"Juan estaba vestido con una piel de camello y un cinturón de cuero, y se alimentaba con langostas y miel silvestre. Y predicaba, diciendo:" (Mc 3,6)

5 de mayo de 2010

¡Pentecostés! ¿Respuesta a la fragmentación?


1 Al llegar el día de Pentecostés, estaban todos reunidos en el mismo lugar. 2 De pronto, vino del cielo un ruido, semejante a una fuerte ráfaga de viento, que resonó en toda la casa donde se encontraban. 3 Entonces vieron aparecer unas lenguas como de fuego, que descendieron por separado sobre cada uno de ellos. 4 Todos quedaron llenos del Espíritu Santo, y comenzaron a hablar en distintas lenguas, según el Espíritu les permitía expresarse. 5 Había en Jerusalén judíos piadosos, venidos de todas las naciones del mundo. 6 Al oírse este ruido, se congregó la multitud y se llenó de asombro, porque cada uno los oía hablar en su propia lengua. 7 Con gran admiración y estupor decían: «¿Acaso estos hombres que hablan no son todos galileos? 8 ¿Cómo es que cada uno de nosotros los oye en su propia lengua? 9 Partos, medos y elamitas, los que habitamos en la Mesopotamia o en la misma Judea, en Capadocia, en el Ponto y en Asia Menor, 10 en Frigia y Panfilia, en Egipto, en la Libia Cirenaica, los peregrinos de Roma, 11 judíos y prosélitos, cretenses y árabes, todos los oímos proclamar en nuestras lenguas las maravillas de Dios». (Hechos 2,1-11)

Estaban reunidos, probablemente todos los mencionados previamente. La Iglesia ya había experimentado el restablecimiento institucional de los Doce con la elección de Matías (Hch 1,15-26). El evangelista san Lucas, autor de este libro, menciona en la fiesta de Shavuoth (Semanas, Pentecostés) un tremendo signo de la venida del Espíritu Santo (viento y fuego). Este fenómeno entraña una evocación a la entrega de la Ley en el Sinaí (Ex 19,14-19) que el judío helenista Filón describió generosamente: “Resonó entonces una voz en medio del fuego, llenándolos a todos de un temor reverencial al transformarse la llama en sonidos articulados que eran familiares a los oyentes; las palabras eran tan claras que ellos creían más bien estar viendo que oyendo” (Decal. 11; Edición Cohn V, 278s). En la analogía encontramos una gran diferencia con el Antiguo Testamento interpretado por Filón, Dios se hace presente sin excitar a la naturaleza sino más bien a la manera helénica, armoniosamente, con dones y sonidos. Como en el himno sobre Apolo de Homero, hace su sinfónica aparición en la Sagrada Escritura la glosolalia, el hablar en lenguas, una manifestación extática en esta fiesta de los judíos que no quedará acá sino que volverá a ser mencionada posteriormente en relación al Espíritu Santo en donación a la Iglesia (cf. Hch 10,46; 19,6). Es probable que este segundo restablecimiento, el carismático, haya quedado circunscripto a una esfera de menor importancia debido a los abusos de la glosolalia y otros carismas en la Iglesia Primitiva (cf. I Co cap. 14) ¡no hay nada nuevo bajo el sol!

Además de estos dos grandes restablecimientos: el institucional y el carismático. Podemos observar otro dato importante y es que la lista de pueblos enumerados que oyen la proclamación de las maravillas de Dios no guarda relación con el plan del libro (Hch 1,8) sino que, curiosamente, al ordenar estos pueblos en un mapa el centro ya no es Jerusalén sino Antioquia de Siria (que será la comunidad de san Pablo) y es que como sabemos, san Lucas todo esto lo escribió después. Acá también encontramos una disposición heterogénea: “no solo lo institucional sino también lo carismático” y “no solo los judíos sino también los paganos”. Esta dirección madura persistirá en la intención del libro de los Hechos.

Ahora bien, después de esta exégesis conviene considerar la actualidad en un aspecto muy preocupante: la fragmentación, que de la mano de la confusión, la manipulación y la ignorancia viene a dividir y uniformar. Cuando hablamos de “unidad” siempre nos referimos al aspecto “material”, objetivo de nuestra fe y cuando hablamos de “diversidad” siempre nos referimos a los aspectos “formales”, subjetivos de nuestra fe, nunca al revés. Tenemos un mismo credo, pero si cada uno profesa el suyo propio entonces ya no tenemos “unidad” sino “división” aunque estemos uno al lado del otro; tenemos diversas maneras de vivir la fe pero si cada uno de acuerdo a la división que plantea, propone “una forma unívoca” entonces ya no tenemos “diversidad” sino “uniformidad”. Es muy relevante la traducción de la versión Nueva Jerusalén 1998, de Hch 2,1: “…estaban reunidos todos con un mismo objetivo” si la sintetizamos con la versión Pueblo de Dios nos da una gran riqueza: “un mismo Lugar” es el objeto, lo objetivo y luego cada uno escucha las maravillas de Dios en una forma de lenguaje diversa a los oídos, según quien la escuche ¡Aleluya!

¡Volvamos a beber del agua transformada en vino! ¡Volvamos al corazón de Dios! ¡Volvamos a la sabiduría de los santos! para eso se necesita activar la oración y no solo eso sino también la formación. Así el único mensaje de salvación será oído por todos los seres humanos en nuestro tiempo y practicado en la diversidad de la santidad (PCD).


Editorial de Prensa Cristiana Digital

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Diálogo significa que hay más de una razón para exponer, una conversación entre dos o más personas que manifiestan sus ideas y afectos, también puede ser una discusión. El diálogo nos enriquece, por lo tanto: ¡bienvenida y bienvenido a dejar tu comentario en miel y langostas!

(Por favor, no publicidades ni SPAM)

Visita el Blog desarrollo biblico

Blog desarrollo bíblico


Llamá al (011) 4956-2399 y comunicate con nosotros

"Cómo interpretar la Biblia"

Auspiciado por el Departamento de Pastoral Bíblica Junta Catequística Arquidiocesana de Buenos Aires.