"Juan estaba vestido con una piel de camello y un cinturón de cuero, y se alimentaba con langostas y miel silvestre. Y predicaba, diciendo:" (Mc 3,6)

12 de octubre de 2011

El Salmo 126 explicado por Benedicto XVI

Benedicto XVI dedicó la catequesis de la audiencia general de los miércoles al salmo 126, “que celebra las grandes cosas que el Señor ha obrado con su pueblo y que obra continuamente con cada creyente”. El Salmo, explicó el Papa, “habla de una ‘suerte restablecida’, es decir, restituida al estado originario”. Y es cuanto experimenta el Pueblo de Israel regresando a su patria del exilio de Babilonia que fue una experiencia devastadora no solo desde el punto de vista político y social, sino también, y sobre todo, religioso y espiritual.



  “Las intervenciones divinas a menudo asumen formas inesperadas, que van más allá de cuanto el ser humano pueda imaginar (...) Dios hace maravillas en la historia de la humanidad (...) Se revela como Señor potente y misericordioso, refugio del oprimido que no olvida el grito de los pobres (...) Por eso ante la liberación del pueblo de Israel, todas las gentes reconocen las grandes cosas que Dios cumple para su pueblo y celebran al Señor como Salvador”.

Pero el canto va más allá del dato puramente histórico para abrirse, sobre todo en su segunda parte, a una dimensión más amplia de tipo teológico, utilizando imágenes sugestivas que evocan “la realidad misteriosa de la redención en la que se entrelazan el don recibido y el todavía por esperar, vida y muerte”.

Los torrentes secos del Negheb simbolizan el obrar divino que como el agua “es capaz de transformar el desierto en un inmenso prado florido”; mientras que en la segunda imagen en que los campesinos cultivan los campos, “para hablar de la salvación se recurre a la experiencia que todos los años se renueva en el mundo de la agricultura: el momento difícil y fatigoso de la siembra y después la alegría de la cosecha (...) La semilla germina y crece”.

“Es el misterio escondido de la vida –exclamó el pontífice-, son las maravillosas ‘grandes cosas’ de la salvación que el Señor lleva a cabo en la historia de la humanidad y de las que los seres humanos ignoran el secreto. La intervención divina, cuando se manifiesta en su plenitud muestra una dimensión arrolladora, como los torrentes del Negheb y como el trigo en los campos, evocador éste último también de la desproporción típica de las cosas de Dios: desproporción entre la fatiga de la siembra y la inmensa alegría de la cosecha”.

“A todo esto recurre el salmista para hablar de la salvación, del restablecimiento de la suerte (...) La deportación a Babilonia, como cualquier otra situación de sufrimiento y crisis (...) con sus dudas y de lejanía aparente de Dios, en realidad es como una siembra. En el misterio de Cristo a la luz del Nuevo Testamento, el mensaje es todavía más explícito: el creyente que atraviesa esa oscuridad es como la semilla que cae a tierra y muere, pero para dar fruto”.

“Este salmo nos enseña que (...) debemos permanecer siempre abiertos a la esperanza y firmes en la fe en Dios. Nuestra historia, aunque a menudo esté marcada por sinsabores, incertidumbres y momentos de crisis, es una historia de salvación y de ‘restablecimiento de las suertes’. En Jesús acaba nuestro exilio, (...) en el misterio de su Cruz, de la muerte transformada en vida, como la semilla de trigo que se rompe en la tierra y se transforma en espiga”.


Fuente: VIS - Vatican Information Service

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