Eduardo Marcelo Armándola nació aquí no más, en Paraná, un día de agosto de 1958. Un día de tantos sintió el llamado de la vocación religiosa, y se hizo cura: se ordenó sacerdote el 8 de diciembre de 1983, dos días antes de que el primer gobierno constitucional, luego de la larga noche de la última dictadura militar, abriera el camino de la vida institucional en el país.
Diez años después de haber consagrado su vida a la Iglesia, decidió marcharse como misionero al África, Costa de Marfil, un país mayúsculo ubicado en el área occidental del continente, rodeado por Liberia y Guinea al oeste; Malí y Burkina Faso al norte; Ghana al este, y con el golfo de Guinea al sur. Su población, 20 millones de habitantes, se desparraman en sus 322 mil kilómetros cuadrados. Y al haber sido una coloniza francesa, buena parte de la población profesa la fe católica. “Siempre quise hacer algo por el África”, dice el padre Armándola, desde el otro lado del mundo, vía mail, un día en el que las comunicaciones funcionan, y funcionan bien en aquel destino recóndito.
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Estos llamados no son para todos, el Senior elige
ResponderEliminara aquellos que estan dispuestos no solo a "misio-
nar de verdad", sino capaces de dar la vida por
el hno.!!!
ETELVINA