Homilía de monseñor José Ángel Rovai, obispo de Villa María, en la misa de Nochebuena (Iglesia catedral, 24 de diciembre de 2011)
“…Fueron rápidamente y encontraron a María, a José y al recién nacido acostado en el pesebre…..” (Evangelio según San Lucas)
Queridos hermanos:
1. La Navidad fiesta de la vida. La misma palabra navidad nos remite a un nacimiento a la vida, es el Nacimiento del Redentor del Mundo.
El Dios creador, como lo leemos en la Escritura, en los primeros capítulos del génesis, ha creado al hombre a su imagen y semejanza, ha infundido en él el espíritu de vida y ha constituido al hombre en ser viviente.
La vida es pues, un don de Dios. La recibimos para vivirla y defenderla constantemente, desde la concepción hasta la muerte natural. El hombre no es dueño absoluto de la vida, la recibe para gozar de ella y cuidarla. Hoy asistimos a múltiples atentados contra la vida, formas de violencia de todo tipo que terminan con la vida de niños, jóvenes, adultos y ancianos. Ella es sagrada y debemos cuidarla adecuadamente, buscando que todo hombre y mujer tenga una vida digna, de acuerdo a lo que es la persona humana. Por eso la violencia, la falta de seguridad, las adicciones de todo tipo, la enfermedad la miseria etc. Atentan contra la vida.
Además del llamado a la vida natural, Dios en su inmenso amor nos ha llamado a participar de la vida Trinitaria, y en la Navidad celebramos este admirable misterio. El Hijo de Dios se ha hecho Hijo del hombre, para que nosotros seamos Hijos de Dios. Que admirable intercambio. Hoy en esta noche buena, comienza en profundidad este misterio..
Nuestra vocación cristiana más profunda, consiste en ser hijos en el Hijo. El ser humano ha sido elevado a participar de la misma vida de Dios.
Esta vida la alimentamos en la Iglesia, con la Palabra de Dios, los Sacramentos y la práctica de las virtudes cristianas, especialmente la fe, la esperanza y la caridad. Nuestra preocupación constante debe ser acrecentar esa vida de Dios en nosotros a lo largo de toda nuestra existencia. Esta vida llegará a su plenitud cuando nos encontremos con la Trinidad al final de nuestra existencia y en la resurrección de los muertos, como nos dice el Señor en el Evangelio y el Apóstol Pablo en la 1º Carta a los Corintios en el cap. XV- todos un día resucitaremos con Cristo.
2. Cuando miramos la vida humana desde esta perspectiva, entendemos con claridad porqué la Iglesia siempre defiende la vida, aún en circunstancias que son difíciles de entender desde un punto de vista puramente humano.
Debemos cuidar nuestra vida y la de todo hombre y mujer. Lo encontramos expresado en la Parábola del Buen Samaritano. Es tarea propia de la misión de la Iglesia cuidar delicadamente la vida.
Al estar a favor de la vida, como cristianos, miembros de la Iglesia no podemos aceptar el aborto y la eutanasia, y todas las otras formas que atentan contra la vida.
Es por eso que como cristianos, buscamos siempre la paz como fruto de la justicia que debe estar informada por la caridad.
En esta noche santa queremos celebrar el misterio de la vida. Por eso decía Pablo VI de que la navidad por ser la fiesta del Dios creador y Redentor, es también la fiesta del hombre. Y es a partir de aquí, que la Iglesia defiende y promueve a la familia fundada en el sacramento del Matrimonio. Es en una pareja estable y vivificada por la gracia sacramental, donde la vida humana se concibe, nace y se desarrolla en todas las etapas de la existencia humana.
El evangelio, es el evangelio de la vida, como lo expresaba el Beato Juan Pablo II, en su exhortación apostólica Familiaris Consortio y en su Carta a Las Familias; y en muchas de sus afirmaciones que realizó a lo largo de todo su ministerio Petrino.
Benedicto XVI continúa con toda fidelidad esta tradición en defensa de la vida.
