba con langostas y miel silvestre. Y predicaba, diciendo:" (Mc 3,6)

13 de marzo de 2011

El Espíritu de la Cuaresma


La palabra “Cuaresma” viene del latín quadragesima dies y significa los cuarenta días de preparación desde el miércoles de ceniza hasta antes de la Misa vespertina de la Cena del Señor cuando comienza el Triduo Pascual. Hay una bella imagen que define a la Cuaresma como la preparación por la cual se asciende al santo monte de la Pascua. La historia de la Cuaresma empieza en el siglo IV d.C. pero antes de eso su origen pudo ser el ayuno de dos días, viernes y sábado, antes del Domingo de Resurrección. Este tiempo se fue alargando a una semana, a tres y luego a seis (cuarenta días). En Roma queda instituida entre el 350 y el 380. Se inauguraba en Domingo pero debido a que ese día no se ayunaba se pasó al miércoles anterior (siglos VI-VII) que se llamó “de ceniza” porque simboliza: caducidad y muerte, y por derivación: humildad y penitencia. “Entonces Abraham dijo: «Yo, que no soy más que polvo y ceniza, tengo el atrevimiento de dirigirme a mi Señor.” (Gn 18,27).



El simbolismo de los “cuarenta días” en ayuno tiene numerosas referencias bíblicas: los cuarenta días  y cuarenta noches de Moisés en el monte de Dios sin comer pan ni beber agua antes de renovar la Alianza que se había roto (Gn 34,28; Dt 9,9); El profeta Elías, luego de comer y beber, toma fuerzas para caminar cuarenta días y cuarenta noches hasta llegar al monte de Dios (I Reyes 19,8); curiosamente, el Evangelio según san Marcos, el más antiguo, no menciona el ayuno de Jesús pero sí las tentaciones (Mc 1,12-13); y tanto Mateo como Lucas aportan los cuarenta días y cuarenta noches de Jesús ayunando en el desierto más las tentaciones (Mt 4,1-2; Lc 4,1-2).          

El Concilio Vaticano II acentúa el carácter bautismal y penitencial de la Cuaresma (SC 109; UN 27). Las características ambientales y celebrativas son la omisión del aleluya en los cantos, la austeridad en la ornamentación, sin flores y sin música instrumental, el color de la casulla sacerdotal es morado a excepción del laetare del domingo cuarto en que puede atenuarse a un rosa.

Además, el Papa Benedicto XVI ha dicho en el mensaje para la Cuaresma 2011: “El Apóstol de los gentiles, en la Carta a los Filipenses, expresa el sentido de la transformación que tiene lugar al participar en la muerte y resurrección de Cristo, indicando su meta: que yo pueda «conocerle a él, el poder de su resurrección y la comunión en sus padecimientos hasta hacerme semejante a él en su muerte, tratando de llegar a la resurrección de entre los muertos» (Flp 3, 10-11). El Bautismo, por tanto, no es un rito del pasado sino el encuentro con Cristo que conforma toda la existencia del bautizado, le da la vida divina y lo llama a una conversión sincera, iniciada y sostenida por la Gracia, que lo lleve a alcanzar la talla adulta de Cristo.”

Entendiendo la indicación eclesial de no adornar con flores el espacio del culto sagrado, lo cual está claro por el carácter ético austero de la Cuaresma. Sin embargo, podemos observar que en la austeridad del desierto también hay algunas flores. Por ejemplo, en el tiempo de la estadía de san Jerónimo en el desierto de Judá, habla de las “flores de Cristo”, que se propagarán y llegarán a ser jardines en los torrentes y en los valles, en las estepas y las fortalezas.

Resulta curioso, pero existe una flor que reúne características singulares en la creación de Dios, entre cuyas variedades se encuentra un tipo cuyo colorido que va del rosa al morado intenso. Es más interesante aún la cuestión de que cuando se la corta en el momento justo de entrar a su máximo esplendor y se la deja en una habitación oscura para que se seque, a modo de un “sepulcro bautismal”, y ha pasado por el proceso de la muerte, entonces se le atribuye una gran cantidad de usos medicinales, y también así está lista para engalanar una mesa. Esta flor puede encontrarse en el desierto de Atacama, Chile, y en otros lugares inhóspitos, cuyo silencio se rompe por el viento y el sonido de algunas fieras. Esta flor es la “siempreviva” o “sempervivum” y puede ser un bellísimo signo para adornar la casa cristiana en el tiempo de Cuaresma. No se trata de llenar la casa de flores sino de hacer resaltar a la “siempreviva” con su “ayuno” de agua y nutrientes de la tierra, como un signo profético y litúrgico que evoca nuestro bautismo en la muerte del Mesías: «Conocerle a él, el poder de su resurrección y la comunión en sus padecimientos hasta hacerme semejante a él en su muerte, tratando de llegar a la resurrección de entre los muertos»  (Flp 3, 10-11). (PCD).

Prensa Cristiana Digital 36 (2011) 2
   
(Agradecemos, especialmente, a la liturgista Lic. María Cristina Aguirre por su espontáneo asesoramiento en los pasillos del Colegio Champagnat de Buenos Aires).

1 comentario:

  1. Anónimo13.3.11

    HAY DOS RELATOS QUE ME IMPACTARON: 1) QUE LOS MO-
    MENTOS MAS IMPORTANTES DE LA HISTORIA DE LA SAL-
    VACION SE LLEVARON A CABO EN UN MONTE...JESUS
    GUSTABA DE SUBIRSE A ELLOS Y DESDE ALLI, PREDICAR
    Y 2) EL SIMBOLISMO DE LA "SIEMPREVIVA".!
    SI BIEN, ESTO LO SABIA, SON DOS COSAS PARA LOS LECTORES DIGNAS DE DESTACAR, EN ESTA CUARESMA.!
    ETELVINA

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