"Juan estaba vestido con una piel de camello y un cinturón de cuero, y se alimentaba con langostas y miel silvestre. Y predicaba, diciendo:" (Mc 3,6)

21 de septiembre de 2010

El docente católico tiene una triple dimensión: vocacional, profesional y laboral

En un mensaje con motivo del Día del Profesor, el presbítero Eduardo Casas, a cargo de la Junta Arquidiocesana de Educación Católica del arzobispado de Córdoba, recordó que “todo docente católico en su rol tiene una triple dimensión que hace a su propio perfil: vocacional, profesional y laboral.


    “La profesión docente es sobre todo una vocación. No sólo compromete su actuar (profesión) sino que involucra más ampliamente su vida toda (vocación). Si esto se observa desde la mera perspectiva humana, ¡cuánto más desde la dimensión del compromiso con la fe, ya que la docencia -para un bautizado- es una vocación cristiana específica! Se la considera un don, un carisma, un servicio, un apostolado y un ministerio propio”, explicó.

     En cuanto a la dimensión profesional, el sacerdote sostuvo que “la formación inicial necesaria, la competencia que requiere el ejercicio del rol y la capacitación permanente hacen que la docencia sea toda una profesión. Su valoración ha ido variando con las épocas”, y estimó que necesita lograr un equilibrio “desde la sobrevaloración a la minusvaloración social”.

     “La dimensión laboral se fundamenta en el conjunto de derechos y deberes que generan los compromisos laborales que, como profesional docente, se asumen y los que las comunidades educativas –como ámbitos laborales específicos- igualmente se compromete con el docente. Existe una mutua corresponsabilidad, tanto de la comunidad como del docente, en el marco de la justicia y la caridad social en consonancia con los valores del Evangelio y la propuesta de la doctrina social de la Iglesia”, indicó.

     El presbítero subrayó que “estas tres dimensiones constitutivas del perfil docente siempre hay que considerarlas en unidad y armonía. Hay quienes subrayan más un aspecto que otro. Lo cierto es que en una escuela católica no se puede prescindir de ninguno de ellos. Ni el docente, ni la comunidad pueden hacerlo”.

     “Desde estas tres dimensiones básicas hay que pensar luego todo lo demás en cuanto al rol docente: La aptitud y la actitud; la identificación o pertenencia institucional; la construcción de los vínculos comunitarios; la relación con los alumnos; la generación de proyectos; los talentos personales; la capacidad de trabajar en equipo; etc.”, concluyó.

Fuente: AICA

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