"Juan estaba vestido con una piel de camello y un cinturón de cuero, y se alimentaba con langostas y miel silvestre. Y predicaba, diciendo:" (Mc 3,6)

27 de agosto de 2010

El Señor corrige al que ama

Homilía de Mons. Carmelo Juan Giaquinta, Arzobispo emérito de Resistencia, para el domingo 21º durante el año (22 agosto 2010)
 
Lc 13,22-30
 
I. “MIENTRAS SE DIRIGÍA A JERUSALÉN”
 
1. A partir de la transfiguración, san Lucas redacta su Evangelio como un largo camino de Jesús desde Galilea a Jerusalén, donde morirá y resucitará: “Se encaminó decididamente hacia Jerusalén” (Lc 9,51). Y en él intercala sus enseñanzas y milagros. Este camino es un símbolo del largo camino espiritual que hemos de hacer en pos de él, para llegar a ser verdaderos discípulos.

II. “LUCHEN PARA ENTRAR POR LA PUERTA ESTRECHA”
 
2. En el Evangelio de hoy, se presenta un hombre religioso, pero más curioso de la religión que religioso de veras: “Mientras se dirigía a Jerusalén, una persona le preguntó: ‘Señor, ¿es verdad que son pocos los que se salvan?’” (Lc 13,23). Jesús, que tiene muy claro el norte del camino, y quiere que nosotros apuntemos hacia él, no responde a la curiosidad. Y con su respuesta, reorienta la cuestión hacia la verdadera religión: “Luchen para entrar por la puerta estrecha, porque les aseguro que muchos querrán entrar y no lo conseguirán” (v. 24).
La respuesta no es abstracta. Va dirigida al curioso de la religión y a todos los que son como él, entre los cuales podríamos estar nosotros: “En cuanto el dueño de casa se levante y cierre la puerta, ustedes, desde afuera, se pondrán a golpear la puerta, diciendo: ‘Señor, ábrenos’. Y él les responderá: ‘No sé de donde son ustedes’” (v. 25).
 
3. “Luchen para entrar”: es lo que dice el texto griego, más expresivo que el “traten de entrar” de la traducción argentina, muy buena por lo demás. Es preciso luchar, esforzarse por desechar todo lo que nos distraiga de entrar por la puerta del Evangelio.
De ésta, Jesús dice que es “estrecha”. La califica así en relación a la puerta del mal, que es muy ancha, pues existen innumerables maneras de realizarlo. El bien, en cambio, si bien puede ser practicado con acciones muy diversas, tiene una sola manera de ser hecho. Por ello Jesús, en el Sermón del Monte, dijo: “Entren por la puerta estrecha, porque es ancha la puerta y espacioso el camino que lleva a la perdición, y son muchos los que van por él. Pero es angosta la puerta y estrecho el camino que lleva a la Vida, y son pocos los que lo encuentran” (Mt 7,13-14).
 
III. “YO SOY LA PUERTA”
 
4. El evangelista Juan complementa la enseñanza sobre la puerta, con la parábola del corral de las ovejas que tiene una puerta, que es Jesús: “Yo soy la puerta de las ovejas… El que entra por mí se salvará; podrá entrar y salir, y encontrará su alimento” (Jn 10,7.9). Esta puerta es la más ancha y cómoda de todas. Todo el que le cree de veras a Jesús, lo ama y pone en práctica su palabra: entrará y gozará con él. En cambio, por más que conozca de religión, y participe de actos religiosos, si no le creyese de veras a Jesús y no practicase su Evangelio, ese no entrará: “Entonces ustedes comenzarán a decir: ‘Hemos comido y bebido contigo, y tú enseñaste en nuestras plazas’. Pero él les dirá: ‘No sé de dónde son ustedes: ¡apártense de mí todos los que hacen el mal!’” (Lc 13,26-27).
 
IV. ¿HAY ALGÚN HIJO QUE NO SEA CORREGIDO POR SU PADRE?
 
5. La segunda lectura de hoy está tomada de la carta a los Hebreos. Un escrito a primera vista difícil, pero fácil de comprender mediante la lectura atenta. Se trata de una comunidad con un pasado glorioso: “Recuerden los primeros tiempos, apenas habían sido iluminados (bautizados) y ya tuvieron que soportar un rudo y doloroso combate… Ustedes compartieron los sufrimientos de los que estaban en la cárcel y aceptaron con alegría que los despojaran de sus bienes” (Hb 10,32.34). Pero ahora se encuentra acobardada y se distrae en cuestiones secundarias: los ángeles y el culto del Templo, que la hacen olvidar de Jesucristo. Por lo mismo, algunos comienzan a abandonar la reunión fraterna y no celebran la Eucaristía. A esta comunidad se dirige la exhortación que leemos hoy: “Si ustedes tienen que sufrir es para su corrección, porque Dios los trata como a hijos. ¿Hay algún hijo que no sea corregido por su padre?” (12,7).
 
VI. JESUCRISTO LLAMA HOY A SU IGLESIA A LA CONVERSIÓN
 
6. La comunidad de los Hebreos y el hombre curioso: son símbolos del cristiano y de la Iglesia contemporánea. Distraídos en miles de cosas, pero olvidados de lo esencial, que es Jesucristo y su Evangelio, la Iglesia está sufriendo contradicciones de todo tipo. Unas provienen de adentro: la conducta anti-evangélica de algunos de sus hijos, la rebeldía de algunos clérigos, la laxitud espiritual de muchos de nosotros los consagrados, el descuido de la predicación y de la catequesis. Otras provienen de afuera: los medios, que todo lo confunden; políticas antihumanas, como la de haber despojado al matrimonio entre el varón y la mujer de su característica más propia y exclusiva; etc. Pero en todo eso está Dios que llama a la Iglesia a la conversión: ““Hijo mío, no desprecies la corrección del Señor… Porque el Señor corrige al que ama” (vv.5-6).

7. ¿Escucharemos esta voz del Señor? ¿O la desoiremos como desoímos en gran medida el llamado a la conversión que Jesucristo nos dirigió en el Concilio?
 
Mons. Carmelo Juan Giaquinta
Arzobispo emérito de Resistencia
Prof. emérito activo de la Facultad de Teología UCA
Fuente: AICA

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