“Hace justicia al huérfano y a la viuda, y ama y da alimento y vestido al extranjero que vive entre ustedes” (Deuteronomio 10,18).
Dios en Su Misericordia, se ocupa de alimentar y vestir a los más necesitados sin importarle quiénes son, cuáles son sus características, qué idioma hablan, cuál es su color de piel. Le importa resolver la necesidad de aquellas personas a quienes les falta lo indispensable para vivir. Dios nos enseña a los seres humanos que deberíamos hacer lo mismo que Él, dado que nosotros somos sus emisarios aquí sobre la faz de la tierra. El pan y el vestido que Él nos brinda no solo es el alimento material que sustenta y cobija al cuerpo, la materia, sino que también es el sustento espiritual que nos permite desarrollarnos como criaturas divinas portadoras de Su soplo de vida. Hacer justicia (tzedaka) como Él hace es restablecer la armonía que por algún motivo se ha perdido, brindándole al más necesitado aquello indispensable que le falta.
Publicado por Prensa Cristiana Digital No. 8, noviembre del 2008
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