Homilía de monseñor Carmelo Juan Giaquinta,
arzobispo emérito de Resistencia,
para la el 5º domingo de Pascua (22 de mayo de 2011)
Jn 14,1-12
I “YO VOY A PREPARARLES UN LUGAR”
1. Para disponernos a la Ascensión del
Señor, con la que concluye el período de las manifestaciones de Jesús
resucitado, la Iglesia nos lee durante dos domingos una parte de su discurso en
la última cena, que trae el Evangelio de Juan. Este año nos propone párrafos
del capítulo 14. Suenan como las últimas recomendaciones que los padres dan a
sus hijos antes de partir de este mundo. Con la diferencia de que, mientras
estos suelen marcharse preocupados por lo que pueda sucederles, Jesús trasmite
una gran paz. De ningún modo abandona a sus discípulos, pues se va para
completar su obra y volver a buscarlos: “No se inquieten. Crean en Dios y
crean también en mí… Yo voy a prepararles un lugar… Volveré otra vez para
llevarlos conmigo, a fin de que donde yo esté, estén también ustedes. Ya
conocen el camino del lugar adonde voy” (Jn 14,1-4).
2. Jesús repite y profundiza esta idea a
lo largo de su discurso: “No los dejaré huérfanos, volveré a ustedes” (v.
18). La ausencia de Jesús no es total, pues es cubierta por “otro
Paráclito (o abogado defensor), que esté siempre con ustedes: el Espíritu de la
Verdad” (vv. 16-17). Aunque suene extraño, la ausencia física de Jesús es
deseable, ya que hace posible que venga el Espíritu Paráclito. Y éste,
colándose a lo más hondo de nosotros mismos, nos da a conocer a Jesús
resucitado más profundamente que nuestra visión corporal: “Les conviene que
yo me vaya, porque si no me voy, el Paráclito no vendrá a ustedes… Cuando venga
el Espíritu de la Verdad, él los introducirá en toda la verdad” (Jn 16,7.13).
El tiempo de la ausencia visible de Jesús, es el tiempo de nuestra fidelidad: “Crean
en Dios y crean también en mí” (v. 1). Es el tiempo también de la espera
activa, caminando hacia él que viene a buscarnos: “Ya conocen el camino del
lugar adonde voy” (v. 4).
II. “NADIE VA AL PADRE SINO POR MÍ”
3. El apóstol Tomás muestra su torpeza en
comprender las palabras de Jesús. Piensa en un camino físico a recorrer. Por
eso le dice: «Señor, no sabemos adónde vas. ¿Cómo vamos a conocer el
camino?» (v. 5). La respuesta de Jesús es luminosa y responde a su doble
reclamo: “Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida. Nadie va al Padre, sino por
mí” (v. 6). La meta es el Padre. El camino hacia él es el mismo Jesús. Y se
lo recorre no con esfuerzo físico, sino conociendo a Jesús con la fe y el amor:
“Si ustedes me conocen, conocerán también a mi Padre” (v.7).
4. Pero la torpeza de los discípulos es grande. Lo muestra la nueva
intervención de Felipe que pretende ver el camino sentado en una butaca: “Señor,
muéstranos al Padre y eso nos basta” A ello Jesús responde como un
maestro a un alumno que pierde el tiempo: “Felipe, hace tanto tiempo que
estoy con ustedes, ¿y todavía no me conocen? El que me ha visto, ha visto al
Padre. ¿Cómo dices: ‘Muéstranos al Padre’?” (vv. 8-9).
III. INFANTILISMO ESPIRITUAL
5. El fenómeno del infantilismo
espiritual o falta de crecimiento en la fe, que advertimos en Tomás y Felipe,
es un fenómeno frecuente. Lo muestran otros escritos del Nuevo Testamento. El
apóstol Pablo les reprocha a los corintios porque “no pude hablarles como a
hombres espirituales, sino como a hombres carnales, como a quienes todavía son
niños en Cristo”. (1 Co 3,1). El mismo fenómeno se advierte en la comunidad
de los Hebreos: “Aunque ya es tiempo de que sean maestros, ustedes necesitan
que se les enseñen nuevamente los rudimentos de la Palabra de Dios: han vuelto
a tener necesidad de leche, en lugar de comida sólida” (Hb 5,12). No es de
extrañar que advirtamos el fenómeno también en los fieles de hoy. Se da siempre
que un creyente se detiene en gustar alimentos religiosos secundarios, y no
tiene apetito del Pan de la Palabra de Dios y del Cuerpo de Cristo. Hoy se
habla de “comida chatarra”, que sacia, pero no nutre. Lo mismo pasa en el plano
espiritual, por ejemplo con la devoción a los santos cuando estas se quedan en
lo milagroso y no orientan hacia Cristo. Es lo que reprochó Jesús a los judíos
después de la multiplicación de los panes: “Ustedes me buscan, no porque
vieron signos, sino porque han comido pan hasta saciarse” (Jn 6,26). Su
religión era tan débil que, al escucharlo hablar sobre el Pan de Vida, “muchos
de sus discípulos decían: ‘¡Es duro este lenguaje! ¿Quién puede escucharlo?’...
Desde ese momento muchos de sus discípulos se alejaron de él y dejaron de
acompañarlo” (Jn 6,60.66).
IV. ¿TODA PASTORAL POPULAR LLEVA A LA MADUREZ
DE LA FE?
6. Sin embargo, toda la responsabilidad
en la falta de crecimiento de los fieles en la fe no podemos cargarla sólo en
ellos. Así como los padres pueden tener responsabilidad en el raquitismo de sus
hijos por no atender debidamente a su alimentación, lo mismo podría suceder con
nosotros los pastores si no acertásemos en una pastoral que atienda a un sano
desarrollo espiritual de cada uno de los fieles y de la comunidad entera,
impartiendo una catequesis y predicación sólidas. Por cierto que a todos nos
alegra una reunión numerosa de fieles. Pero la multitud que congregue la
devoción a un santo no es en sí misma garantía de autenticidad. Sólo lo es la
orientación hacia Cristo.
Mons. Carmelo Juan Giaquinta, arzobispo emérito de Resistencia
Fuente:
AICA
Al fin encontre alguien que piense como yo...!
ResponderEliminarLa unica verdad: "Nadie va al Padre, sino es por
mi". En cuanto a las devociones populares, que
congregan a multitudes, Ej.: "San Cayetano", no
nos dan muestran de Fe, ni de Conversion, triste-
mente nos muestran la ignorancia y fetichismo del
pueblo...Lo dejo aqui...! El que tiene oidos que
oiga.!
ETELVINA