"Juan estaba vestido con una piel de camello y un cinturón de cuero, y se alimentaba con langostas y miel silvestre. Y predicaba, diciendo:" (Mc 3,6)

26 de enero de 2012

Mons. Arancedo: "¿Hemos hecho nuestra la Palabra, que es Cristo, de forma tal que ya es parte fundamental de nuestra vida, en el esfuerzo cotidiano de gracia y amor que nos convierte en otros Cristos, transformadores de la vida y constructores de una nueva sociedad?"



Homilía de monseñor Marcelo Raúl Martorell, obispo de puerto Iguazú para el 3° domingo durante el año (22 de enero de 2012)
 

Juan fue arrestado, Jesús se dirigió a Galilea y predicaba diciendo: “el tiempo se ha cumplido, el Reino de Dios está cerca, conviértanse y crean en la Buena Noticia” (Mc. 1,14). Este es el núcleo de la predicación de Jesús y es el modo en que el evangelista Marcos presenta el comienzo de la actividad apostólica de Jesús. Ya no hay que esperar más, el Mesías ha llegado y está entre nosotros, es Jesús el Mesías que tanto esperó el pueblo de Israel.
 
Ha comenzado la culminación de la historia de salvación que durante tantos siglos motivó a Israel a creer y esperar. Hoy -aunque no totalmente- se muestra la misericordia de Dios de forma palpable en Jesús y podremos ver en este pasaje del evangelio de Marcos cómo el amor misericordioso, se hace presencia viva en Jesús mostrando y trayendo para la humanidad un camino diferente y por lo tanto una historia diferente. Jesús propone el camino el camino de la fe y la conversión, que da al hombre una visión diferente de la vida y del mundo de hoy pero que también lo prepara para el Reino final y pleno.
 
El camino del plan de salvación es la “conversión” que significa un cambio profundo, que abarca desde las actitudes más simples y cotidianas hasta las decisiones más profundas y significativas de la vida. Jesús nos invita a cambiar de forma de vivir, a salir de nosotros mismos, dejarlo todo y llevar una vida nueva. Es el cambio que ocurrió en la vida de la cananea o de “Nicodemo” o de los mismos discípulos del Señor. El paso de Jesús y sus palabras por la vida del hombre debe llevarnos siempre a la “conversión del corazón” y a vivir una vida nueva.
 
Esta conversión y esta vida nueva, implican muchas veces dejar de lado una vida de pecado y luchar en contra de él, rechazando todo cuanto pueda alejarlo del amor de Dios y de su ley.

Es una conversión semejante a la que Dios exigió a los Ninivitas a través de Jonás que los exhortó a abandonar la “mala conducta” (Jon. 3,10) que nos es narrada en la primera lectura de la liturgia de hoy.
 
En la predicación de Jesús, la conversión no es más que la primera fase, el escalón primero de todo un plan. La segunda fase bien evidenciada por el evangelista Marcos es la fe: “conviértanse y crean en la Buena Noticia”, una “Buena Noticia” a la que hay que adherirse con todo el corazón y con toda el alma, una palabra que debe hacerse vida en la vida de los hombres. No puede considerarse ni aceptarse de forma teórica, como una lección que aprendemos, sino que debe hacerse carne en el ser humano. En cada palabra pronunciada por Jesús, Dios derrama un torrente de gracia y de amor en el corazón del que la escucha, para que ella sea aceptada de tal forma que ella penetre en la mente y el corazón como una espada de dos filos convirtiéndose en “camino de vida”.
 
No puede el hombre -dice san Pablo- vivir y obrar con la mirada puesta solamente en las cosas de esta tierra y en la felicidad terrenal (1 Cor. 7, 31). La conversión, lleva al cristiano a tener una mentalidad evangélica, capaz de suscitar sentimientos nuevos, los sentimientos de Cristo. Por eso Pablo exhorta: “tengan los mismos sentimientos de Cristo” y no los hábitos y comportamientos terrenos, que el mundo de hoy muestra al hombre. Y esta conversión es urgente pues “el tiempo es corto”, es el que resta entre la venida hoy de Cristo y su venida final, en la que Dios nos preguntará por el amor a Dios y a las cosas de Dios, que son también el hombre y su vida.
 
La liturgia de hoy nos lleva a preguntarnos: ¿caminamos por el camino recto de la conversión y de la fe? ¿Hemos hecho nuestra la Palabra, que es Cristo, de forma tal que ya es parte fundamental de nuestra vida, en el esfuerzo cotidiano de gracia y amor que nos convierte en otros Cristos, transformadores de la vida y constructores de una nueva sociedad?
 
Que la Virgen Madre nos lleve a amar a Cristo de forma que lleguemos a confundirnos con Él. Amén.
 
Mons. Marcelo Raúl Martorell, obispo de Puerto Iguazú
 
Fuente: AICA

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