Saludo y reflexión del monseñor José Luis Mollaghan, arzobispo de Rosario, con ocasión de la colación de grados de los nuevos abogados de la Universidad Católica Argentina (Catedral de Rosario, 2 de septiembre de 2010)
La colación de grados de la Facultad de Derecho de la Universidad Católica Argentina en Rosario es para mi, como Obispo diocesano, una ocasión para felicitar a los nuevos graduados por los estudios realizados y por la feliz coronación de sus esfuerzos; y al mismo tiempo para hacerlo extensivo a sus padres y a sus familias que los acompañaron durante estos años, con perseverancia e inclusive con sacrificios. También tengo el gusto de dirigirles un cordial saludo a las autoridades académicas e invitadas presentes, al señor Arzobispo emérito Monseñor Eduardo Mirás, al Dr. Ricardo París, en representación del Decano de la Facultad, a los profesores de la Universidad Católica y los colaboradores, a los sacerdotes presentes e invitados a este acto.
La misión evangelizadora de la Universidad Católica
Al mismo tiempo, este encuentro es para mi una vez más una oportunidad para estar cerca de la Universidad y de sus graduados, conocer sus aspiraciones y comprobar la realización de sus frutos; ya que la Universidad también forma parte de la vida de una diócesis, la que a la vez que le ofrece el territorio para el desarrollo de su tarea específica de investigación y estudio en cada carrera, al mismo tiempo confía en la formación y la reflexión teológica y moral, a un nivel universitario, para el bien espiritual de sus miembros; y de la misión evangelizadora de la Universidad Católica (Ex corde Ecclesiae. II, art. 5, par.1). De este modo, se espera de ella un testimonio vital de orden institucional de Jesucristo vivo y de su mensaje, tan necesario para las hoy culturas, impregnadas por el secularismo (cfr. Ap. nº 341).
Lo expresado acerca de la Universidad en esta oportunidad, se encuadra también en el marco del vigésimo aniversario de la Exhortación apostólica “Ex Corde Ecclesiae” sobre las Universidades Católicas, que es un documento del magisterio que nos ofrece el verdadero espíritu que la Iglesia espera que tenga la Universidad Católica y que a la vez regula jurídicamente estos centros de estudios en el mundo.
En este sentido, a la luz de este documento, podemos decir con las palabras expresadas en este aniversario por el cardenal Zenon Grocholewski, Prefecto de la Congregación para la Educación Católica, sólo "la Universidad Católica que conserve su identidad tendrá un futuro y contribuirá al bien de la sociedad" (1.IX.2010); ya que si perdiera esa identidad perdería aquello que la debe caracterizar.
Cuando Juan Pablo II escribió y presentó este documento el 15 de agosto de 1990, quiso manifestar la importancia que tenía la Universidad Católica en la vida de la Iglesia; y por eso consideraba necesario que tuviera una legislación propia que estableciera su misión, así como el marco jurídico para su creación.
Por ello, es tan importante que el Obispo y Pastor del lugar aprecie y valore a la Universidad Católica; ya que de hecho es quien la promueve o la recibe en su propia diócesis de acuerdo a las necesidades pastorales y académicas (cfr. Ex Corde Ecclesiar, I, n º 28); y por ello, si bien la Universidad tiene sus autoridades propias, su autonomía y disciplina para cada materia y cada carrera respectivamente; sin embargo debe ser considerado "partícipe" de la misma (cfr. Ex Corde Ecclesiae, I, nº 28), y quiere para ella una profunda enseñanza teológica y moral a través de sus profesores. En este sentido, la sagrada teología, la moral y la doctrina social de la Iglesia no son un añadido o un plus, sino que deben influir sobre todas las actividades de la Universidad (cfr. ibidem II, art. 2 par.4).
Las actividades fundamentales de una Universidad Católica deberán vincularse y armonizarse con la misión evangelizadora de la Iglesia
Las actividades fundamentales de una Universidad Católica deberán vincularse y armonizarse con la misión evangelizadora de la Iglesia y se llevan a cabo a través de una investigación realizada a la luz del mensaje cristiano. Por eso la Iglesia, quiere sentir estos centros cercanos a si misma, y operantes en la difusión del mensaje auténtico de Cristo (cfr. ECE 49). Más aún, la investigación universitaria se debe orientar a estudiar en profundidad las raíces y las causas de los problemas de nuestro tiempo, prestando especial atención a sus dimensiones éticas y religiosas (cfr. Ex Corde, nº 32).
Por ello, si fuera necesario, la Universidad Católica deberá tener inclusive la valentía de expresar las verdades aunque sean incómodas, verdades que no halagan a la opinión pública, pero que son también necesarias para salvaguardar el bien auténtico de la sociedad (cfr. ib).
Es evidente entonces, el lugar importante que deben ocupar las asignaturas teológicas y cada uno de los profesores de teología y moral en la Universidad; ya que a través suyo llega la Palabra de Dios al aula, y se hace visible la unidad de su enseñanza con el Magisterio de la Iglesia; para que esta doctrina ilumine adecuadamente los otros temas de estudio y reflexión. Porque en el contexto en que vivimos, de gran relativismo cultural y moral es fundamental la enseñanza de la verdad, el diálogo fe y razón, fe y cultura, y la formación de profesores, alumnos y personal a través de la Doctrina social y moral de la Iglesia.
Que nuestros estudiantes y profesores puedan encontrarse con el Señor resucitado, como los discípulos de Emaus
A la luz de lo expresado, y contando inclusive con la ayuda de la Pastoral universitaria (Ex corde Eccsiae II, art. 6), es muy necesario que nuestros estudiantes y profesores de la Universidad Católica, también puedan encontrarse en su propia vida con el Señor resucitado, como los discípulos de Emaus; y este encuentro a la vez sea alimentado sobre todo con la presencia de Jesús en la Eucaristía. (cfr. Benedicto XVI, 13.VII 2009).
La Universidad debe requerir un compromiso que sea misionero que consiste, en testimoniar el encuentro personal con Jesucristo, Verdad que ilumina el camino de cada hombre. De este encuentro con Él vendrá esa "novedad del corazón" capaz de dar una orientación nueva a la existencia personal; que se convierte en fermento y levadura de una sociedad vivificada por el amor evangélico (cfr. ibídem).
Precisamente, en el año del bicentenario, en el que ustedes abrazan la profesión de abogados, pedimos por todos ustedes que hoy se gradúan; para que con la protección de la Virgen del Rosario; con el aporte de su conocimiento y ciencia jurídica, y enriquecidos por la fe, contribuyan a mirar al futuro con esperanza.
Mons. José Luis Mollaghan, arzobispo de Rosario
Fuente: AICA
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