“Predica Alberto, que predica en el desierto”, suele ser una frase usada en medios religiosos cuando se quiere señalar que un mensaje no es escuchado. Pues bien: si hay un mensaje que la Iglesia viene dando con insistencia desde que los Kirchner llegaron a la Casa Rosada, hace ya nueve años, y que, por cierto, no fue hasta ahora tenido en cuenta, es el que encierra un llamado al diálogo para superar las diferencias. Pero, se sabe, todo diálogo para el Gobierno implica ceder en algo, supone -en sus categorías- una derrota. Lejos de desanimarse, la Pastoral Social volvió a la carga este fin de semana con esa exhortación. En la declaración final de su encuentro anual, de poco más de una carilla, la palabra “diálogo” aparece tres veces (unida a otras: “acuerdos”, “consensos” y “bien común”).
Con todo, este llamado tiene especial relevancia tras una semana de gran conflictividad social, sobre todo por la huelga de los camioneros, y en vísperas del primer paro nacional con movilización a Plaza de Mayo. En verdad, la actitud de la Iglesia ante la tensión social es una secuencia. El jueves, el titular de la Pastoral Social, el obispo Jorge Lozano, dijo que el “parate” económico y la inflación explican las protestas y hace que los reclamos “tengan un alto consenso” en la sociedad. No fue un modo de alinearse con Moyano, ni mucho menos de echar más leña al fuego. Sino de pedirle al Gobierno que en vez de ver todo como luchas de poder -que las hay- afronte el problema de fondo: la alta inflación.
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