"Juan estaba vestido con una piel de camello y un cinturón de cuero, y se alimentaba con langostas y miel silvestre. Y predicaba, diciendo:" (Mc 3,6)

14 de noviembre de 2010

Más allá de la experiencia y más allá de la razón ¡Jesucristo es el Rey!

Mientras los fariseos estaban reunidos, Jesús les hizo esta pregunta: «¿Qué piensan acerca del Mesías? ¿De quién es hijo?». Ellos le respondieron: «De David». Jesús les dijo: «¿Por qué entonces, David, movido por el Espíritu, lo llama "Señor", cuando dice: "Dijo el Señor a mi Señor: Siéntate a mi derecha, hasta que ponga a tus enemigos debajo de tus pies"? Si David lo llama "Señor", ¿cómo puede ser hijo suyo?». Ninguno fue capaz de responderle una sola palabra, y desde aquel día nadie se atrevió a hacerle más preguntas. (Mt 22,41-46)


Para los judíos (1) el Mesías, el Ungido, el Cristo es el rey de Israel, el rey de los judíos. Para la “antigua religión israelita” (2) el Dios del rey es también el Dios del pueblo, en un modelo de sacralización real (3) en donde el rey es el hijo de Dios, el padre del pueblo, el sumo sacerdote y por ende el único mediador entre Dios y su pueblo. Este conocimiento histórico nos abre el entendimiento en cuanto a este diálogo entre Jesús y los fariseos. En este relato evangélico Jesús está proponiendo, a través de una pregunta inteligente, que el Mesías es el rey de su pueblo en cuanto al orden dinástico davidiano pero que aún David, el fundador de la dinastía, refleja un sentido más profundo que ese orden real, en cuanto a que David el ungido, el mesías, el cristo, se considera en un nivel inferior al Mesías, el Ungido, el Cristo al cual llama Señor. Es decir, que más allá del texto, más allá del modelo de sacralización real plasmado en el salmo 110 y más allá de las razones para explicar al Mesías rey, encontramos un sentido pleno en la Revelación que excede a los hagiógrafos del Antiguo Testamento pero que no excede a Jesús.

Este salmo atribuido a David es, precisamente, un salmo de entronización real. En él encontramos, entre otras cosas, algo que Jesús no cita: el rey es el sumo sacerdote (4), no en el orden sacerdotal esgrimido por esa tradición a partir del exilio en Babilonia. Pero lo que hoy nos ocupa, en esta editorial, no es la realeza de los sacerdotes que volvieron del exilio a fines del siglo VI y comienzos del V a.C. para gobernar el país, y que dejaron en un segundo plano el sacerdocio del rey adjudicándole la etiqueta de “en el orden de Melquisedec”, tema que retomará, inspiradamente, el autor de la “Carta a los Hebreos” para justificar teológicamente, de manera brillante, el Sumo Sacerdocio de Cristo. Lo que hoy nos ocupa es que más allá del texto, más allá de la experiencia religiosa y más allá de las razones para explicar al Mesías sacerdote, encontramos otro sentido pleno en la Revelación del Antiguo Testamento que captará el autor de “Hebreos”. Algo que también excede a los hagiógrafos judíos pero que no excede al Espíritu Santo que inspiró la Escritura.

Además, es interesante advertir que los esenios del Qumram esperaban a un Profeta (nuevo Moisés), a un Mesías rey y a un Mesías sacerdote. En esto vale el origen samaritano de los textos manejados por los “Testimonia” de los esenios (5): los samaritanos esperaban al Taheb (el nuevo Moisés). En todas estas cosas, encontramos “semillas de la Revelación”, el “nuevo Moisés” es quien dará una Halajá (6) justa, actualizada correctamente. Es notable que la palabra hebrea “Halajá” viene “halaj” que quiere decir “caminar”, de ahí que la Iglesia se llamara también “Camino” (7). Ahora bien, Jesús no se conforma con la propuesta farisea de agregar nuevas leyes a la par de las reveladas en el Pentateuco, pero Jesús tampoco se conforma con la propuesta saducea de tratar de aplicar “como se pueda” el Pentateuco, Jesús va más allá de las tradiciones fariseas y saduceas y nos propone un Camino (Halajá) con un yugo suave y una carga ligera (8). Él va más allá de la Torá y propone profundizarla en forma esencial, existencial y trascendente. De ahí su actualidad.

Por eso, es necesario ir más allá de la experiencia testimonial, más allá del “rostro divino de Dios”. Es imprescindible conocer también el “rostro humano de Dios”, pero tampoco debemos quedarnos en la exclusiva razón porque corremos el riesgo de confundir el “rostro humano de Dios” con el “rostro humano del hombre”. Aún hay que caminar más allá del paso de la creencia al saber para llegar al pleno conocimiento de Cristo. Recién ahí podemos conocer por medio de Él el “rostro humano de Dios” y el “rostro divino del hombre”. Y proclamarlo con autoridad como Rey Universal que se comunica a la humanidad y por amor engendra la comunidad cristiana, donándose a sí mismo, gratuitamente, todos los días hasta que vuelva. Hoy la humanidad camina en su adolescencia, luego de dejar los mitos y la imaginación fantástica de la infancia y pubertad, pero luego vendrá la juventud y la adultez.

¡Más allá de la experiencia y más allá de la razón, Jesucristo es el Rey del Universo! (PCD).  

(1) Desde el reinado de Josías se establece un arco dinástico entre David y el propio Josías en el cual el rey es el ungido de Dios, este arco quedará plasmado en la compilación y redacción definitiva del Antiguo Testamento por los autores sagrados.
(2) Se llama así al conjunto de creencias anteriores al exilio en Babilonia y la posterior formación teológica del “judaísmo del II Templo”
(3) Modelo común a muchas culturas del Oriente Próximo, a excepción de Egipto, p.e. en donde el rey era Dios mismo (modelo de divinización real)
(4) Salmo 110,4
(5) Esto se encuentra en los comentarios a las citas bíblicas de los “Testimonia”, un manuscrito antológico de la gruta 4 de Qumram
(6) La Halajá es el contenido legislativo de la Torá (Pentateuco) y su interpretación actualizada a nuevas situaciones de la vida. 
(7) Hch 9,2
(8) Mt 11,25-30


Editorial de Prensa Cristiana Digital N° 32, noviembre de 2010  

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