"Juan estaba vestido con una piel de camello y un cinturón de cuero, y se alimentaba con langostas y miel silvestre. Y predicaba, diciendo:" (Mc 3,6)

22 de agosto de 2010

Septiembre es el mes de la Biblia. Tu Palabra nos da vida, la esperanza del pueblo amado por Dios


En marzo del año 1961 la Conferencia Episcopal Argentina, reunida en Asamblea Plenaria, determinó: “Implántese en todo el país el DOMINGO BÍBLICO NACIONAL, que se celebrará el último domingo de septiembre, el más cercano a la fiesta de San Jerónimo, Patrono celestial de todos los estudios bíblicos”. Es decir que desde hace 49 años en nuestro país venimos celebrando ese “Domingo Bíblico” que luego dio lugar, por extensión y sin declaración formal alguna, a que septiembre fuera considerado el “mes de la Biblia”.

Esto se ubica dentro del camino recorrido por la Iglesia católica en el campo bíblico durante los últimos 120 años. Podríamos dividir esta andadura bíblica en cuatro períodos. El movimiento bíblico comenzó tímidamente con un “apostolado bíblico” que –bajo la consigna que aseguraba (tranquilizadoramente) que “la Biblia no es cosa de protestantes”– trabajó denodadamente para que cada familia católica contara con un ejemplar de la Biblia, y para ello se hicieron traducciones populares y ediciones económicas. La encíclica Providentissimus Deus (León XIII, 1893) y, sobre todo, la Divino Afflante Spiritu (Pío XII, 1943) favorecieron la re-conexión de la Biblia con el ámbito litúrgico-sacramental (más allá de la homilía) y con la catequesis (aunque fuera en principio para ilustrar algún tema o para dar lecciones de Historia Sagrada).

Así, paulatinamente, se fue tomando conciencia de la imperiosa necesidad que había de formación bíblica y surgieron en muchos lugares Escuelas bíblicas y Seminarios catequísticos (en donde la temática bíblica ocupó desde sus comienzos un lugar relevante). También se publicaron cientos de libros de divulgación y subsidios bíblicos, y se organizaron talleres y cursos a distancia. Fue el período de la “formación bíblica”.

No es verdad que en Argentina llegamos siempre tarde, porque ya en el año 1958, un grupo de sacerdotes y laicos, convocados por el Pbro. Alfredo Trusso (1921-2006), sintiendo la necesidad y comprendiendo la urgencia de difundir la Palabra de Dios en una versión adaptada a la manera de hablar de nuestro pueblo, concibieron la idea de realizar nada menos que una nueva traducción de la Biblia desde sus originales. El trabajo comenzó con la versión de los Evangelios. El primero de ellos –el de Mateo– apareció publicado en 1961, y en 1964 se divulgaron los cuatro Evangelios, con el título LA BUENA NOTICIA DE JESUS. Ante la favorable acogida que tuvo esta versión, se decidió continuar la traducción de los otros textos del Nuevo Testamento, cuya versión completa apareció en 1968 con el título de EL LIBRO DE LA NUEVA ALIANZA, bajo la responsabilidad de los Pbros. Armando Levoratti y Alfredo Trusso. Ellos mismos –después de 22 años de trabajo ininterrumpido– presentaron la primera edición de la Biblia completa en 1981 con el título de EL LIBRO DEL PUEBLO DE DIOS.

El tercer momento, en el que todavía estamos, es el de la “pastoral bíblica”, entendiéndola dentro de la pastoral de conjunto, al lado de otras pastorales: juvenil, vocacional, familiar, de niños, matrimonial... Algunos prefieren hablar de “trabajo bíblico pastoral” o “ministerio bíblico”. En este momento –y en gran parte gracias al impulso de la Dei Verbum (1969), del documento La interpretación de la Biblia en la Iglesia de la Pontificia Comisión Bíblica (1993), a la Evangelli Nuntiandi (1975) del inolvidable papa Montini, y a las directivas de las Conferencias Generales del Episcopado Latinoamericano (Río de Janeiro: 1955, Medellín: 1968, Puebla: 1979, Santo Domingo: 1992 y Aparecida: 2007)– se ha conocido un gran desarrollo de los “círculos bíblicos”, de grupos de reflexión bíblica y últimamente se está dando un redescubrimiento de la Lectio divina que enriquece la vida espiritual de toda la Iglesia.

En Argentina, dentro de la Comisión de Catequesis de la Conferencia Episcopal Argentina, funciona un Departamento de Pastoral Bíblica (presidido por el obispo de Reconquista, Mons. Ramón A. Dus, y formado por un grupo de 15 personas: sacerdotes, religiosos/as y laicos/as) que procura animar el desarrollo de esta pastoral sobre todo elaborando subsidios y mediante la campaña bíblica que se realiza durante el mes de septiembre. También organiza encuentros regionales y, cada dos años, un encuentro nacional (ENABI), el próximo está programado para comienzos de agosto de 2011. La campaña bíblica 2010 lleva por lema “Tu Palabra nos da vida. La esperanza del Pueblo amado por Dios”.

Benedicto XVI, en el Discurso Inaugural de la V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano y del Caribe, realizada en Aparecida (Brasil) en 2007, recordó una vez más que: “Hemos de fundamentar nuestro compromiso misionero y toda nuestra vida en la roca de la Palabra de Dios. Para ello, animo a los pastores a esforzarse en darla a conocer… El discípulo, fundamentado así en la roca de la Palabra de Dios, se siente impulsado a llevar la buena nueva de la salvación a sus hermanos. Discipulado y misión son como las dos caras de una misma medalla: cuando el discípulo está enamorado de Cristo, no puede dejar de anunciar al mundo que solo Él nos salva (cf. Hch 4, 12). En efecto, el discípulo sabe que sin Cristo no hay luz, no hay esperanza, no hay amor, no hay futuro.”

Llegados hasta aquí, ahora se va abriendo un nuevo horizonte/desafío, que se nos presenta como una utopía (es decir: un plan, proyecto o sistema optimista que aparece como irrealizable en el momento de su formulación, pero que se puede ir concretando aunque sea de a poco… “un día a la vez”, con humildad, paciencia y constancia). Este anhelo es el de llegar a la Animación Bíblica de la Pastoral (ABP), de todos y cada uno de los ámbitos de la “pastoral orgánica”. Buscando que la Biblia vuelva a ser el alma, el “principio vital” que circule por toda la vida pastoral de la Iglesia, redescubriendo que, como acertadamente se dijo: “la Biblia no es una rama más del árbol de la Iglesia sino la savia que corre por su tronco y por todas sus ramas”.
 
Departamento de Pastoral Bíblica - CEA

 

1 comentario:

  1. La tierra que fluye leche y miel es la de nuestro señor Jesucristo, nos da la dulzura de su palabra, por tanto tiempo vedada, es la dulzura que regresa al pueblo de Israel impulsada por un pueblo que no era pueblo, como el nuestro, gentil e idolatra, pero por su gran amor nos vino la Palabra, hecha redención en Jesucristo, Señor nuestro. Debo mencionar, que solo Jesucristo santifica y no hay condenación para los que están en Cristo Jesús Señor nuestro. El que se arrepiente de sus aarogancias (pecados)como el ladrón arrepentido, estará con El en el paraiso, sin mediación de hombres imperfectos.

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