Continuando con el ciclo de catequesis dedicado a la oración, el Santo Padre centró su discurso de la audiencia general de hoy en la oración de Jesús ante la muerte, partiendo de las tres frases que recoge el evangelio de san Lucas. La audiencia comenzó a las 10.30 en el Aula Pablo VI, donde se reunieron unos 6.000 peregrinos de todo el mundo.
Jesús pronuncia la primera frase: “Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen”, apenas crucificado, mientras los soldados se reparten sus vestiduras. “La primera oración que dirige al Padre -explicó el Papa- es de intercesión: pide perdón para sus verdugos”. Pero al mismo tiempo “brinda una lectura de lo que está acaeciendo. Según sus palabras, los hombres que lo crucifican 'no saben lo que hacen'. Jesús aduce la ignorancia, el 'no saber', como motivo de su súplica al Padre, porque esa ignorancia deja abierto el camino a la conversión”.
La segunda frase: “En verdad te digo; hoy estarás conmigo en el Paraíso”, dirigida al “buen ladrón”, crucificado al lado de Cristo, es “una palabra de esperanza”. A través de ella, Jesús reafirma que “la bondad de Dios puede alcanzarnos hasta en el último instante de la vida, y que la oración sincera, incluso después de una vida equivocada, encuentra los brazos abiertos del Padre bueno que espera el regreso del hijo”.
“Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu”, las últimas palabras de Cristo, constituyen “una oración de confianza, llena de certeza del amor de Dios. La plegaria de Jesús ante la muerte es dramática, como lo es para todo ser humano, pero, al mismo tiempo, posee una calma profunda que nace de la confianza en el Padre y de la voluntad de entregarse totalmente a Él”.
“Ahora que la vida está a punto de dejarlo -afirmó el Santo Padre- sella con la oración su decisión última: Jesús se ha dejado 'entregar' en las manos de los hombres, pero es en las manos del Padre donde deposita su espíritu. De este modo -como afirma san Juan Evangelista- todo se ha cumplido, el acto supremo de amor llega hasta el final”.
“Las palabras de Jesús en la cruz en sus últimos instantes de vida terrenal son fuertes indicaciones de cómo debemos rezar, y nos dan también una confianza serena y una esperanza firme. Jesús que pide al Padre que perdone a los que lo crucifican nos invita al difícil gesto de rezar también por los que nos hacen daño (…) para que la luz de Dios ilumine su corazón. Nos invita, así, a adoptar en nuestra oración, la misma actitud de misericordia y de amor que Dios adopta con nosotros”, observó el Papa.
“Al mismo tiempo -concluyó- Jesús, que en el momento extremo de la muerte se abandona totalmente en manos de Dios Padre, nos comunica la certeza de que por muy duras que sean las pruebas (…) o agobiantes los sufrimientos, no caeremos nunca de las manos de Dios: las manos que nos crearon, que nos sostienen y nos acompañan en el camino de la existencia”.
Fuente: VIS - Vatican Information Service
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