Esta mañana, el Papa Benedicto XVI se desplazó hasta la ciudad de Ancona (Italia) desde Castel Gandolfo, para presidir la Santa Misa de clausura del XXV Congreso Eucarístico Nacional italiano, que en esta edición ha tenido como lema “Eucaristía para la vida cotidiana”. La concelebración tuvo lugar a las 10.00, en el Astillero de Ancona. Durante la homilía, el Santo Padre se refirió al pasaje evangélico del discurso de Jesús sobre el pan de la vida, y explicó que la reacción de los discípulos, muchos de los cuales abandonaron entonces al Señor, no es muy diferente de nuestra resistencia “ante el don total que El hace de sí mismo. Porque acoger verdaderamente este don quiere decir perderse uno mismo, dejarse implicar y transformar hasta vivir en El”.
La dificultad de la aceptación reside en que “a menudo confundimos la libertad con la ausencia de vínculos, con la convicción de que podemos actuar solos, sin Dios, que es visto como un límite a la libertad. Es ésta una ilusión que no tarda en convertirse en desilusión, generando inquietud y miedo”.
Algunas ideologías dejan de lado a Dios, o simplemente lo toleran como una elección privada que no debe interferir con la vida pública, y han querido organizar la sociedad basándose en la economía y la fuerza del poder. Pero, dijo el Papa, “la historia nos demuestra dramáticamente” el fracaso del tentativo de asegurar el bienestar material y la paz prescindiendo de Dios y de su revelación.
Por ello, hoy día es necesario, ante todo, “recuperar el primado de Dios en nuestro mundo y nuestra vida, ya que es este primado el que nos permite encontrar la verdad de lo que somos, y es en el conocer y seguir la voluntad de Dios donde encontramos nuestro verdadero bien”.
Eucaristía, fuente de desarrollo social positivo
El punto de partida para recuperar el primado de Dios es, precisamente, la Eucaristía, en la que "Dios se nos dona para abrir nuestra existencia a El". La comunión eucarística "sostiene y transforma la vida cotidiana". En este punto, Benedicto XVI recordó que la historia de la Iglesia está llena de santos y santas "cuya existencia es signo elocuente de cómo, precisamente con la Eucaristía, nace una nueva asunción de responsabilidad a todos los niveles de la vida comunitaria, y nace por tanto un desarrollo social positivo centrado en la persona, especialmente en los pobres, enfermos y los necesitados”.
Así, "una espiritualidad eucarística es, entonces, verdadero antídoto contra el individualismo y el egoísmo que a menudo caracterizan la vida cotidiana". Es también "el alma de una comunidad eclesial que supera divisiones (...) y valoriza la diversidad de los carismas y ministerios, poniéndolos al servicio de la unidad de la Iglesia".
Una espiritualidad eucarística es, asimismo, el camino para devolver la dignidad al hombre "y, por tanto, a su trabajo, buscando conciliarlo con el tiempo para la fiesta y para la familia, y con el esfuerzo por superar la incertidumbre de la precariedad y el problema del desempleo". Nos ayudará también a acercarnos a las diversas formas de la fragilidad humana, "conscientes de que no ofuscan el valor de la persona, sino que requieren proximidad, acogida y ayuda".
Por todo ello, el Santo Padre concluyó afirmando que "no hay nada de auténticamente humano que no encuentre en la Eucaristía la forma adecuada para ser vivido en plenitud", e invitó a que "la vida cotidiana se convierta en lugar del culto espiritual, para vivir en todas las circunstancias el primado de Dios".
Fuente: VIS - Vatican Information Service
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