Reflexión de monseñor Rubén Oscar Frassia, obispo de Avellaneda-Lanús, en el programa radial Compartiendo el Evangelio (12 de febrero de 2012)
Entonces se acercó a Jesús un leproso para pedirle ayuda y, cayendo de rodillas, le dijo: "Si quieres, puedes purificarme". Jesús, conmovido, extendió la mano y lo tocó, diciendo: "Lo quiero, queda purificado". En seguida la lepra desapareció y quedó purificado. Jesús lo despidió, advirtiéndole severamente: "No le digas nada a nadie, pero ve a presentarte al sacerdote y entrega por tu purificación la ofrenda que ordenó Moisés, para que les sirva de testimonio". Sin embargo, apenas se fue, empezó a proclamarlo a todo el mundo, divulgando lo sucedido, de tal manera que Jesús ya no podía entrar públicamente en ninguna ciudad, sino que debía quedarse afuera, en lugares desiertos. Y acudían a él de todas partes.
Acercarnos con misericordia
Las actitudes de Jesús son docentes, nos enseñan. Ustedes saben que en Israel de aquella época, la lepra era una enfermedad social y al enfermo se lo apartaba, se lo aislaba, porque era “un impuro” y además podía “contaminar”, según las creencias de aquellos tiempos; era un separado, un excomulgado de la comunidad.
Pero Jesús permite que este leproso se acerque y, con fe, le pida por su vida, por su salud: “si quieres puedes purificarme y Jesús extendió la mano y lo tocó.” Veamos esto: tocar, tocar con cariño, tocar con amor, tocar con bondad. ¡Cuántas veces un médico, en un hospital, en un sanatorio, en una clínica, o en una casa, se acerca a un enfermo y lo toca!, ¡y qué bien hacen! Porque no es solamente la parte científica o medicinal, porque el enfermo no es un número de cama o un protocolo, es una persona; y que la toque con autoridad ¡hace un gran bien al alma!
Creo que los médicos están recuperando algo que, hace tanto tiempo, se ha ido perdiendo.
Jesús lo toca al leproso y al tocarlo le dice “lo quiero, quedas purificado”. Ahora bien, ¿cuántas enfermedades, tipo lepra, hay en nuestra sociedad? ¡Cuántos marginados, cuántos drogadictos, cuántos enfermos de sida, cuántos presos, cuántos separados y aislados, cuántos que no entran en el sistema, cuántos excluidos! Estas realidades son dolores que a veces la sociedad permite, pero muchas otras veces nosotros las generamos y las consentimos. Al que tiene mal aspecto, no lo tratamos igual que a la persona que tiene un buen aspecto y enseguida le desconfiamos, lo tratamos como un excluido. Es importante superar las dificultades viendo el ejemplo de Jesús, que lo escuchó y lo tocó. También nosotros deberíamos imitar ese ejemplo del Señor.
Realmente nuestra sociedad está enferma, no le aumentemos cargas negativas a estas enfermedades. Sé que siempre hay razones, por ejemplo: cuando uno va con su auto y tiene que preguntar por una calle que no encuentra, la persona que es consultada inmediatamente tiene miedo porque piensa que puede ser un robo; en otro caso, si alguien se acerca a otra persona, esta inmediatamente piensa “¿con qué me va a salir?” o “¿de qué manera me va a complicar la vida?”, y uno tiene miedo. Estas cosas son reales, pero me parece que tenemos que superarlas con el bien y la bondad todo intento de mal.
Pidamos al Señor que cure nuestras enfermedades, nuestras lepras, porque al Señor no le da “asco” nuestra vida; El nos mira con misericordia, ¡si pudiéramos aprender de Él, al mirar con misericordia a los demás, yo les aseguro que el mundo sería distinto!
Aprendamos de Él, acerquémonos y acerquemos a los demás. Les dejo mi bendición: en el Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Mons. Rubén Oscar Frassia, obispo de Avellaneda-Lanús
Fuente: AICA
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