"Juan estaba vestido con una piel de camello y un cinturón de cuero, y se alimentaba con langostas y miel silvestre. Y predicaba, diciendo:" (Mc 3,6)

25 de junio de 2012

Benedicto XVI: “Si se excluye a la Virgen María, el Bautista es el único santo de quien la liturgia celebra el nacimiento, y lo hace porque se haya en estrecha relación con el misterio de la Encarnación del Hijo de Dios"

“Si se excluye a la Virgen María -dijo el Papa- el Bautista es el único santo de quien la liturgia celebra el nacimiento, y lo hace porque se haya en estrecha relación con el misterio de la Encarnación del Hijo de Dios. Desde el seno materno, Juan es el precursor de Jesús: su prodigiosa concepción fue anunciada por el Ángel a María como signo de que “nada es imposible a Dios (...) Los cuatro Evangelios dan gran relieve a la figura de Juan el Bautista, como profeta que concluye el Antiguo Testamento e inaugura el Nuevo, indicando a Jesús de Nazaret como el Mesías, el Consagrado del Señor. Efectivamente, Jesús hablará de Juan en estos términos: “Él es aquel de quien está escrito: Yo envío a mi mensajero delante de ti, para prepararte el camino”.


El padre de Juan, Zacarías, era sacerdote del culto judío; no creyó enseguida al anuncio de una paternidad que ya no esperaba y por este motivo quedó mudo hasta el día de la circuncisión del niño. En esa ocasión, animado por el Espíritu Santo, habló así de la misión del hijo: “Y tú, niño, serás llamado Profeta del Altísimo, porque irás delante del Señor preparando sus caminos, para hacer conocer a su Pueblo la salvación mediante el perdón de los pecados”.

“Todo esto -explicó el Santo Padre- se manifestó 30 años después, cuando Juan bautizaba en el río Jordán, llamando a la gente a prepararse, con ese gesto de penitencia, a la inminente venida del Mesías, que Dios le había revelado durante su permanencia en el desierto de Judea. Por eso se le llama “Bautista”, es decir “Bautizador” Cuando un día (...) llegó Jesús para hacerse bautizar, Juan, en un primer momento, no quiso hacerlo, pero luego aceptó y vio el Espíritu Santo posarse sobre Jesús y oyó la voz del Padre celeste que lo proclamaba su Hijo”.

Sin embargo, la misión del Bautista, no se había cumplido hasta el final. Poco después, “se le pidió que precediera a Jesús también en la muerte violenta: Juan fue decapitado en la cárcel del rey Herodes y así dio pleno testimonio del Cordero de Dios, a quien él, antes que nadie, había reconocido e indicado públicamente”.

Fuente: VIS - Vatican Information Service

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