"Juan estaba vestido con una piel de camello y un cinturón de cuero, y se alimentaba con langostas y miel silvestre. Y predicaba, diciendo:" (Mc 3,6)

2 de enero de 2012

Extractos de la homilía de Benedicto XVI en las vísperas de la solemnidad de santa María Madre de Dios

El Santo Padre presidió el sábado a las 17.00, en la Basílica Vaticana, las primeras Vísperas de la Solemnidad de Santa María Madre de Dios. Siguieron la exposición del Santísimo Sacramento, el canto del tradicional himno ‘Te Deum’ en acción de gracias por la conclusión del año civil, y la bendición eucarística. Ofrecemos a continuación algunos fragmentos de la homilía pronunciada por Benedicto XVI en el transcurso de la celebración: 



  (...) “Otro año llega a su término, mientras que, con la inquietud, los deseos y las esperanzas de siempre, aguardamos uno nuevo. Si pensamos en la experiencia de la vida, nos deja asombrados lo breve y fugaz que es en el fondo. Por eso, muchas veces nos asalta la pregunta: (...) ¿qué sentido damos a los días de fatiga y dolor? Esta es una pregunta que atraviesa (...), el corazón de cada generación y de cada ser humano. Pero hay una respuesta a este interrogante: se encuentra escrita en el rostro de un Niño que hace dos mil años nació en Belén y que hoy es el Viviente, resucitado para siempre de la muerte. En el tejido de la humanidad, desgarrado por tantas injusticias, maldades y violencias, irrumpe de manera sorprendente la novedad gozosa y liberadora de Cristo Salvador, que en el misterio de su encarnación y nacimiento nos permite contemplar la bondad y ternura de Dios”. (...)

“Desde el día en que nació el Señor, la plenitud del tiempo ha llegado a nosotros. Así pues, no hay lugar para la angustia frente al tiempo que pasa y no vuelve; ahora es el momento de confiar infinitamente en Dios, de quien nos sabemos amados (...). Desde que el Salvador descendió del cielo, el hombre ya no es esclavo de un tiempo que avanza sin un porqué, o que está marcado por la fatiga, la tristeza y el dolor. El hombre es hijo de un Dios que ha entrado en el tiempo para rescatar el tiempo de la falta de sentido o de la negatividad, y que ha rescatado a toda la humanidad, dándole como nueva perspectiva de vida el amor, que es eterno”.

“La Iglesia vive y profesa esta verdad y quiere proclamarla en la actualidad con renovado vigor espiritual. (...) Los discípulos de Cristo están llamados a reavivar en sí mismos y en los demás la nostalgia de Dios y la alegría de vivirlo y testimoniarlo. (...) Hay que dar el primado a la verdad, acreditar la alianza entre fe y razón como las dos alas con las que el espíritu humano se eleva a la contemplación de la Verdad; hacer fecundo el diálogo entre cristianismo y cultura moderna; descubrir de nuevo la belleza y actualidad de la fe (...) como orientación constante, (...) que lleva a la unidad profunda de la persona haciéndola justa, laboriosa, benéfica, buena. Se trata de reavivar una fe que instaure un nuevo humanismo capaz de generar cultura y compromiso social”.

(...) “El corazón de la misión de la Iglesia es anunciar la fe en el Verbo que se ha hecho carne, y toda la comunidad eclesial debe descubrir con renovado ardor misionero esta tarea imprescindible. Las jóvenes generaciones, que acusan más la desorientación agravada por la crisis actual, no solo económica sino también de valores, tienen necesidad sobre todo de reconocer a Jesucristo como ‘la clave, el centro y el fin de toda la historia humana’”.

(...) “Desde el momento en que Dios envió a su Hijo unigénito para que obtuviésemos la filiación adoptiva, no hay tarea más importante para nosotros que la de estar totalmente al servicio del proyecto divino”. (...)

“’Te Deum laudamus!’. A ti, oh Dios, te alabamos. La Iglesia nos sugiere terminar el año dirigiendo al Señor nuestro agradecimiento por todos sus beneficios. Nuestra última hora, la última hora del tiempo y de la historia, termina en Dios. Olvidar este final de nuestra vida significaría caer en el vacío, vivir sin sentido. Por eso la Iglesia pone en nuestros labios el antiguo himno ‘Te Deum’. Es un himno repleto de la sabiduría de tantas generaciones cristianas, que sienten la necesidad de elevar sus corazones, conscientes de que todos estamos en las manos misericordiosas del Señor”.

(...) “Con el alma llena de gratitud nos disponemos a cruzar el umbral del 2012, recordando que el Señor vela sobre nosotros y nos cuida. Esta tarde queremos confiarle a él el mundo entero. Ponemos en sus manos las tragedias de nuestro mundo y le ofrecemos también las esperanzas de un futuro mejor”.


Fuente: VIS - Vatican Information Service 

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