“Las palabras que todos pronuncian estos días son: ‘¡Feliz Navidad! ¡Felices Fiestas de Navidad’. Tenemos que esforzarnos para que también en la sociedad actual estas palabras no pierdan su profundo significado religioso, y la fiesta no se quede sólo en sus aspectos externos”, dijo Benedicto XVI durante la audiencia general de los miércoles, la última antes de la celebración de la Natividad del Señor.
“Con la liturgia de Navidad –explicó el pontífice a los fieles reunidos en el Aula Pablo VI- la Iglesia nos introduce en el gran misterio de la Encarnación. La Navidad no es simplemente el aniversario del nacimiento de Jesús: es celebrar un Misterio que ha marcado y sigue marcando la historia del hombre; Dios vino a habitar entre nosotros, se hizo uno de nosotros. (...) En la misa del Gallo contestaremos al salmo responsorial con las palabras: ‘Hoy ha nacido para nosotros el Salvador’. (...) Indicando que Jesús nace ‘hoy’, la liturgia (...) pone de relieve que este nacimiento atañe a toda la historia y la impregna. (...) Ciertamente, la redención de la humanidad acaeció en un momento claro e identificable de la historia, con Jesús de Nazaret. Pero Jesús es el Hijo de Dios que (...) se hizo hombre. El Eterno ha entrado en los límites del espacio y del tiempo para hacer posible que ‘hoy’ nos encontremos con Él. (...) Cuando repetimos en las celebraciones litúrgicas: ‘Hoy ha nacido para nosotros el Salvador”, no estamos usando una expresión convencional: significa que Dios nos ofrece ‘hoy’, ahora (...) la posibilidad de reconocerlo y acogerlo, como hicieron los pastores de Belén, para que nazca en nuestra vida y la renueve”.
El Papa reflexionó después sobre el nacimiento en Belén a la luz del misterio pascual porque “tanto Navidad como Pascua son fiestas de la redención”. “Pascua –dijo- la celebra como victoria sobre el pecado y la muerte: marca el momento final, cuando la gloria del Hombre-Dios resplandece como la luz del día. Navidad la celebra como la entrada de Dios en la historia, haciéndose hombre para reconducir el hombre a Dios. Indica el punto de partida cuando se entrevé la luz del alba”.
Contribuyen a entender este aspecto, agregó el Santo Padre, las dos épocas del año en que, al menos en algunas regiones del mundo, se colocan estas grandes fiestas. “Mientras Pascua cae al principio de la primavera, cuando el sol triunfa sobre las frías y densas nieblas y renueva la faz de la tierra, la Navidad cae al comienzo del invierno, cuando la luz y el calor del sol no pueden despertar la naturaleza, envuelta en el frío, bajo cuyo manto, sin embargo, late la vida”.
“En Navidad encontramos la ternura y el amor de Dios que se inclina sobre nuestras limitaciones, nuestras debilidades, nuestros pecados y se rebaja a nuestro nivel. Vivamos con alegría la Navidad que se acerca (...) Sobre todo, vivamos este misterio en la Eucaristía, verdadero eje de la Navidad. En ella se hace realmente presente Jesús, Pan bajado del cielo y Cordero sacrificado para nuestra salvación. Os deseo a todos, y a vuestras familias, que celebréis una Navidad realmente cristiana, de modo que las felicitaciones de ese día sean una manifestación de la alegría de saber que Dios está cerca de nosotros y quiere recorrer con nosotros el camino de la vida”, concluyó Benedicto XVI.
Los pobres no pueden esperar
Al final de la audiencia, el Santo Padre saludó en diversos idiomas a los más de 7.000 peregrinos que llenaban el aula Pablo VI, entre ellos un grupo de niños de escuelas primarias de Corea y otro de seminaristas australianos. A los peregrinos de lengua española dijo: “(esta Navidad) pediré al Niño Dios por todos, especialmente por quienes pasan por duras pruebas. Que en estos días santos la caridad cristiana se muestre singularmente activa con los más necesitados. Para los pobres no puede haber dilación”.
Fuente: VIS - Vatican Information Service
Invitemos a Jesus, con Maria y Jose, a nuestra cena de Nochebuena, no olvidemos que es el cumpleanios de Jesus...!
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