"Juan estaba vestido con una piel de camello y un cinturón de cuero, y se alimentaba con langostas y miel silvestre. Y predicaba, diciendo:" (Mc 3,6)

15 de julio de 2010

El matrimonio en Argentina ha caído en manos de asaltantes

foto: AICA

Homilía de monseñor Carmelo Juan Giaquinta, arzobispo emérito de Resistencia, para el domingo 15º durante el año (11 de julio de 2010)

Lc 10,25-37
 
1. San Lucas trae hoy una de las páginas más bellas, y también más urticantes, de su Evangelio: la del Buen Samaritano. Más bella, por la compasión eficaz con que un extranjero se hace cargo de un desconocido casi muerto tirado en el camino. Más urticante, porque rompe el molde en el cual los judíos religiosos de aquel entonces encerraban al “prójimo”, reduciéndolo al connacional.

I. “LE PREGUNTÓ PARA PONERLO A PRUEBA”
 
2. La escena comienza mal: “Un doctor de la Ley se levantó y le preguntó a Jesús para ponerlo a prueba” (Lc 10,25). La mala intención no aparece de entrada, pues pregunta: “Maestro, ¿qué tengo que hacer para heredar la Vida eterna?” Se muestra conocedor de su religión. Ha hecho una síntesis aparentemente perfecta de los numerosos mandamientos bíblicos, resumiéndolos en dos: el amor a Dios y el amor al prójimo. Por lo cual Jesús lo felicita: “Has respondido exactamente”. Y lo alienta: “Obra así y tendrás la vida” (v.28).
 
3. La narración que sigue desnuda la mala intención: “El doctor de la ley, para justificar su intervención, le hizo esta pregunta: ‘¿Y quién es mi prójimo?’ (v. v.29). Como no hay mal que por bien no venga, Jesús le responde con la parábola del Buen Samaritano, que es una de las mejores síntesis de su anuncio evangélico. En ella, además del hombre asaltado por ladrones y dejado medio muerto, aparecen tres personajes: un sacerdote y un levita, miembros de la clase dirigente en una sociedad teocrática; un samaritano: un extranjero, perteneciente a un país enemigo y a una religión heterodoxa.
 
II. “LO VIO Y SE CONMOVIÓ”
 
4. La reacción de los dos primeros y la del tercero es diametralmente opuesta. Los dos primeros ven al hombre tirado y pasan de largo. El tercero –el extranjero, el hereje- “lo vio y se conmovió” (v. 33). Su compasión no es sólo un sentimiento vano, que termina en el lamento. Es un sentimiento inteligente, que lo mueve a remediar la situación: “Entonces se acercó y vendó sus heridas, cubriéndolas con aceite y vino; después lo puso sobre su propia montura, lo condujo a un albergue y se encargó de cuidarlo. Al día siguiente sacó dos denarios y se los dio al dueño del albergue, diciéndole: ‘Cuídalo, y lo que gastes de más, te lo pagaré al volver” (vv. 34-35).

5. Concluyendo, Jesús pregunta: “¿Cuál de los tres te parece que se portó como prójimo del hombre asaltado por los ladrones? (v. 36). La pregunta del doctor había sido teórica: “¿Y quién es mi prójimo?” (v. 29). Habría merecido como respuesta una definición teórica. Pero Jesús cambia el planteo, y pregunta sobre el comportamiento propio de uno que se siente prójimo: “¿Cuál de los tres se portó como prójimo?” Y ello, porque la verdadera religión no se resuelve en teorías, por ortodoxas que sean, sino en comportamientos de vida nueva.
 
IV. “UN HOMBRE CAYÓ EN MANOS DE UNOS LADRONES”
 
5. La aplicación de la parábola puede ser múltiple, tantas son las situaciones de maltrato que el hombre sufre. Cada uno de los cristianos y cada comunidad deben examinarse sobre quién es el caído que se encuentra en su camino, y qué hace para levantarlo y curarlo.

Sin embargo, hoy, en la Argentina hay un hombre caído, que sería criminal no querer ver. Es el matrimonio, formado desde los orígenes de la humanidad por el varón y la mujer. Y que ha caído en manos de asaltantes, que están por matarlo por una ley inicua, que se intenta imponer a los golpes, al margen del sentir del pueblo argentino. Los asaltantes son muchos y provienen de varios sectores: de medios de comunicación, de partidos políticos, de intereses económicos.
 
6. Reconozcamos humildemente que el homosexual ha sido también un hombre caído en el camino, que no quisimos ver. Y hemos de devolverle el respeto que merece. Pero para ello sería insensato cometer un atropello igual o peor, cual sería maltratar y matar al matrimonio que, por su naturaleza es exclusivo entre el varón y la mujer.
 
V. EL ATROPELLO A UNO DE LOS DERECHOS HUMANOS FUNDAMENTALES
 
7. En una sociedad que se ufana de defender los derechos humanos, es escandaloso que sus legisladores pretendan suprimir irresponsablemente uno de los derechos humanos fundamentales. Recordemos el Artículo 16 de la Declaración de los Derechos del Hombre, firmada en 1948, después de la hecatombe de los derechos humanos producida por el nazismo: “1. “Los hombres y las mujeres, a partir de la edad núbil, tienen derecho, sin restricción alguna por motivos de raza, nacionalidad o religión, a casarse y fundar una familia, y disfrutarán de iguales derechos en cuanto al matrimonio, durante el matrimonio y en caso de disolución del matrimonio. 2. Sólo mediante libre y pleno consentimiento de los futuros esposos podrá contraerse el matrimonio. 3. La familia es el elemento natural y fundamental de la sociedad y tiene derecho a la protección de la sociedad y del Estado”.
 
Mons. Carmelo Juan Giaquinta, arzobispo emérito de Resistencia y Prof. emérito de la Facultad de Teología de la UCA.

Fuente: AICA
 

1 comentario:

  1. Anónimo19.7.10

    Despues de leer a Mons.Giaquinta, solo cabe decir
    que este es el momento que tenemos que salir a defender nuestra fe...! Poniendo el alma y la vida en ello!

    ETELVINA

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