"Juan estaba vestido con una piel de camello y un cinturón de cuero, y se alimentaba con langostas y miel silvestre. Y predicaba, diciendo:" (Mc 3,6)

28 de diciembre de 2010

No nos dejemos engañar por las falsas alegrías que esconden tristeza, abramos el corazón a la verdadera Alegría


Reflexión de monseñor Jorge Luis Lona, obispo de San Luis para la Navidad (24 de diciembre de 2010)

¿Por qué decimos “Feliz Navidad”? ¿Por qué sentimos la alegría de la Navidad? ¿Por qué esa alegría está unida a la paz, a una serenidad alegre del corazón?

Son los regalos de la fe en la Navidad. La fe en que ya no estamos solos, en que Dios ha venido a acompañar nuestra vida para siempre. Dios se ha hecho uno de nosotros, para siempre, hasta la eternidad. Porque nos ama…
El Niño Dios es el Emanuel, el “Dios con nosotros” verdadero y real, comenzando su vida humana como comienza la nuestra, para seguir a nuestro lado en todas las pruebas, y sostenernos con la fuerza infinita de su amor.
El mundo y la vida humana cambiaron hace dos mil años por la revelación del amor de Dios en Belén. La soledad angustiada del ser humano quedó llena de una paz y una alegría venidas del Cielo.
Hoy vuelve con fuerza la amenaza de la soledad terrible del hombre sin Dios, solo y prisionero del egoísmo y la soberbia. Es el rechazo absurdo del amor, y la búsqueda insaciable del placer sin sentido, del tener sin sentido, y del poder que intenta imponerse a Dios.
El Niño de Belén es olvidado y despreciado. Se intenta hacernos vivir una Navidad sin Dios, como pura fiesta pagana, de ruido y aturdimiento.
Pero el Niño Dios y su Madre Santísima, desde la pobreza y la indefensión del pesebre, nos llaman con amor poderoso y tierno. Llaman a todos los corazones, quieren aliviar todo desconsuelo, quieren regalarnos la paz y la alegría de la Navidad.
No nos dejemos engañar por las falsas alegrías que esconden tristeza. Abramos el corazón a la verdadera alegría, a esa alegría que sintieron los pastores cuando oyeron elevarse el coro de los ángeles en Belén:
“Gloria a Dios en el cielo, y en la tierra paz a los hombre que ama el Señor…”

Mons. Jorge Luis Lona, obispo de San Luis
24 de diciembre de 2010

Fuente: AICA

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