El Santo Padre rezó hoy el Angelus junto a los fieles presentes en el Palacio Apostólico de Castel Gandolfo. Previamente, introdujo la oración mariana explicando la segunda lectura de la liturgia de hoy, la carta de san Pablo a los filipenses.
Benedicto XVI recordó que San Pablo viajó a la ciudad de Filipos (Grecia) unos veinte años después de la muerte y resurrección de Cristo, y que aquélla fue la primera vez que el Evangelio llegó a Europa. Partiendo de Jerusalén, la Buena Noticia estaba destinada a “alcanzar a todos los hombres y pueblos, y a transformar desde dentro todas las culturas, abriéndolas a la verdad fundamental: Dios es amor, se ha hecho hombre en Jesús y con su sacrificio ha rescatado la humanidad de la esclavitud del mal, dándole una esperanza segura”.
San Pablo comprendía en sí los tres principales mundos de la época: el hebreo, el griego y el romano. Por ello, “Dios le confió la misión de llevar el Evangelio desde Asia Menor a Grecia y después a Roma, estableciendo un puente que proyectó el cristianismo hasta los confines de la tierra”.
“Hoy vivimos una época de nueva evangelización”, aseguró el Pontífice. “Vastos horizontes se abren al anuncio del Evangelio, mientras que las regiones de antigua tradición cristiana están llamadas a redescubrir la belleza de la fe”.
Los protagonistas de la misión evangelizadora son “personas, familias, comunidades que aceptan trabajar en la viña del Señor (…) Operarios humildes y generosos que no piden otra recompensa sino participar en la misión de Jesús y de la Iglesia. (…) El Evangelio ha transformado el mundo, y aún lo está transformando”.
Benedicto XVI finalizó rogando a la Virgen María “para que en toda la Iglesia maduren vocaciones sacerdotales, religiosas y laicas al servicio de la nueva evangelización”.
Orar para que todos los niños reciban educación
Tras el Angelus, el Santo Padre saludó a los peregrinos en diversas lenguas, y se refirió a la beatificación, el sábado en Turín (Italia) de Mons. Francesco Paleari, de la Sociedad de los Sacerdotes de San José Cottolengo: “Nacido en Pogliano Milanese (Italia) en 1863, de una humilde familia campesina, entró muy joven en el Seminario, e inmediatamente después de la ordenación se dedicó a los pobres y los enfermos en la Pequeña Casa de la Divina Providencia, así como a la enseñanza, distinguiéndose por su afabilidad y paciencia. Demos gracias a Dios por este luminoso testigo de su amor”.
El Papa recordó a los peregrinos francófonos que en estos días comienza el nuevo curso escolar, e invitó a los padres a “tomarse el tiempo necesario para escuchar y hablar con los hijos de sus vivencias. De este modo les ayudaréis a tomar buenas decisiones. La familia, la escuela: esta es la buena tierra donde se labra la humanidad del mañana”. También pidió oraciones para que todos los niños puedan “recibir la educación a la que tienen derecho”.
Fuente: VIS - Vatican Information Service
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