Finalizado el encuentro en la catedral, Benedicto XVI se trasladó en auto a la Plaza del Plebiscito, donde pronunció un discurso destinado a los jóvenes novios presentes en la plaza. “En algunos aspectos, el nuestro no es un tiempo fácil, sobre todo para vosotros, jóvenes –dijo-. La mesa está puesta con tantos manjares, pero como en el episodio evangélico de las bodas de Caná, parece que falta el vino de la fiesta. Sobre todo, la dificultad para encontrar un trabajo estable cubre con un velo de incertidumbre el porvenir. Esta condición contribuye a aplazar la toma de decisiones definitivas y repercute negativamente en el crecimiento de la sociedad, que no consigue valorizar plenamente la riqueza de energías, de competencia y creatividad de vuestra generación”.
“También falta el vino de la fiesta en una cultura que tiende a prescindir de criterios morales claros: en la desorientación cada uno se siente empujado a moverse de forma individual y autónoma, a menudo solo en el perímetro del presente (...) Así, también las decisiones fundamentales adolecen de fragilidad y están expuestas a una perenne revocabilidad”.
“No perdáis jamás la esperanza –exhortó el Papa a los jóvenes-. Sed valientes, también en las dificultades, permaneciendo firmes en la fe (...) Nada os puede separar del amor de Dios. Estad seguros, además, de que la Iglesia (...) no deja de miraros con gran confianza. Sabe que tenéis sed de valores, los verdaderos, aquellos sobre los que vale la pena construir vuestra casa. El valor de la fe, de la persona, de la familia, de las relaciones humanas, de la justicia. No os desaniméis frente a las carencias que parecen apagar la alegría en la mesa de la vida”.
“Vivís un tiempo único que os abre a la maravilla del encuentro y os lleva a descubrir la belleza de existir y ser preciosos el uno para el otro (...) Vivid este camino con intensidad, gradualidad y verdad. (...) Quisiera deciros, ante todo, que evitéis cerraros en relaciones intimistas, falsamente tranquilizadoras: haced, en cambio, que vuestra relación se convierta en levadura de una presencia activa y responsable en la comunidad”.
“Todo amor humano es señal del Amor eterno que nos ha creado y cuya gracia santifica la decisión de un hombre y una mujer de entregarse recíprocamente en la vida del matrimonio. Vivid el noviazgo en la esperanza confiada de ese don que hay que acoger recorriendo un camino de conocimiento, de respeto y atenciones que no debéis perder nunca (...) Preparaos a elegir con convicción el “para siempre” que connota el amor: la indisolubilidad, antes que una condición, es un don que hay que desear, pedir y vivir, más allá de cualquier mutable situación humana (...) La fidelidad y la continuidad de vuestro amor os harán también capaces de abriros a la vida, de ser padres (...) Fidelidad, indisolubilidad y transmisión de la vida son los pilares de toda familia, verdadero bien común, patrimonio precioso de la entera sociedad”.
El Santo Padre concluyó subrayando que “la experiencia del amor conlleva la tensión hacia Dios. El verdadero amor promete el infinito. Haced, así, de este tiempo de preparación al matrimonio un itinerario de fe: redescubrid para vuestra vida de pareja la centralidad de Jesús y el caminar en la Iglesia”.
Finalizado el encuentro, el Papa se trasladó al puerto de Ancona desde donde emprendió a las 18,45 el regreso en helicóptero a Roma y aterrizó en el helipuerto de Castel Gandolfo a las 19,30.
Fuente: VIS - Vatican Information Service
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