Éxodo 34, 4b-6.8-9
S.R. Daniel 3, 52-56
II Corintios 13, 11-13
Juan 3, 16-18
La existencia histórica de Jesucristo, de modo particular, como hemos visto en los últimos meses, el tiempo de su Pasión, Muerte y Resurrección, ha sido vivida por Él mismo en un constante diálogo de Amor con el Padre. Su misión, podríamos decir, ha sido el
introducir a sus amigos, los discípulos de todos los tiempos, al conocimiento de Aquel que lo había enviado, a través de la constante acción del Consolador. (Cf. Colecta).
Si no
partimos de este hecho tan evidente en las Sagradas Escrituras, como muchos
ignoran, no se puede comprender que la Santísima Trinidad ,
antes de ser dogma de fe, es ciertamente un misterio en el cual debemos ser
introducidos.
De
hecho, ¿cómo se puede conocer lo que es imposible de definir? Esto lo experimentó
también san Agustín que, sumergido en las profundidades de sus propias meditaciones,
en las costas del mar Tirreno, se encontró con un niño en el fuerte tentativo
de echar toda el agua del mar Mediterráneo en un pequeño agujero cavado en la
arena. Ante el desconcierto del
gran santo, el niño dijo con una sonrisa: “Y tú, ¿cómo crees poder comprender que
Dios es infinito, con tu mente que es tan limitada?”.
Pero
esta, que podría parecer una derrota de la inteligencia humana, es en realidad
el inicio de un nuevo tipo de conocimiento que, como la flor más hermosa, puede
crecer en la base sólida que es la razón humana, exaltándola y llevándola a su complimiento: se trata de la fe!
Para
poder conocer el océano infinito, de hecho, lo mejor es dejarse empujar en la
sólida barca de Pedro, que es la
Iglesia , por la acción del Espíritu Santo que, como un viento
impetuoso, conoce la ruta a seguir.
Es la
incorporación a Cristo que hace posible en nosotros la acción del Espíritu: nosotros
no sabríamos qué decir, si no hubiéramos recibido en nuestros «corazones el Espíritu de su Hijo, que clama
a Dios llamándolo: ¡Abba!, es decir, ¡Padre! » (Cf. Antífona de la Comunión ).
La
verdad de Dios la comprendemos este domingo, no es por lo tanto una abstracción
filosófica de poseer, sino una realidad de Amor infinito en el cual dejarse
sumergir y del cual hacer experiencia, como hijos regenerados en el Hijo, constantemente
dirigidos al Padre Celestial que quiere donarnos la "salvación" y la
"vida eterna" (cf. Jn 3,16-17).
Por
lo tanto dejémonos transformar por el Pan eucarístico, que en breve recibiremos,
en el "sacrifico perenne" agradable al Señor (Cf. Oración sobre las
ofrendas), para que nuestra vida sea conforme a la de Cristo, e inicie a cultivar
en nosotros, “sus propios sentimientos” (Cf. 2 Co 13,11).
Fuente: Congregatio
pro Clericis
Felicitaciones Mauricio por ilustrar tan bella-
ResponderEliminarmente a la Trinidad...al fin alguien que entendio
que el Esp.Santo es "una persona" y no una simple
paloma.!
Insondable e incomprensible
imposible de razonar
los teologos sobre ella han discutido
sin poderla dilucidar...!
ETELVINA