Benedicto XVI dedicó la meditación que precede habitualmente al Regina Coeli a la Ascensión del Señor que, en muchos países se celebra el domingo siguientes de esa festividad, es decir cuarenta días después de Pascua. “La Ascensión del Señor, dijo el Papa a los fieles reunidos en la Plaza de San Pedro, marca el cumplimiento de la salvación comenzada con la encarnación. Después de haber instruido por última vez a sus discípulos, Jesús sube al cielo. Sin embargo, 'no se separa de nuestra condición'; de hecho, en su humanidad asumió a los seres humanos en la intimidad del Padre, revelando así el destino final de nuestra peregrinación terrenal. Si por nosotros bajó del cielo y padeció y murió en la cruz, por nosotros resucitó y se elevó a Dios que, por eso, ya no está lejos: es 'Dios nuestro', 'Padre nuestro'. La Ascensión es el último acto de nuestra liberación del yugo del pecado”.
El Santo Padre recordó que san León Magno explica que con este misterio 'se proclama no solamente la inmortalidad del alma, sino también la de la carne'. Por eso “los discípulos, cuando vieron al Maestro alzarse de la tierra y elevarse hacia el cielo, no se sintieron desolados; al contrario, sintieron una gran alegría y el impulso a proclamar la victoria de Cristo sobre la muerte”.
“La Ascensión -concluyó- nos dice que en Cristo nuestra humanidad sube hasta la altura de Dios; así, cada vez que rezamos la tierra se une al cielo”.
Fuente: VIS - Vatican Information Service
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