3. Una vida plena, digna de la persona humana. Defender la vida, no es únicamente pensar en su concepción, nacimiento y muerte natural, sino en todo el desarrollo de la existencia humana. La Doctrina Social de la Iglesia lo expresa, particularmente cuando habla de la justicia y de la caridad, y nos impulsa a trabajar para crear un mundo más humano, que sea realmente la casa del hombre.
Humanizar el mundo, cuidarlo, favorecer una utilización de la naturaleza que procure salvar el ambiente, los recursos naturales y evitar todo aquello que lo pueda contaminar. Por eso es indispensable establecer una ecología humana- Dios ha entregado al hombre el mundo para que lo utilice en su beneficio, pero no para que los destruya.
Todo esto lo podemos captar con nuestra inteligencia, pero llega a su profundidad cuando lo miramos desde la fe.
En esta noche santa, es un momento apropiado para hacerlo. El Eterno que ha penetrado en el tiempo, nos revela en toda su grandeza, la hermosura de la creación.
Vivimos en un mundo y en una historia que han sido redimidas por Cristo y aquí está su grandeza.
En esta Eucaristía navideña, sería muy bueno que nos comprometiéramos a mirar nuestro mundo desde la fe, la esperanza y la caridad. No nos cansemos nunca de sembrar en nuestra sociedad la visión que nos aporta el cristianismo. Mirar desde Dios nuestra propia vida, la de nuestros hermanos, la naturaleza, que de alguna manera la encontramos expresada en el pesebre de navidad. En esta noche es como si toda la naturaleza se alegrara y acompañara al Hijo de Dios. Todo en esta noche es alegría y fiesta, especialmente cuando nace de un corazón que se ha convertido en un pesebre.
Si hermanos, Dios ha nacido y quiere morar en nuestro corazón. Cuando hoy nos acerquemos a comulgar con el sacramento pascual de Cristo, ofrezcamos interiormente, todo nuestro mundo y nuestra historia, santificada por la creación y la Redención de Cristo.
4. Los textos de la Palabra proclamados en esta noche, la del profeta Isaías, la carta del Apóstol Pablo a Tito aquí nos dice “ …Y derramó abundantemente ese Espíritu sobre nosotros por medio de Jesucristo, nuestro Salvador, a fin de que justificados por su gracia, seamos en esperanza herederos de la vida eterna “, el Evangelio que nos dice” Fueron rápidamente y encontraron a María y José y al recién nacido acostado en el pesebre; la alegría que expresa la liturgia nos invitan a mirar la historia con esperanza y felicidad. Dios nos ama y lo demuestra enviando su único Hijo Eterno al mundo. Es “el Dios humanado” como le gustaba llamarlo al Venerable Cura Brochero, y le hacía ver a su gente como toda la naturaleza se alegraba con su venida.
San Juan en su primera carta nos dice que Dios es amor. Aquí está el secreto de esta noche santa. Dios ha entrado en nuestra historia, ha caminado por nuestras calles, ha asumido nuestras tristezas y alegrías, se ha hecho semejante en todo a nosotros salvo en el pecado.
Inocente ha asumido nuestra carne pecadora para salvarnos, nos ha tendido con su humanidad un puente entre nosotros y Dios, su Padre y el nuestro. Ya, en el tercer capítulo del génesis después del pecado humano nos prometió un Redentor, cuyo nacimiento estamos hoy celebrando.
Vivamos con intensa alegría esta noche, no nos dejemos invadir por sentimientos negativos, Dios no nos ha abandonado, es el Emanuel del profeta Isaías, el Dios con nosotros
5. La navidad nos presenta el rostro de un Dios cercano. Como lo expresa Benedicto XVI. Cristo es el rostro humano de Dios y el rostro divino del hombre. Que maravilla la de nuestro Dios, tan cercano a nosotros. Cuando lo recibamos en la Comunión, pensemos en esa cercanía es un Dios que se hace alimento, lo dijo el mismo «El que come mi carne y bebe mi sangre tiene la vida eterna y yo lo resucitaré en el último día». Para los Padres de la Iglesia y los primeros cristianos, la Eucaristía siembra en nosotros la futura resurrección
De esta manera la navidad temporal que celebramos constituye ya un anticipo de la navidad eterna.
