Este domingo, solemnidad de Santa María Madre de Dios y octava de Navidad, el Santo Padre presidió la Misa en la Basílica Vaticana. Concelebraron los cardenales Tarcisio Bertone y Peter Kodwo Appiah Turkson, respectivamente secretario de Estado y presidente del Pontificio Consejo Justicia y Paz; los arzobispos Giovanni Angelo Becciu -sustituto de la Secretaría de Estado-, Dominique Mamberti -secretario para las Relaciones con los Estados- y Pier Luigi Celata –secretario del Pontificio Consejo para el Diálogo Interreligioso-; además del obispo Mario Toso, S.D.B, secretario del Pontificio Consejo Justicia y Paz. Hoy también se celebra la XLV Jornada Mundial de la Paz, centrada en el tema “Educar a los jóvenes en la justicia y la paz”.´ Ofrecemos a continuación extractos de la homilía pronunciada por el Papa Benedicto XVI:
“En el primer día del año, la liturgia hace resonar en toda la Iglesia extendida por el mundo la antigua bendición sacerdotal que hemos escuchado en la primera lectura: ‘El Señor te bendiga y te proteja, ilumine su rostro sobre ti y te conceda su favor. El Señor se fije en ti y te conceda la paz’. (…) En efecto, para ser bendecidos hay que estar en presencia de Dios, recibir sobre sí su Nombre y permanecer (…) en el espacio iluminado por su mirada, que difunde gracia y paz”.
(…) “Los pastores de Belén (…) han vivido la experiencia de encontrarse en la presencia de Dios, de su bendición (…) en un establo, delante de un ‘Niño acostado en un pesebre’. Ese Niño, precisamente, irradia una luz nueva que resplandece en la oscuridad de la noche (…). Ahora la bendición viene de Él: de su nombre, Jesús, que significa ‘Dios salva’, y de su rostro humano, en el que Dios, el Omnipotente Señor del cielo y de la tierra, ha querido encarnarse, esconder su gloria bajo el velo de nuestra carne, para revelarnos plenamente su bondad”.
“La primera en ser colmada de esta bendición fue María, la virgen. (…)Toda su vida está bajo la luz del Señor, en el radio de acción del nombre y el rostro de Dios encarnado en Jesús, el ‘fruto bendito de su vientre’. (…) El misterio de su maternidad divina, que celebramos hoy, contiene de manera sobreabundante aquel don de gracia que toda maternidad humana lleva consigo. (…) Madre de Dios es la primera bendecida y es aquélla que lleva la bendición; es la mujer que ha acogido en sí a Jesús y lo ha dado a luz para toda la familia humana”. (…)
“María es madre y modelo de la Iglesia (…). También la Iglesia participa en el misterio de la maternidad divina mediante la predicación, que esparce por el mundo la semilla del Evangelio, y mediante los sacramentos, que comunican a los hombres la gracia y la vida divina. (…) Como María, la Iglesia es mediadora de la bendición de Dios para el mundo: la recibe acogiendo a Jesús y la transmite llevando a Jesús. Él es la misericordia y la paz que el mundo no se puede dar a sí mismo y que es tan necesaria como, o más, que el pan”.
Jesucristo, camino de paz
(…) “La Iglesia, en el primer día del año, invoca de modo especial este bien supremo, y, como la Virgen María, lo hace mostrando a todos a Jesús, ya que, como afirma el apóstol Pablo, ‘Él es nuestra paz’, y al mismo tiempo es el ‘camino’ por el que los hombres y los pueblos pueden alcanzar esta meta, a la que todos aspiramos”. (…)
“Educar a los jóvenes en la justicia y la paz es la tarea que atañe a cada generación y, gracias a Dios, la familia humana, después de las tragedias de las dos grandes guerras mundiales, es cada vez más consciente de ello, como lo demuestran, por una parte declaraciones e iniciativas internacionales y, por otra, la consolidación en los últimos decenios entre los mismos jóvenes de muchas y diferentes formas de compromiso social en este campo. Para la Comunidad eclesial, educar para la paz forma parte de la misión que ha recibido de Cristo, de la evangelización, porque el Evangelio de Cristo es también el Evangelio de la justicia y la paz”. (…)
“Frente a las sombras que hoy oscurecen el horizonte del mundo, asumir la responsabilidad de educar a los jóvenes en el conocimiento de la verdad y en los valores fundamentales, significa mirar al futuro con esperanza. En este compromiso por una educación integral, entra también la formación para la justicia y la paz. Los muchachos y las muchachas actuales crecen en un mundo que se ha hecho, por decirlo así, más pequeño, en donde los contactos entre las diferentes culturas y tradiciones son constantes, aunque no siempre dirigidos. Para ellos es hoy más que nunca indispensable aprender el valor y el método de la convivencia pacífica, del respeto recíproco, del diálogo y la comprensión. Por naturaleza, los jóvenes están abiertos a estas actitudes, pero precisamente la realidad social en la que crecen los puede llevar a pensar y actuar de manera contraria, incluso intolerante y violenta. Solo una sólida educación de sus conciencias los puede proteger de estos riesgos y hacerlos capaces de luchar siempre y solo contando con la fuerza de la verdad y el bien. Esta educación parte de la familia y se desarrolla en la escuela y en las demás experiencias formativas. Se trata esencialmente de ayudar a los niños, los muchachos, los adolescentes, a desarrollar una personalidad que combine un profundo sentido de justicia con el respeto del otro, con la capacidad de afrontar los conflictos sin prepotencia, con la fuerza interior de dar testimonio del bien también cuando supone sacrificio, con el perdón y la reconciliación. Así podrán llegar a ser hombres y mujeres verdaderamente pacíficos y constructores de paz”.
“En esta labor educativa de las nuevas generaciones, una responsabilidad particular corresponde también a las comunidades religiosas. Todo itinerario de formación religiosa auténtica acompaña a la persona, desde su más tierna edad, a conocer a Dios, a amarlo y hacer su voluntad. Dios es amor, es justo y pacífico, y quien quiere honrarlo debe sobre todo comportarse como un hijo que sigue el ejemplo del padre. (…) Como Jesús nos ha demostrado con el testimonio de su vida, justicia y misericordia conviven en Dios perfectamente. (…) Jesús es un camino practicable, abierto a todos. Es el camino de la paz. La Virgen María hoy nos lo indica, nos muestra el Camino: ¡Sigámosla!”.
Fuente: VIS - Vatican Information Service
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