Tras un siglo y pico de vigencia, el Código Civil está en proceso de renovarse a partir de un proyecto inspirado y revisado por la Presidenta. Como fijará reglas de convivencia para unas cuantas generaciones, como sucedió con el de Vélez Sarfield, será imposible que la sociedad lo legitime si no surge de un generoso debate que derive en el más amplio consenso. Con todo, los expertos ya adelantan prevenciones, atentos a la domesticación de los bloques kirchneristas que ejerce la Casa Rosada. Para Atilio Alterini, una autoridad del derecho civil, la unificación de los códigos Civil y Comercial resultará “saludable” si contempla la diversidad de matices sociales. Y advierte sobre dos vicios de origen: el condicionante que significa para el Parlamento que las cabezas de los otros dos poderes le hayan marcado la cancha (el proyecto lleva el sello de Cristina y Lorenzetti) y las cláusulas que chocarían con normativas superiores.
Cree que la definición del origen de la vida (no incluye a los embriones in vitro) va contra el Pacto de Costa Rica. Que la pesificación de deudas en dólares carece de fundamento (refiere a una categoría inexistente: “cantidad de cosas”). Y que la limitación de la responsabilidad del Estado vulnera la jurisprudencia de la Corte. La Iglesia se montó en la primera objeción para hacer su lobby en pos de retoques. La oposición política promete resistir los puntos restantes. La mayoría K dará su veredicto.
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Es un codigo apto para asesinar impunemente
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