La felicidad plena del hombre consiste en el encuentro definitivo con la Trinidad en la eternidad. Para ella hemos sido creados, como decía San Ignacio de Antioquía cuando iba camino al martirio por su fe “solamente allá seré verdaderamente hombre”
Vivir la navidad cristiana consiste precisamente en alimentar en nuestra vida el deseo de la eternidad. La vivimos en el tiempo, en la Iglesia, en su Palabra y sacramentos, cada Misa es un anticipo de la eternidad.
No nos dejemos atrapar por los espejismos del mundo. Muchas veces encontramos en nuestra vida múltiples distracciones que nos alejan de lo fundamental. El estilo secularista de nuestra sociedad que ha convertido en gran medida esta misma fiesta en una ocasión más de consumo con frecuencia invade a los mismos cristianos, a veces nos olvidamos de Dios y quedamos sumergidos solamente en deseos y aspiraciones mundanas.
6. La felicidad que nos trae la navidad, solamente se puede percibir desde la fe. Y la fe, es una virtud, un don del Espíritu que hemos recibido en el Bautismo y que debe crecer en nuestra vida diaria mediante la lectura orante de la palabra de Dios, la vivencia de los sacramentos y una vida virtuosa. No tengamos miedo a Cristo. Encontrarlo a Él es lo mejor que nos ha sucedido en esta vida. Él es, como nos dice Pablo, la imagen del Dios invisible, el primogénito de toda creatura, por El y para El han sido creadas todas las cosas
Somos peregrinos en el mundo, nuestra existencia transcurre entre el nacimiento y la muerte, y todas las etapas de nuestra vida la debemos vivir en la espera definitiva del Señor. No dejemos que nada ni nadie nos aparte de este camino. Fuimos creados por Dios y para Dios, no nos dejemos encandilar por falsas luces que nos ciegan con frecuencias y no nos dejan ver nuestro fin y la plenitud de la felicidad
El sentido profundo de la vida se alimenta de una fe-esperanza y caridad profundas. Por eso nuestra vocación suprema es la santidad
Santidad que es coherencia entre fe y vida. Nosotros creemos, celebramos vivimos y oramos con el misterio de Cristo.
La vida cristiana es un discipulado, un seguimiento, ella es un camino que comienza en Cristo, se realiza con Cristo y termina en Cristo.
El Cristo de Nazaret, que nace y vive en la pobreza, enseñándonos con el ejemplo que nuestra riqueza más profunda es Dios.
En el Padre nuestro lo decimos “hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo…” Abramos nuestro corazón y nuestra libertad a Cristo, dejemos que su presencia penetre en nuestro corazón. Como lo hizo María en el día de la anunciación.
En nuestra vida de familia, de trabajo, en las múltiples relaciones humanas, procuremos siempre vivirlas desde Cristo.
Como lo dice Él mismo “yo soy el camino, la verdad y la vida, nadie va al Padre sino por mí”, ser discípulos de Jesús es intentar imitarlo a lo largo de nuestra vida.
Vivamos la vida Desde Cristo y así la viviremos en toda su grandeza. No nos desanimemos por las dificultades del camino. Cristo las vivió con su mirada vuelta al Padre y fortificado permanentemente por el Espíritu.
L a navidad vivida plenamente, nos ayuda a tener esperanza. Dios está con nosotros quién nos podrá apartar de su amor. Todo es gracia, debemos confiar en el Señor que nos dijo “yo estaré con Uds. Hasta el fin del mundo”. Dios no nos abandona nunca, somos nosotros lo que nos olvidamos y abandonamos en nuestra vida. Pero Él sabe de que somos débiles y frágiles y por eso nos brinda su ayuda constante. La Providencia divina nos acompaña siempre. Procuremos dirigirnos a Él con nuestra oración, viviendo en su presencia, descubrirlo en nosotros, en las personas que nos rodea, en las diferentes circunstancias de nuestra vida.
