"Juan estaba vestido con una piel de camello y un cinturón de cuero, y se alimentaba con langostas y miel silvestre. Y predicaba, diciendo:" (Mc 3,6)

11 de julio de 2010

"El exiliado de Dios". Editorial de PCD de julio 2010

Desde el mediodía hasta las tres de la tarde, las tinieblas cubrieron toda la región. Hacia las tres de la tarde, Jesús exclamó en alta voz: «Elí, Elí, lemá sabactani», que significa: «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?». (Mateo 27,45-46)

Mateo describe el grito angustiado de Jesús pero no desesperado, grito que nos abre a nosotros, los que contemplamos este pasaje bíblico a la oración intensa. Luego de tres horas de oscuridad, para nosotros la oscuridad de la búsqueda y del anonadamiento, Jesús gritó el inicio del Salmo 22. Los presentes, burlonamente, interpretan que está llamando a Elías (“Mi Dios es YHWH”), cuya venida se esperaba como inicio de los tiempos mesiánicos. Pero aunque nuestra oración sea intensa, debemos intuir que nadie ha experimentado el “aniquilamiento” de Jesús en la cruz sino solo Él, dirigido directamente a la muerte siendo joven, con una obra personal que queda “inconclusa” en el madero, arrebatado de la vida, pisoteado en su dignidad humana de manera incomprensible. No se trata solamente de sufrimiento físico sino de someterse a la muerte por amor a la humanidad. Propiamente, el más sublime de los hijos de los hombres, el más precioso y bello, queda sin Dios en la cruz, abandonado, lejos de su Padre y por eso mismo anhelándolo profundamente.

Ahora, podemos seguir en nuestra oración y contemplar ¡qué estrecha relación existe entre la “Patria” y el “Padre”! Todo lo que es patria, casa y familia deriva del Padre. Entonces, descubrimos en qué exilio estamos en lo personal, en lo familiar, en lo nacional. ¿Qué distancia hay entre nuestra Patria y el Padre? Asistimos a la conmemoración del Bicentenario de Argentina (1810-1816/2010-2016) ¿Estaremos exiliados de Dios? Pero a diferencia de Jesús que lo hace deliberadamente, no nos damos cuenta y nos desangramos en dolores pero no gritamos a Dios con angustia sino que lo hacemos al mundo con desesperación.

Dirijamos ahora otra mirada al exilio, que guarda también relación con una “segunda navegación” como decían los antiguos marineros griegos, cuando el viento deja de soplar se bajan las velas y se debe empezar a remar. Esta es la única manera de avanzar cuando la inercia que provocaba el Soplo de Dios se ha detenido y es necesario hacer un esfuerzo, éste también es un camino válido y cuando el Viento del Espíritu se ha ido para enseñarnos a vivir, es imprescindible abandonar la fantasía de que el Espíritu es nuestro “empleado” o está al servicio de algunos “dueños” delirantes que parecen tener los “derechos reservados” por su uso, se manejan con temeridad y así engañan a los débiles. En períodos de ausencia del Soplo Divino es necesario discernir con sabiduría y trabajar, ahora ya no hay lugar para el facilismo de endilgarle al Espíritu Santo la justificación de la mediocridad y desorganización o de una lúdica actitud incoherente, demagógica y espiritualista.

Así, podemos dejar atrás la inmoralidad rebelde que está en contra de todo lo que sea autoridad y doctrina verdadera, nace la vida ética que se mueve con libertad y podemos responder a Dios usando los dones y talentos recibidos. Contemplemos a Jesús, Él apela a su identidad: ¡Dios mío! ¡Dios mío! Así retorna a la Vida y va al Padre estableciendo el Camino de Verdad. Sigamos en oración, y apelando a nuestra identidad católica vivamos nuestro carácter para que muchos vuelvan a la Patria, a la Casa, a la Familia, que es la Iglesia. (PCD).

"Mira hacia el Oriente, Jerusalén, y contempla la alegría que te viene de Dios. Ahí llegan tus hijos, los que habías visto partir; llegan reunidos desde el oriente al occidente por la palabra del Santo, llenos de gozo por la gloria de Dios". (Baruc 4,37)


Mauricio Shara

Editorial de Prensa Cristiana Digital, "El exiliado de Dios", Prensa Cristiana Digital 28 (2010) 2 prensacristianadigital@gmail.com (suscripción gratuita) 

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