Homilía de monseñor Mario Cargnello, arzobispo de Salta en la misa de Navidad (Catedral Basílica de Salta y Santuario del Señor y la Virgen del Milagro, 25 de diciembre de 2011)
Mis queridos hermanos:
En la Solemnidad de Navidad resuena con mucha fuerza el “hoy”: “Hoy nos ha nacido un Salvador”. De este modo, la Iglesia nos invita a descubrir cómo en la fiesta se produce un encuentro entre Dios, Señor del tiempo y de la eternidad y nosotros, que caminamos en la historia. Hoy, toda la fuerza del nacimiento del Señor entra en nuestras vidas y quiere encontrarse con nosotros para acompañarnos en el caminar de cada uno, de cada comunidad.
Hoy, el mundo occidental se arrima ante el misterio de la Navidad y se deja asombrar por el pesebre. Cada nación agrega al pesebre tonalidades propias de sus costumbres, de sus paisajes y lo traduce en su plástica. Pero también lo acompañan sus cantos que traducen la admiración por el Dios que ha nacido.
La Iglesia nos invita en este día a mirar y a dejarnos asombrar. Que surjan de las imágenes las palabras que éstas suscitan y nos sugieren. El pesebre nos puede provocar ternura, siempre moviliza nuestro interior y afloran preguntas que están dentro del corazón.
La Liturgia nos va envolviendo por el Misterio de la cercanía de Jesús y en la Misa del día nos hace escuchar estas tres Lecturas: el texto de Isaías, el de la Carta a los Hebreos y el Prólogo del Evangelio de Juan.
I.
El Prólogo del Evangelio de Juan comienza como el Génesis: “En el principio”, nos habla acerca del origen: en lo más recóndito de nuestro ser y del ser del mundo y de la historia, existía la Palabra. La Fiesta de Navidad nos pone ante el principio, con la ternura de la imagen y la grandeza del misterio de un Dios que se hace hombre. La Navidad nos pone ante lo importante de nuestra vida: “En el principio existía la Palabra”.
Desde la visión cristiana del hombre y de la historia, no somos tirados al azar. La vida nuestra tiene un sentido porque sustentándonos a nosotros, a nuestra vida, está Dios, que ha pronunciado su Palabra. Navidad es una invitación a descubrirnos en el proyecto de Dios y a preguntarnos por nosotros mismos, a la luz de un Dios que está en el comienzo y que además se ha hecho hombre.
II.
“La Palabra se hizo carne”, es otra expresión fuerte del Evangelio de Juan. La Palabra entró en nuestra historia.
Al celebrar Navidad estamos invitados a pensar en el principio del hombre que, en lo hondo de su corazón quiere ser como Dios. Lo vemos en la tentación que aparece en el Libro del Génesis que pone en boca del demonio: “Serán como dioses, conocedores del bien y del mal”. Esta tentación revela que en lo hondo hay una vocación primera por la cual el hombre está llamado a ser familiar de Dios. El problema es que trata de competir con Dios. Aquí nace la historia del pecado. El hombre piensa que Dios lo envidia y por eso no le cede la clave para entender el bien y el mal. La historia del pecado, la historia del drama del hombre y de todas las consecuencias del pecado: guerras, violencias, injusticias y opresiones tienen su origen en esta actitud de querer ver a Dios siempre como aquel que envidia al hombre. Dios responde a esa tentación, entregándonos a Jesús, que se hace hombre: verdadero Dios y verdadero hombre.
Hoy estamos llamados a contemplar de modo especial esa verdad de fe: Jesucristo es Hijo de Dios e hijo de María. Ésta es una verdad que sostiene la vida de la Iglesia y nos muestra cómo el hombre puede ser verdadero hijo de Dios. Con mas audacia, algún Padre de la Iglesia dirá que Dios se hizo hombre para que el hombre se haga Dios: “participes de la naturaleza divina”. Pero Jesucristo lo realiza desde el camino de la humildad y no desde la competencia, desde el servicio y no desde la imposición del poder, desde la entrega de la vida y no desde el arrebato de la misma. Ese drama está siempre, en toda época, en todo corazón. Jesucristo viene a compartir con nosotros la lucha para recrear, en lo más profundo del ser, el hombre nuevo que es el hombre según el proyecto de Dios.
También nosotros, muchas veces, pensamos nuestros proyectos de vida, queriendo hacer sólo lo nuestro y queriendo que los demás giren a nuestro alrededor. Será el capricho de un chico o de un padre de familia, será el intento prometeico de tantos proyectos políticos que sacrificaron generaciones simplemente por apetitos de poder, será el abuso en nombre de la raza o de la ciencia.
III.
Navidad es una ocasión para ponernos delante del Niño y preguntarle sobre mi proyecto de vida ¿Hacia dónde va? ¿A partir de qué pregunta se construye?: ¿A partir de lo que yo quiero ser? o ¿Qué quieres tú de mí?
Hay una virtud que resplandece en la Navidad: es la humildad, presupuesto para pensar una vida desde la base del proyecto de Dios.
¿Y yo qué? Se me ha dado esta vida. Se me ha dado este tiempo para vivir. ¿Qué da sentido a mi tiempo? El proyecto de Dios. ¿Estoy dispuesto a aceptarlo viviendo al estilo de la vida de Jesús? Aquí debemos aprender que Navidad es una manifestación del rostro de Dios que nos muestra un estilo pobre, frágil y de familia; un estilo que produce asombro y fascinación. Frente a Jesús es imposible quedar indiferentes. Tantos intentos de reducir la figura de Jesús, de negar su divinidad, de negar su humanidad y sin embargo, siempre vuelve como pregunta.
¿Por qué no aprovechar la Navidad para pensarnos a nosotros mismos desde la verdad del Niño que está en el pesebre y pedirle al Señor que nos ilumine a pensar nuestra vida y la vida de nuestra patria desde la verdad del proyecto de Dios? Hoy todo se quiere construir desde sí mismo y negar cualquier dato previo. Jesús aceptó las reglas del Padre, aceptó ser hombre y nos desafía a recorrer el camino de la vida y la historia de nuestra comunidad humildemente, sabiendo que Él es la expresión del amor de Dios.
Pongamos a los pies del Señor el año que está pasando, la vida de nuestra propia familia, la vida de nuestra comunidad, de nuestra patria y del mundo.
No podemos callar y tenemos que rezar especialmente por aquellos cristianos que han muerto en Nigeria en los atentados de parte de un grupo fundamentalista musulmán. Aún hoy testimoniar la fe puede costarnos la vida. A nosotros no nos cuesta la vida, pero ojalá nos la comprometa.
Mons. Mario Cargnello, arzobispo de Salta
Fuente: AICA
Desde ya que Dios tiene un proyecto para nuestra
ResponderEliminarPatria, pero pareciera que con tanta violencia y
apartandolo de todos lados, fueramos los culpa-
bles de no dejarlo actuar. Ante las puertas del
2012, cambiemos de actitud de manera que nos vaya mejor...!
ETELVINA