Estemos vigilantes, esperándolo siempre, nuestra vida es un gran adviento, estemos preparados cuando El toque nuestro corazón para responderle prontamente como María. No dejemos que nadie ocupe en nuestro corazón el lugar que es exclusivamente suyo.
Nuestra vida cristiana consiste fundamentalmente en dejarnos amar por Él. Un amor que no tiene límites, un amor que transforma nuestra vida, la hace fecunda y nos conduce a la felicidad verdadera y auténtica.
7. vivimos una sociedad que necesita el testimonio cristiano. El hombre contemporáneo vive con intensidad la búsqueda de la libertad en todas sus formas. Con frecuencia cae en lo que dice el apóstol Pablo en el libertinaje. Busca una libertad individual y absoluta, olvidando que es creatura y por consiguiente tiene una libertad limitada, no puede hacer todo lo que quiere, y vive en una sociedad, su libertad debe vivirse en solidaridad con los otros.
Nuestra libertad en este sentido, se encuentra con la de los otros, y es indispensable que todos busquemos el bien común. No podemos cultivar el don de la vida sin una conciencia clara humanista y cristiana de la libertad.
Es precisamente en este contexto donde se justifica el aborto, en aras de la libertad de la madre, olvidando por supuesto, que la creatura concebida es libre con la libertad de un ser humano aunque no la pueda ejercer en ese momento.
A veces se utiliza la libertad para justificar egoísmos personales, subjetivismos absolutos y terminamos creando una sociedad totalmente permisiva. La anarquía que muchas veces hemos vivido en nuestra historia humana, ha provocado muchas violencias y muertes, como fruto precisamente de una libertad no asumida adecuadamente
Pablo en la carta a los Gálatas nos dice que “para la libertad nos liberó Cristo”. Con su redención, Cristo vino a redimir la libertad humana que quedó herida por el pecado de Adán.
Es bueno contemplar la libertad que vivió Cristo, siempre de cara al Padre, para el bien de toda la humanidad.
La libertad de Jesús era una libertad cuyo horizonte era la verdad y cuya fuerza fue el amor sin límites a su Padre y a la humanidad. La Navidad es la fiesta de la libertad de Jesús. Libremente asumió la humanidad ante el mandato de su Padre, para redimir a los hombres.
En esta noche, contemplemos al niño nacido en Belén, descubriendo en El al amor infinito de Dios por cada hombre y mujer que viene a este mundo. Y ojalá podamos preguntarnos como lo hacía San Ignacio de Loyola: “Señor cuanto has hecho por mí, ¿Qué estoy dispuesto a hacer por Ti?
Y que nuestra respuesta generosa sea como el Sí de María, que abrió de par en par las puertas del cielo y nos regaló al salvador- Solo de esta forma sabremos valorar la vida de todo ser humano, especialmente de los más indefensos y lucharemos siempre a favor de la vida.
Que el Señor nos conceda a todos nosotros en esta Santa Noche Buena, la alegría de vivir en plenitud la libertad cristiana, siendo testigos de un Dios amor que hoy nos da la gracia de celebrar en el tiempo el nacimiento de su Hijo eterno.
Se lo pedimos de corazón a nuestra Madre Inmaculada que con su Sí pronunciado en la gracia del Espíritu, y que como nos dice el Evangelio “María conservaba estas cosas y las meditaba en su corazón”, hizo posible que recibiéramos a Jesús, el Hijo eterno del Padre.
Mons. José Ángel Rovai, obispo de Villa María
Fuente: AICA
Dios nos ha dado una vida para cuidarla, por la cual deberemos responder en el Juicio Final y no
ResponderEliminarsolo para los placeres y las adicciones. Tengamos en cuenta que somos Templo del Esp. Sto.
ETELVINA