Texto del micro radial de monseñor José María
Arancedo, arzobispo de Santa Fe de la Vera Cruz, emitido por LT 9 (21 de mayo
de 2011)
La Iglesia nace en la Pascua y recibe de Jesucristo la misión de
continuar su obra en el mundo. Para cumplir esta misión Jesucristo le prometió
al Espíritu Santo, que es quién la anima y sostiene. Pascua y Pentecostés son,
por ello, la fuente y la vida de la Iglesia. Esto significa que no estamos ante
una institución creada por los hombres y que dependa de nuestra voluntad, la
hemos recibido. El aspecto humano existe y ha sido querido por él, pero su
fuerza depende de la presencia del Espíritu de Dios. Esto, que marca su
identidad profunda, nos debe hacer tomar conciencia que su riqueza y su fuerza
de la Iglesia provienen de Dios.
Jesucristo ha dotado a la Iglesia de una estructura mínima que se funda
en la Palabra, los Sacramentos y el Ministerio. Estas tres realidades no se
pueden separar. Hoy quiero hablarles de una de ellas, del Ministerio. El
domingo pasado al hablar del Buen Pastor, hablábamos del sacerdote como de un
ministro ordenado por Jesucristo para continuar su obra. A ellos les confío su
palabra y los sacramentos que es lo que define su vida.
Al iniciar su misión sacerdotal los apóstoles vieron la necesidad de
tener otros colaboradores en su ministerio, como no narra la lectura de los
Hechos de los Apóstoles que hoy hemos leído: “Busquen entre ustedes hombres de
buena fama… para que podamos dedicarnos a la oración y al ministerio de la
Palabra” (Hch 6,3). Así nace el diaconado en la Iglesia como los primeros
colaboradores en la misión de los apóstoles.
El Diaconado es un ministerio que el obispo, en cuenta sucesor de los
apóstoles, trasmite a través del sacramento del Orden Sagrado y por la
imposición de sus manos. Por este sacramento los obispos y los sacerdotes
actúan en nombre y en la persona de Jesucristo, cabeza de la Iglesia; los
diáconos, en cambio, por este mismo sacramento sirven al pueblo de Dios en al
“diaconía” o servicio de la palabra, de la liturgia y de la caridad. Este ser
ordenados por el sacramento del Orden Sagrado los diferencia de otros
ministerios que son instituidos por una designación acompañada de una
bendición.
Todos los ministerios, ordenados o instituidos, tiene por fuente a
Jesucristo y por finalidad la entrega a Dios y la edificación de la Iglesia
para cumplir su misión en el mundo. Este domingo la liturgia nos habla de los
ministerios, de un modo especial de los diáconos, pero podemos decir, también,
de otros ministerios eclesiales al servicio de la misión de la Iglesia. Cuánta
riqueza presentan en la Iglesia estos servicios en las diversas áreas de su
vida pastoral.
Quiero elevar mi gratitud a Dios por la presencia de tantos ministros
que enriquecen la vida de la Iglesia. Reciban de su Obispo junto a mi afecto y
oraciones, mi bendición en Nuestro Señor Jesucristo y María Santísima.
Mons. José María Arancedo, Arzobispo de Santa Fe de la Vera
Cruz
Fuente:
AICA
Que mas agregar a las palabras de Mons.Arancedo.
ResponderEliminarO lo hacemos bien o lo hacemos mal, "a los tibios
los vomitare de mi boca".
Esa es la Mision que se nos ha encomendado...!
Llevemosla a la practica.
ETELVINA