"Juan estaba vestido con una piel de camello y un cinturón de cuero, y se alimentaba con langostas y miel silvestre. Y predicaba, diciendo:" (Mc 3,6)

21 de junio de 2011

Mons. Aguer: "es fundamental ir disciplinando nuestros impulsos vitales"




Alocución televisiva de monseñor Héctor Aguer, arzobispo de La Plata en el programa “Claves para un mundo mejor” (18 de junio de 2011)
 

En las corrientes pedagógicas que han prevalecido durante los dos últimos siglos ha quedado sumamente devaluada la realidad de la disciplina. Al mismo tiempo se ha criticado y erosionado el papel de la autoridad en la educación y en todos los ámbitos, tanto en la familia como en las escuelas y en la sociedad en general. Esto significa que no se ha comprendido bien en qué consiste efectivamente la finalidad de la educación.
 
Nosotros, de acuerdo a la gran tradición occidental sostenemos que la finalidad de la educación es la formación integral de la personalidad: que el hombre pueda desplegar todas sus potencialidades y realizarse efectivamente como lo que es.
 
Para lograr este fin es preciso orientar correctamente las fuerzas vitales. Las corrientes pedagógicas a las cuales me refería, sostenían una especie de espontaneidad ética, que el hombre debía dejarse llevar por sus instintos y alcanzar esa expansión vital sin aceptar parámetros objetivos de conducta.
 
Contemporáneamente, y sobre todo en los últimos tiempos, en el ámbito de la espiritualidad cristiana también se ha desvalorizado la ascética, como si fuera una especie de tormento medieval del cual habría que liberarse porque el ideal cristiano tendría que procurar simplemente que la persona se sienta bien.
 
Este problema es fundamental para entender al hombre y sobre todo para que el hombre advierta que a lo largo de la vida, no sólo cuando es niño y va a la escuela, o cuando es adolescente y tiene que capitanear su nave en medio de grandes tormentas, sino a lo largo de toda la existencia tiene que tratar de realizarse plenamente en su auténtica humanidad. Y la autenticidad no es simplemente hacer lo que se le ocurre sino hacer lo que debe hacer.
 
Ese deber hacer no se refiere tampoco a una imposición extrínseca de una ley que lo oprime autoritativamente sino que refleja lo que el hombre debe ser, porque el deber ser responde al ser. El hombre tiene que realizarse de acuerdo a su naturaleza, al plan de Dios, de acuerdo a lo que es: imagen y semejanza de Dios.
 
Por eso es fundamental ir disciplinando nuestros impulsos vitales: los instintos, las inclinaciones pasionales y aun en el orden espiritual, la voluntad. Que la voluntad se adiestre, se acostumbre a desear el bien, a practicar la justicia, a amar la justicia. Es decir que la voluntad se vaya rectificando para el uso plenamente humano de la libertad.
 
Asimismo en el orden intelectual asimismo que la inteligencia busque la verdad, que se apaciente de la verdad y que se adiestre para profundizar el conocimiento de la realidad con hábitos rigurosos de pensamiento. Aquí nos encontramos con una tarea que el hombre debe cumplir a lo largo de toda la vida. Esa tarea a través de la cual se realiza como lo que es y asimila acabadamente el don de Dios.
 
Quiero leerles a propósito de este tema un pasaje estupendo de un libro de Romano Guardini, titulado “El Poder”, publicado hace poco más de 50 años, pero que manifiesta una sorprendente actualidad.
 
Dice el texto: “La ascética significa que el hombre se domina a sí mismo; para ello necesita conocer lo que en su propio interior es injusto y atacarlo de manera efectiva. Tiene que ordenar sus instintos físicos y espirituales, lo cual no es posible sin dominarse a sí mismo. Tiene que educarse poseyendo libremente lo que tiene y sacrificando lo que vale menos por lo más elevado. Debe luchar por la libertad y la salud de su interioridad. Combatir la maquinaria de la propaganda, la ola de las sensaciones y el ruido en todas sus formas, que le asedian desde todos los horizontes. Debe educarse para la distancia, es decir, para la independencia del juicio, para resistir contra aquello que se dice. La calle, el tráfico, la prensa, la radio, el cine plantean tareas de educación de sí mismo, más aún de la defensa elemental de sí mismo, las cuales muchas veces no son siquiera percibidas y mucho menos vistas con claridad y realizadas de manera efectiva. En todas partes el hombre capitula ante los poderes de la barbarie. La ascética significa que el hombre no capitula sino que lucha y que lucha en el lugar decisivo, es decir, contra sí mismo.
 
Esta observación de Guardini acerca de la capitulación me parece importantísima. La propaganda no es hoy día el cine, la radio, la televisión solamente, sino una opinión que se va generalizando cada vez más de acuerdo a esos criterios que he señalado al comienzo, que jalonan el camino de una creciente deshumanización.
 
Para colmo, tenemos hoy día la posibilidad de navegar por Internet. ¿Hacia dónde vamos en esa navegación? ¿Cuál es el puerto al cual nos arrastran las olas? El dominio de uno mismo, apoyado en una reflexiva lucidez, resulta fundamental.
 
Cómo decía antes, la necesidad de una disciplina personal, de la autodisciplina, vale no sólo para el chico que va a la escuela, no sólo para el niño al cual sus papás o sus abuelos tratan de educar, de hacerlo despertar a la vida auténtica, sino que vale para nosotros, adultos, para todos y a lo largo de toda la existencia.
 
Mons. Héctor Aguer, arzobispo de La Plata
 
Fuente: AICA

1 comentario:

  1. BARTON23.6.11

    NO TODO ES EMOCION BARATA ES IMPORTANTE LA DISCIPLINA

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