"Juan estaba vestido con una piel de camello y un cinturón de cuero, y se alimentaba con langostas y miel silvestre. Y predicaba, diciendo:" (Mc 3,6)

7 de septiembre de 2010

Sin renunciamiento no existe el auténtico discipulado cristiano

Reflexión de monseñor Rubén Oscar Frassia, obispo de Avellaneda-Lanús para el programa radial "Compartiendo el Evangelio", para el 23º domingo durante el año (5 de septiembre de 2010)
 
Para recordar: el miércoles 8, Natividad de la Virgen María; celebramos la Jornada de la Vida Consagrada. Desde este espacio rezamos por todas las religiosas y religiosos, por toda la vida consagrada para que, siguiendo el ejemplo de la Virgen, todos puedan seguir diciendo SI al Señor. El próximo domingo, 12 de septiembre, se realizará la Colecta Nacional “Más por menos”; que nuestros aportes a la misma sean significativos ya que contribuirán a las necesidades de los hermanos aún más pobres que nosotros.

Evangelio según san Lucas 14, 25-33 (ciclo C)

Es un texto simple pero que nos dice algo muy importante: el discípulo tiene que seguir al maestro. Nosotros tenemos que seguir a Cristo por fe, por lo que nos dice el Evangelio y por lo que nos dice la Iglesia. Este seguimiento, que es realizar la voluntad de Dios, se tiene que hacer por convencimiento, por persuasión, no por obligación ni imposición; es la suavidad con la que Dios se nos comunica para poder entender el Amor de Dios y lo que significa seguirlo a Él. Cuanto uno más ame a Dios, va amar más a su padre, a su madre, a su mujer, a sus hijos, a sus hermanos. El Amor de Dios no es competitivo con otros amores, pero es el centro de lo que significa el verdadero amor que nos humaniza y nos ubica ante todas las realidades.

En segundo lugar, el discípulo debe cargar la cruz, como la llevó el Maestro, y renunciar a muchas cosas. A veces algunos acusan a la Iglesia, al cristianismo, de vivir siempre “haciendo gala” de renunciar. Es importante la renuncia, porque ella significa poder ser más, poder seguirlo y educarnos en lo que ello significa. Doy un ejemplo: hoy en día la sociedad no nos ayuda a pensar; muchas de las cosas que nos transmiten, o se nos comunican por televisión, o por el medio que sea, no tienen sentido para nada, o sea sentido cero; ¡y la gente a veces se conforma con eso y consume el no tener sentido de nada!, ¡consume “para reírse” o “para pasarla bien”!, ¡pero pierde el sentido!

Una de las grandes tragedias de este tiempo, es perder el sentido de las cosas: el sentido de la vida, de la familia, de lo personal, de los otros, del amor, de la belleza, de la política, de lo social, del bien común, ¡el sentido de las responsabilidades! Tenemos que seguir buscando, seguir pensando y seguir haciendo dócilmente la voluntad de Dios. ¡Tenemos que volver a educarnos! ¡Nos falta el sentido de la educación! ¡Nos falta encausar nuestra vida, de nuevo, en aquello que es fundamental! Tenemos que ser discípulos y fieles al Maestro. Lo propio del Maestro es su paciencia; lo propio del discípulo es su apertura, fidelidad y docilidad.

Hoy es necesario volver a aprender en lo propio, en lo personal, en lo humano, en lo fraternal, en lo social, en lo eclesial, que busquemos y cumplamos la voluntad de Dios para ser más libres y producir mucho más. Que podamos amar a Dios amando a cada uno de nuestros hermanos.

Les dejo mi bendición: en el Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
 
Mons. Rubén Oscar Frassia, obispo de Avellaneda-Lanús

Fuente: AICA

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