"Juan estaba vestido con una piel de camello y un cinturón de cuero, y se alimentaba con langostas y miel silvestre. Y predicaba, diciendo:" (Mc 3,6)

2 de febrero de 2012

Mons. Jorge Lozano: "El Papa nos enseña que la fe nace del encuentro con Jesucristo"


Columna de opinión de monseñor Jorge Lozano, obispo de Gualeguaychú y miembro de la Comisión Episcopal de Pastoral Social, publicada en diario Crónica el 29 de enero de 2012
 

La fe cristiana no es a-temporal pues nosotros, los hombres y mujeres de fe, somos temporales. En esta sociedad en concreto es que estamos llamados a vivir como hijos de Dios. Los rasgos de esta cultura que hemos descripto –fragmentación, individualismo, secularismo, relativismo– influyen mucho en nuestra manera de vivir la fe.
 
Sucede en este tiempo que muchos ven la fe únicamente como un instrumento para el bienestar interior, como si eso fuera lo más importante.
 
A veces escuchamos algo parecido a esto: “tal persona cree en los santos, tal otra en la reencarnación, tal no cree en nada… y bueno, lo importante es sentirse bien”. Como si la religión fuera una especie de gragea o pastillita para el alma, para el “bien-estar” espiritual.
 
El Papa Benedicto XVI en su primera Encíclica llamada “Dios es amor” enseñó: “No se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida y, con ello una orientación decisiva”. (DCE 1)
 
El Papa nos enseña que la fe nace del encuentro con Jesucristo. De ese encuentro podemos decir que es iluminador, que nos colma de gozo y de paz. Pero también debemos reconocer que en algún momento puede ser incómodo o desestabilizarnos. Si tenemos mucha riqueza Jesús nos advierte de la necesidad de atender a los pobres. Si tenemos pereza, Él nos llama al servicio. Si mentimos, nos muestra el camino de la verdad… y podríamos mencionar montones de situaciones en las que el Evangelio nos llama a la conversión. Es un camino de crecimiento.
 
El individualismo, el secularismo o el relativismo nos llevan a vivir en un intimismo por lo general egoísta, y buscar una especie de “religión del shopping” de la cual elegimos lo que nos gusta o conviene, dejando de lado lo que nos cuestiona o desinstala. ¿Una religión del “uso y tiro”?

Jesús en el Evangelio es muy claro. Durante la última cena dijo a los Apóstoles: “no hay amor más grande que dar la vida por los amigos (Jn 15, 13)… No son ustedes los que me eligieron a mí; sino yo el que los elegí a ustedes”. (Jn 15,16)
 
Por eso es incoherente –desde el punto de vista cristiano– decir “yo vivo la fe a mi manera”, “como me queda cómodo” o “a mi medida”, como si consistiera en creer cosas que uno mismo selecciona. A esta afirmación le falta esa dimensión de encuentro y amistad con Jesús.
 
La fe, antes que una decisión sobre cosas a creer es la conciencia de una elección, de una amistad. Por eso se alimenta de la oración, la lectura de la Palabra de Dios, la misa y los demás sacramentos, el ejercicio de la caridad. Si no vivo cristianamente, se va debilitando mi fe, que es un don de Dios y una responsabilidad del creyente. La carta del Apóstol Santiago es muy clara al respecto: “¿De qué le sirve a uno, hermanos míos, decir que tiene fe, si no tiene obras? ¿Acaso esa fe puede salvarlo? ¿De qué sirve si uno de ustedes, al ver a un hermano o una hermana desnudos o sin el alimento necesario, les dice: ‘Vayan en paz, caliéntense y coman’, y no les da lo que necesitan para su cuerpo? Lo mismo pasa con la fe: si no va acompañada de las obras, está completamente muerta”. (St. 2, 14-17)
 
Y concluye su argumento diciendo: "Muéstrame, si puedes, tu fe sin las obras. Yo, en cambio, por medio de las obras, te demostraré mi fe". (St.2, 18)
 
Dios es el que llama, pero está en mí el responder. Por eso es bueno preguntarse cada uno y en familia: ¿Cuánto hace que no rezo? ¿He sentido esa alegría de encontrarme con Jesús? ¿He sentido su presencia que acompaña y sostiene?
 
El texto del Papa que citamos recién nos decía que el encuentro con Jesucristo nos da un horizonte a la vida, una orientación. Esto significa que no andamos sin rumbo y a la deriva. Somos peregrinos que vamos hacia el cielo, sin ser fugitivos de este mundo, con el corazón en el cielo y los pies en la tierra.
 
Mons. Eduardo Lozano, obispo de Gualeguaychú
 
Fuente: AICA
 

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